Ya sea fruto de la creación o de la evolución, las mujeres parecemos estar hechas de un material extraordinario. De ese material con el que arman los héroes. Sin ánimo de pecar de ostentosa o fanfarrona, no existe un ser más resistente y determinado que una mujer cuando decide el rumbo de sus pasos.

Venimos al mundo preparadas para no tomar vacaciones de la vida. Los días de una mujer son de constante aprendizaje que a golpe de muchas experiencias, buenas y otras no tan buenas, nos han hecho desarrollar una fortaleza maravillosa que nos permite dentro de cualquier desgracia hacer de soporte de toda una familia, incluyendo de los propios hombres.

Nacimos bajo las condiciones de un machismo arraigado dentro de la misma cultura de los dominicanos, que cuenta con la aprobación de nosotras mismas y que hemos heredado generación tras generación. Nos criaron con la mentalidad atrasada de ser el infame “sexo débil”, aún sabiendo que poseemos la fuerza y el empeño de los hombres y rematamos con el encanto propio de nuestro género. Una liga que usada con cabeza y unos tacones fabulosos puede traer consigo resultados maravillosos.

Seguimos luchando contra los cánones que nos obligaban antes a quedarnos en la casa cuidando de los hijos y del marido. Hoy nos podemos quedar pero por elección, por convicción personal, no por imposición.

A pesar de aquel machismo impuesto por siglos en la cultura latina, las mujeres hemos sido capaces de abrirnos un espacio importante en cada una de las áreas que antes estaban reservadas exclusivamente para hombres. Salimos de la cocina y ahora paseamos hombro con hombro con los hombres que toman decisiones.

Mujeres que gobiernan países; que negocian la diplomacia de grandes potencias; que están al frente de la defensa de una nación; que cuidan las calles junto a los hombres; que protegen a los ciudadanos con recelo; que toman decisiones de índole superior en la vida de las naciones; que hacen política; mujeres que manejan el dinero; que administran negocios; que reportan desde la zona de guerra bajo fuego cruzado; que corrigen y redactan en importantes salas de prensa de todo el mundo, mujeres que salvan vidas y mujeres que han decidido tomar la más seria comprometida de las misiones: llevar las riendas de una familia haciendo de amas de casa sin perder de vista la esencia de ser madre, esposa, amiga y amante todas a la misma vez.

Imaginen la grandeza de las mujeres, somos seres tan especiales que somos capaces de regalar vida. Ese, sin duda alguna, debe ser el milagro de la naturaleza femenina que más asombro me causa cuando se analiza en detalle. Acoger un pequeño ser en el vientre, una extensión de vida, como un anexo de amor al corazón remodelado. Y ser capaces no sólo de dar vida, de hacer que el milagro pase, sino que nos han dado también la virtud de amar sin condiciones, tantas veces sea necesario.

Me llama la atención que siendo las mujeres los seres maravillosos y grandes que podemos ser, encontremos en las mismas mujeres al más grande crítico enemigo que un género pueda tener. Increíble que cuando se trata de señalar a una mujer, por las razones que sean, las más duras críticas salgan siempre de la boca de otra mujer. Que crueles podemos ser en ocasiones y que ciegas podemos estar para no ver la paja en el propio ojo.

Si fulana está hecha, si se hizo una lipo, si se puso las tetas, si se inyectó los labios, si está muy gorda parece una vaca, si está demasiado flaca se ve muy enferma, si tiene la venta pesada, si ha tenido muchos amantes, si es chapeadora o es jamona, si decidió no tener hijos o si en lugar de la tradicional parejita ha decidido tener 5, si le fue infiel al marido, si se divorció o si a sus 35 sigue soltera y en casa de su mamá. Todas contra una y una contra todas, no importa aquello de suicidar la clase.

No hace falta hacer campaña como hermanas ni abrazarse a ideales que usted no comparte, basta con que usted se ponga en los zapatos de la otra o simplemente con atender su cartón, que de seguro la vida también le ha concedido sus propios defectos, sus propios fantasmas y sus propios errores como para andar ocupándose de los de las otras damas. Total, cada quien tiene su cola que le pisen y de usted no tenerla…empiece a escribir su historia para que cuando lleguen los años y el pelo se pinte de blanco, usted tenga material para reírse sola mientras le toca tejer en una mecedora. Ande! salga a vivir sus años de vida!