Nueva York.-Aunque sólo hayan tres autores confesos del brutal asesinato del periodista y presentador de TV Claudio Nasco, la verdad es que a Claudio lo matamos todos. Los líderes religiosos predicando la homofobia, transformaron esa doctrina de amor, el cristianismo, en un mensaje de odio.

Claudio, como tantos otros homosexuales y lesbianas, debió sentirse absolutamente pecador e indigno, porque la sociedad no le permitió asumir en público su identidad sexual.

Como a Claudio, empujamos a otros homosexuales y lesbianas a los abismos sociales y humanos creados por las desigualdedes económicas para poder vivir su sexualidad. Se lo entregamos a jóvenes excluídos y deshumanizados. Claudio pudo tener una estable y saludable relación de pareja, si como sociedad le hubiésemos permitido asumir libremente identidad sexual.

Quien haga o celebre bromas ridicuizando la homosexualidad, devalúa humanidad de algún pariente cercano, porque todas las familias tienen homosexuales y lesbianas.

Los verdaderos hombres deben levantarse defendiendo la humanidad y los derechos de homosexuales y lesbianas, como muchos hombres libres históricamente se levantaron defendiendo a los oprimidos.

Necesitamos con urgencia una nueva cultura de intolerancia ante la homofobia, un cambio radical desde la cúpula de la sociedad, promoviendo el respeto y tolerancia.

El Papa Francisco lo predica y practica cada día.

Los verdaderos líderes cristianos muestran el auténtico amor de Jesús abriendo sus corazones, brazos y templos a los rechazados, excluidos, devaluados, ridiculizados y oprimidos por nuestros prejuicios. Homosexuales y lesbianas también son hijos e hijas de Dios, “hay de todo en la viña del señor”, y “de todos será el reino de los cielos”.

Lo de Claudio se aclaró lo de Jean Luis Jorge, otra figura de la TV, nunca se aclaró, otros crímenes similares ni son noticia. Callando ante la homofobia, seguiremos siendo culpables de las próximos tragedias como el de Claudio.