En el 2021, el 15 de septiembre, se cumplirá el Bicentenario de la Independencia centroamericana, cúlmine del proceso iniciado por Delgado y Aguilar diez años antes. Hace setenta años, el 14 de octubre, se fundó la Organización de Estados Centroamericanos, ODECA y, con el Protocolo de Tegucigalpa del 13 de diciembre de 1991, ODECA dio lugar al Sistema de la Integración Centroamericana, SICA.

Del SICA hacen parte dos países centroamericanos que no participaron en la fundación de ODECA cuarenta años antes, Panamá que adhirió en 1953, y Belice que adhirió al SICA en el 2000, y un país caribeño, República Dominicana que entró a hacer parte del SICA en 2013.

Es fácil prever que durante el último trimestre del año entrante habrá muchas celebraciones de estos tres históricos aniversarios. Ojalá no sean meras celebraciones y sirvan para construir un CARD (Centro América y República Dominicana) más fuerte e integrado.

Hace unas dos semanas un artículo sobre este tema fue publicado por un periódico guatemalteco, La Prensa libre. La autora, Olinda Salguero, jefa de gabinete de la Secretaría General de SICA, centroamericana nacida en Guatemala, recordó los adelantos que ha tenido la integración regional, y la importancia de las acciones conjuntas realizadas para sortear la crisis generada por el COVID-19. En particular destacó la importancia del Plan de contingencia contra la pandemia, y el rol jugado por el SICA, considerado justamente como un ejemplo muy exitoso de integración latino americana.

Entre los aspectos más interesantes puestos en evidencia por Olinda Salguero, está sin duda la importancia del comercio intrarregional, (31% de las exportaciones de los países de la región), y el augurio que la experiencia de este año contribuya a fortalecer aún más la integración regional, que es tan estratégica para el desarrollo social, económico y ambiental de nuestra región.

El área comercial es también la en la cual la región tiene un importante acuerdo de asociación con la Unión Europea, pero Centro América es más que un partner comercial.

En esos mismos días, el SICA realizó un interesante Webinar, del cual quiero recordar la indicación que dio el Vicepresidente de l’Institut des Amériques, Carlos Quenan: la necesidad de que los programas de recuperación, después de la pandemia, se enfoquen en salud, educación y tecnología.

Valga la aclaración que el pensar al después no minimiza la importancia de las acciones inmediatas, sobre todo de protección de las clases menos privilegiadas, que son, acá como en los países más desarrollados, las más afectadas en su salud y en sus necesidades básicas. Una reciente publicación de Médicos sin fronteras en colaboración con el Institut Pasteur debe hacernos reflexionar sobre qué puede pasar en nuestros países: un análisis serológico en grupos de riesgo ha dado resultados que definir preocupantes es poco: el contagio afectó entre el 23 y 62% en los centros de hospedaje de urgencia, entre el 18 y 35 % en dos sitios de distribución alimental y entre el 82 y 94 % en dos residencias de trabajadores migrantes. A estos datos hay que agregar que el estudio aclara que se trató de personas que en grandísima mayoría habían cumplido con las indicaciones usualmente recomendadas (lavar las manos y usar mascarillas) y seguido las prescripciones de distanciamiento social. Hay que considerar que en el departamento de Ile-de-France, una de las regiones francesas más afectadas, el promedio de los resultados serológicos apunta al 10%. Esta encuesta, llevada a cabo en un momento de difusión de la pandemia en Francia bastante menor que en los últimos días, muestra que condiciones de hacinamiento y uso compartido de habitaciones, cocinas y servicios higiénicos contribuyen a aumentar el riesgo de transmisión,  indicándonos claramente cuál es hoy la primera prioridad en países con las características socio-económicas de los nuestros.

Sin embargo, la pandemia será superada, y el tema de las prioridades en las políticas públicas postpandemia será ineludible.

El futuro de la región no puede limitarse a reactivar la economía y a programas de salud, educación y tecnología, considerando este último como tema genérico y funcional a salud y economía.

