Como sea (y no lo digo como un consuelo ante el resultado neto de este mordiente 15 de mayo), me siento muy alegre de que en ese hemiciclo, cargado de tanto falso honor, a partir del 16 de agosto tendré por lo menos tres portadores de mis sueños invencibles: Fidelio Despradel, Faride Raful y Fidel Santana, a mucha honra diputados no renunciantes a sus principios, no renunciantes a la alta categoría moral que este pueblo les avala, no vendidos ni jamás comprados, no renegados del pasado ni ajenos a los imperativos del futuro: la garantía mínima de que en el Congreso Nacional tendremos voces verdaderamente altas.