El título parece sacado de un libro de Derecho, grande, pesado y con letras pequeñitas. Me suena como algún principio básico de ley. Y fácil, podría hasta ponerle el tono elegante y correcto de los abogados.
Siendo una frase tan alentadora, suelo decírmela constantemente. En buenos y malos momentos. A mí me ha funcionado siempre.
En los buenos, cuando uno espera con ansias que llegue ese día para escapar de la ciudad en ánimo de cariño, para juntarse con amigos, compartir en familia o descansar en casa. O tan sencillo, como cuando desde el lunes, uno empieza a llamar al viernes.
En los malos, porque a fin de cuentas uno tiene la certeza de que todo pasa. Y en algún momento, el mal rato también se acaba.
La primera vez que la escuché con atención, mi papá me consolaba cuando me tocó enfrentar la parte más dura del divorcio, las primeras vacaciones compartidas de mis hijos. A todas luces, una prueba de sano desapego, para la madre y para los hijos, que no se han separado nunca. Y de justicia, para el padre y los hijos, que afectivamente se necesitan.
El consuelo por supuesto que funcionó. Aquella frase estaba llena de razón y no podría fallar porque todos somos hijos del tiempo. La vida misma lo es. Vivimos a merced del tiempo y es el único que sin negociar, nos somete a la obediencia. Sin pausas, sin prórrogas, sin segundas oportunidades. El tiempo no falla en llegar, en estar, en vencerse y en pasar factura.
Póngale fecha a sus plazos, espérelos, empiece su conteo regresivo. O como yo, dibuje sus tiempos. Visualice su premio cuando el tiempo se cumpla y vaya tachando su lista o rellenando con colores el mapa de sus días.
Que por lejos que uno los vea, esos plazos se van a cumplir. Así sea terminar el día para llegar a casa; finalizar un mes provechoso de trabajo; esperar la quincena para saldar las deudas del bolsillo; o sentarse a esperar que llegue el mediodía de un viernes para ponerle sabor a la vida.
A mí a los plazos me gusta pintarles playa, palmeras, nubes blancas, sol radiante, traguitos bien fríos para el calor, un playlist lleno de complicidad y una carretera larga para conversar sin tiempo. Si es así que se me cumplan todos.