Una de las grandes carencias regionales es su debilidad estructural en ciencia. Las ciencias, en particular las básicas, son el fundamento de cualquier desarrollo tecnológico. Este mensaje del primer Premio Nobel de Física musulmán, Abdus Salam, fue compartido por otro Premio Nobel de Física, David Gross, en su participación en uno de los Congresos anuales de ciencia, que desde 2005 organiza el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología dominicano.

Es cierto que existen nichos de grupos alta calificación, pero esto no debe alimentar ilusiones. Muchos son los elementos que pueden poner en peligro la sostenibilidad de esos grupos.

Una región sujeta a problemas de cambio climático, riesgos naturales y meteorológicos, con una de las mayores biodiversidades mundiales no puede dejar en un lugar secundario la producción de ciencia.

La población media de los ocho países del SICA es de siete millones. Una agenda y una política de desarrollo científico que permita a la región ser interlocutora paritaria de sus partners internacionales requiere necesariamente una fuerte integración y colaboración.

Los científicos somos conscientes de esto y disponibles, como pude comprobar en las últimas semanas durante las cuales he participado en el proyecto de una iniciativa de promoción de acciones de este tipo.

Los aniversarios del próximo año ofrecen una oportunidad, que no quiero definir única, pero si extraordinaria, a los Gobiernos de nuestros países, para responder a la impostergable necesidad regional de desarrollar programas de doctorado, para lo cual la capacidad regional existe y no es aprovechada a cabalidad, fortalecer la infraestructura de investigación y participar en proyectos internacionales de envergadura.

En 2015, tuve la oportunidad de proponer, en una reunión del CSUCA, una acción que en ese momento podía parecer un puro sueño, la creación de un fondo regional de ciencia, FORCYT. El Gobierno de Guatemala la hizo propia y a finales de 2015, su Vicepresidente, Juan Alfonso Fuentes Soria, la presentó en la Cumbre de Presidentes que tuvo lugar en El Salvador. Un incidente sobre otro tema, coyuntural valga la aclaración, impidió que el amplio consenso informal registrado se concretara en una decisión formal.

El tema no ha sido abandonado por Fuentes Soria y el Gobierno de Guatemala, y el SICA y el Parlacen han endosado la idea de crear un FORCYT con un aporte regional anual de 25 millones de dólares. El fin de ese Fondo no es aumentar el porcentaje de PIB invertido en I&D en C y T, lo cual también sería necesario, sino promover un conjunto de intervenciones, acciones y proyectos que no se pueden realizar en el marco de las políticas nacionales de ciencia y tecnología.

A finales del año pasado, estos temas fueron presentados en las Cumbres de Presidentes y Vicepresidentes, que se realizaron otra vez en El Salvador, y previamente hubo también presentaciones de Fuentes Soria, en calidad de Presidente de Parlacen, a Parlamentos y Congresos. En esas reuniones se planteó la urgencia y necesidad de la creación del FORCYT y se entregaron oficialmente a los asistentes los documentos de respaldo correspondientes.

Siempre existen dificultades en llegar al consenso unánime entre los países miembros de una organización internacional. Esto no debería ser el caso sobre este tema. Es cierto e innegable que problemas existen también en nuestra región, pero, aunque a nivel nacional, la década del ’90 comprobó que era posible superar problemas mucho más significativos y con raíces profundas en la historia reciente de varios países centroamericanos.

Si se quiere que la región asuma el rol que le corresponde, como cuarta economía de América Latina, estos aniversarios ofrecen una gran oportunidad. No se debería ponerla en un saco roto.

El discurso del presidente Abinader, en la Asamblea de Naciones Unidas, confirma la mayoría de las prioridades mencionadas. Tal vez la República Dominicana, que no comparte el Bicentenario pueda ser el catalizador que haga posible la creación del FORCYT en el año 2021.

Parafraseando al presidente Castro Madriz: Una independencia política sin independencia científica es ilusoria.