Empecé a escribir artículos de opinión hace más de 15 años, motivada por una historia personal que me hace reaccionar frente a toda forma de injusticia y de negación de derechos. Al trabajar en un barrio vulnerable me sentía en una situación un tanto esquizofrénica, al pasar gran parte del día en Villas Agrícolas -donde trabajo- y las noches en Arroyo Hondo -donde vivo. Dos mundos bien cercanos, geográficamente hablando y, sin embargo, tan distantes.
Encontré la forma de conciliar estos dos mundos a través de los testimonios de vida de los moradores de este sector marginado urbano que recojo en mis artículos, que reflejan seguramente los de cualquier otro sector con estas mismas características situados en el cinturón de pobreza de Santo Domingo.
Durante todos estos años he escrito y lanzado una pequeña voz de alarma sobre las situaciones de inequidad, violencia y abusos, sobre las deficiencias de nuestro sistema educativo, los atropellos al medio ambiente y también sobre los destellos de luz y las esperanzas que encontramos sobre la marcha.
Dicho sea de paso, estos puntos luminosos no vienen de políticos, de partidos o del gobierno, sino de personas solidarias, comprometidas con sus respectivos trabajos, con la gente y con su país. Día tras día, semana tras semana, mes tras mes, año tras año.
16 años en Villas Agrícolas y más de 40 años en un país es suficiente para entender que nubes negras se acumulan sobre las cabezas de nuestros gobernantes. Parece que el vaso está rebozando y la lógica nos diría que algo tiene que pasar. Esto sería sin contar que vivimos en el país de las maravillas, de las maromas, del “vuelve y vuelve” y del “se queda y se queda” (consignas políticas fundamentales de las campañas del difunto presidente Balaguer).
Lo que sí entiendo es que es demasiado tarde para la “reflexión”, como lo propone “ingenuamente” Margarita Cedeño, ex primera dama y actual vicepresidenta de la República y miembro del comité político del PLD.
No es cierto, como ella declara, que los “casos particulares” de corrupción no afectan a la organización política de la que ella es dirigente.
Cuando la mayoría de los integrantes de la máxima autoridad de un partido tienen cola que le pisen, les resulta ciertamente muy difícil “separar el grano de la paja”. Durante mucho tiempo han permanecido callados y ya se sabe que “quien calla otorga”.
Quizás nunca se conozcan a cabalidad los acuerdos de aposento y los entramados mafiosos cubiertos por la impunidad cuando se ha tratado de llenar las arcas de los partidos, para la realización de campañas electorales cada vez más costosas, grotescas y vergonzosas.
Lo que sí se sabe es que los integrantes de las redes delictivas políticas se han enriquecido de manera indecente, portando hasta el día de hoy un pasaporte para la impunidad.
No es solicitando ahora la exclusión de sus compañeros directamente señalados por el gobierno de los Estados Unidos e implicados en el escándalo Odebrecht, que se podrá cambiar los hechos.
Uno de los que hoy pide la expulsión pudo haberlo hecho mucho mejor cuando se le presentó una excelente oportunidad. Me refiero al señor Domínguez Brito, que debió apelar el fallo de no ha lugar a favor de Félix Bautista. Tomó entonces como pretexto la podredumbre de la Justicia para no cumplir con su deber. Y es que después de una denuncia así se renuncia.
Para enaltecer su imagen política, muchos de nuestros políticos y políticas sufren de una forma muy particular de “bipolaridad”. Externan en los periódicos opiniones o publican artículos para enaltecer sus respectivas imágenes. Lo que se expresa en esos textos, a menudo escritos por terceros que calcan conceptos políticamente correctos a nivel internacional, no tiene nada, pero nada que ver, con sus acciones y con los motores que guían sus vidas.
Termino diciendo que las crisis no nacen de un día para otro. Muchas veces se les ve venir. La degradación del PLD y la del conjunto de partidos que se hacen el juego unos con otros para mantener su cuota de poder es solamente la historia de una muerte anunciada.