De tanto debatir sobre la crisis de la educación dominicana hemos arribado a un consenso sobre algo que desde hace décadas era  evidente: la formación de los maestros de las escuelas públicas y de los colegios de clase media baja y sectores pobres es tan deficiente que resulta imposible para el país salir del atraso si no se enfrenta de modo radical la situación.

Es decir, aparte los planteles, las computadoras, los alimentos y la tanda extendida, nada se lograra sin maestros bien formados.

En Finlandia, por ejemplo, una de las profesiones que requiere más años de formación universitaria es la de maestro de educación básica

Para ser admitido como maestro en Finlandia es necesario realizar una maestría de cuatro años de duración después de la licenciatura.

El ejemplo finlandés puede parecer extremo para nuestras carencias, pero ilustra la extraordinaria importancia de la preparación del profesor.

Un esfuerzo serio de capacitación de maestros en nuestro país debería esquivar la ya popular trampa de los últimos anos que consiste en el reciclamiento gatopardiano de los licenciados, proceso sobre el que han florecido  programas de maestrías para maestros en varias universidades, financiados con fondos públicos y de organismos como el BID y el Banco Mundial, entre otros. Ahora bien, ¿Cuántos maestros hemos “capacitados” desde la mentada “reformas” de los 70s y 80s? ¿Y con el Plan Decenal? ¿Y los resultados?

Aquellos esfuerzos no han sido completamente inútiles, notables avances ha tenido el sistema, pero la creciente masificación, la perdida de liderazgo efectivo del Estado en el servicio educativo junto a la generalización de la politiquería y el clientelismo han contribuido al deterioro integral del sistema.

En ese contexto muchos han propuesto la importación de expertos extranjeros para que formen a los maestros dominicanos. Me parce una buena propuesta, pero no suficiente, ni tampoco la dimensión principal de un plan de superación a fondo y sostenido del problema de la precaria preparación del magisterio.

Esa iniciativa debería acompañarla un programa especial de becas  para que jóvenes maestros con cualidades y voluntad de superación realicen maestría y doctorado en universidades e institutos del exterior sobre diferentes ramas de la actividad educativa: enseñanza de las matemáticas, de las ciencias naturales, de las ciencias sociales, de la lengua castellana, en administración de centros educativos, en evaluación educativa, etcétera.

El país debe formar a quienes integraran y dirigirán las nuevas escuelas superiores de formación de maestros, que habrán de operar con una calidad tal que nadie vuelva a pensar en “importar profesores”.

Las escuelas de especialidades médicas en el país fueron formadas por médicos nacionales que viajaron al exterior a formarse, luego regresaron al país y fundaron las especialidades correspondientes donde se preparan ahora cientos de jóvenes talentos de la medicina.

Así ha ocurrido con otras profesiones, y con muchísima más razón también debe suceder con la formación de maestros.

El 4% debe alcanzar par eso…