Nuria Piera posteó un tuit con video donde se oye la voz de una mujer venezolana repudiando la presencia en un restaurante de un compatriota que fue pareja de una hija de Hugo Chávez. Varias personas reaccionaron apoyando la agresión verbal. Otras arengaron para que “pel’e’lengua” similares se den a todo aquel que rumor público o expediente lo vincule a ilícitos penales, de allá o de aquí. Se recomienda así condecorar al que le haga eso mismo al alcalde pederasta de Villa Los Almácigos. Recientemente se le varió la medida de coerción de prisión preventiva y hay que estar al acecho para arruinar in situ su próxima degustación de patimongo.
Al promover acciones de esa naturaleza dentro de restaurantes privados, sea como cliente o intruso, es que esas personas pasan a convertirse en turba linchadora que pierde la brújula de los derechos. Los restaurantes son sitios donde asiste público y las reglas las impone el dueño. Como en su casa, que manda usted y no el vecino. Una de ellas es garantizar a los comensales una velada en paz, sin agresiones físicas o verbales de ningún tipo, que requiere de los clientes una contraprestación similar. Ante la presencia de una persona que nos desagrada o adversamos, la única opción es terminar el contrato. Se paga lo consumido, se cancela lo ordenado y al dueño se le explican los motivos. También aprovechamos para que en el futuro éste use su poder de “Nos Reservamos el Derecho de Admisión”, para discriminar voluntariamente contra ese tipo de personas.
No se puede hacer más nada ahí adentro. Afuera es otra historia. Agredir de palabras y en tono descompuesto al que mal nos cae, contando con recibir una solidaridad unánime de los comensales, es una osadía irresponsable. De hecho, se expone a ser sacada con violencia del recinto y pudiera comprometer su responsabilidad civil de provocar situaciones causen daños. La libertad de expresión es un derecho para ejercerlo en sitios públicos (la calle, un parque) o en lugares privados donde el que vocifera contra otro lo controla o recibe permiso expreso del propietario. En la calle, al frente del restaurante, sí es posible congregarse con pancartas para alertar a los clientes de presencia personas deberían ser “No Gratas” por tal o cual motivo.
Hay derecho a organizar un boicot pacífico contra cualquier negocio, en sitios públicos donde no se afecte el tránsito o derechos de terceros. También a distribuir panfletos o hacer campaña en las redes sociales para promover que las personas no asistan a determinado establecimiento por ser refugio social de indeseables. La libertad de expresión que ampara las criticas gastronómicas también ampara estas protestas civilizadas, sin importar la nacionalidad de los manifestantes. De manera que la próxima vez que la ciudadana del “Bravo Pueblo” quiera expresar su ira contra los que cree malos venezolanos, que lo haga como corresponde. El país de “Quisqueyanos Valientes” la acoge a ella, y todos los extranjeros, en un clima de paz no deben alterar sus diferencias políticas.