Desde las técnicas de deconstrucción del poema hasta la sátira del manido «lirismo introspectivo» de un Pablo Neruda o Gabriela Mistral, revela la multiplicidad y la energía cambiante de sus textos. En el fondo de su aventura

poética hay ciertas nociones semánticas y giros estilísticos que incorporan nuevas perspectivas. Una crítica al texto como totalidad contenida en el lenguaje, a veces

vinculada al Pop, la publicidad, y las voces que entremezclan letras de boleros, tango, rock, etc.

Diego Maquieira también subvierte las convenciones éticas y estéticas a través de la desmesura gestual, el humor negro, la verbalidad híbrida. Sus poemas establecen una suerte de relectura sobre referencias culturales, que prestigiadas

o no buscan crear una iconografía actuante tanto en un plano dramático como épico. No es gratuito, entonces, la predilección de estos poetas por el cine y la historietas como fuente de creación.

El tono narrativo es uno de esos rasgos. Gonzalo Muñoz, por ejemplo, teje un discurso autoparódico donde surgen escenas entrecortadas y una hipertextualidad de encuadres inesperados. Cada página de por sí, como un fragmento, da un ángulo, a menudo demasiado cercano, que desencaja el conjunto. Lo que Muñoz sugiere es un diorama de momentos saltados por la configuración tipográfica

de tomas parciales, como si se tratara de un montaje cinematográfico, o, también, de un cuadro de historietas o comics , dice Jacobo Sefamí.

Debemos aclarar, sin embargo, que no hablamos aquí de un simple artificio tal y como se encuentra más o menos en ciertos autores hispanoamericanos, sino de un tipo deliberadamente estilístico de uso de procedimientos y técnicas dentro de una dimensión de apertura al contrapunto; en Raúl Barrientos las figuras que se superponen tienen como en Gonzalo Millán valor, no de simple encadenamiento,

sino de metáforas; insistiendo en sus analogías, el autor crea una tensión entre dos significantes de cuya condensación surge un nuevo significado.

Igualmente, en Raúl Barrientos no se trata simplemente de una variación de imágenes estructuralmente análogas, como ocurre en los poemas de Óscar Hahn o Alexis Figueroa, sino la creación de una tensión entre secuencias muy diferentes y distantes que un índice nos obliga a «conectar» de un modo que éstas pierden su autonomía y no existen más en la medida que logran una variada fusión.

Si en la sustitución el significante es escamoteado y remplazado por otro y en la proliferación una cadena de significantes circunscribe al texto como collage, en su condensación, asistimos a la deconstrucción de la obra. En la medida en que esta experiencia permite una lectura en filigrana, en que esconde, subyacente al texto, otro texto, otra obra, ésta revela, descubre, deja descifrar una parodia,

de donde se deriva lo propiamente trágico. ¿Contra qué entonces se rebelan estos y otros poetas?¿Qué tratan de proponernos? Se rebelan fundamentalmente contra dos cosas: primero, contra una forma de poetizar que responde a una falsa concepción canónica; y segundo, contra un lenguaje que masticado y rumiado

hasta la excrecencia termina por desvirtuar y restringir la  obra literaria.

Proponen una poesía abierta, hecha de fragmentos que, en su simultaneidad, pensamiento y reflexión, dan una imagen auténtica de la realidad. Nos muestran

una imagen del mundo contemporáneo como un caos y del hombre como una víctima de la razón. Una suerte de tautología nihilista cuyo único sentido es crear una estética orientada a la insignificancia. Leamos, por ejemplo, a

este ya fallecido poeta, Juan Luis Martínez:

«El único personaje es yo mismo: el pobre!

palabreja convertida en sujeto por obra y gracia de sí

misma!

Destruyendo!

En sí misma su gracia de sujeto.

Destruyéndose palabra!

por palabra. Yéndose cortada…

Yén-dose!

De sí misma hacia el vacío de sí misma”.

Esta poesía se desdobla, dialécticamente se reinventa a través de una realidad verbalmente compleja, al asumir una polifonía argumentativa, ontológicamente absurda, donde confluyen signos literarios y plásticos, en un mismo

nivel de autorreflexión, ruptura y negación.