Ningún país puede alcanzar altos niveles de desarrollo económico, social, político y cultural ni llegar a ser competitivo si no coloca la educación como primera prioridad de su agenda. Sí, como primera prioridad. Por encima del PIB deberá ponerse el producto PIE (Producto Interno Educativo). La riqueza educativa existe pero debe ser bien distribuida.
Esto está obligando a los países a definir con claridad el tipo de educación que necesitan y a movilizar “inteligentemente” todos recursos necesarios para sintonizar sus sistemas educativos con sus proyectos nacionales de desarrollo en un mundo abierto y cada vez más demandante y competitivo. Aquí también habrá que hacerlo
Por lo que estamos viendo que se hace y se deja de hacer, por lo que se dice y se deja de decir en la educación dominicana, pareciera que la respuesta a la pregunta: ¿En verdad conocemos el tipo de educación que requiere el país?, es ignorada o poco comprendida por sectores académicos, políticos, empresariales y “organismos internacionales condicionantes”, no sin antes destacar que no existe una sola respuesta y que tampoco hay dueños, ni territorios exclusivos de la misma.
Los índices, los ranking y las mediciones multisectoriales -nacionales e internacionales- de la “competitividad del país” dejan entrever que en materia educativa nuestro país debe acelerar el paso y redefinir el camino para asegurar los cambios e innovaciones que permitan exhibir un mayor impacto y una mayor relevancia y adecuación a las demandas educativas del presente y del futuro. No es suficiente saber que estamos caminando, es necesario saber que lo estamos haciendo en la dirección correcta y a debida velocidad.
Es la necesaria “democratización de pregunta y de la respuesta” lo que le da la educación la dimensión de derecho de todos, más allá de simple construcción de parcelas educativas que la convierten en educación pública, en educación privada, en educación para el trabajo, y en otras taxonomías que expresan desigualdad, exclusión, domesticación y que relegan otros requerimientos sociales y educativos urgentes e indispensables tales como educar ciudadanos y ciudadanas críticos, libres, creativos, democráticos, justos, responsables y solidarios.
Sin que predomine una respuesta, sino procurando la integración plural de todas, habrá de procederse entonces al análisis crítico de los conceptos utilizados en el discurso pedagógico y en la fundamentación de los conocimientos, creencias, metodologías, acciones y prácticas educativas, que deben ser repensados continuamente al mismo ritmo de los cambios nacionales, regionales y mundiales con una clara y profunda visión de un futuro que deje espacio a la utopía, a la creatividad y la innovación.
Y si fuera necesario depurarlas, habrá de preferirse aquellas portadoras de una mirada “glocal” que obliga al que planifica, enseña o aprende “a pensar globalmente para actuar localmente”, y viceversa, evitando las trampas de la insularidad, que reducen el horizonte así como la aceptación acrítica de las ideas importadas por organismo y expertos internacionales que sobredimensiona todo lo que dicen o traen “los de afuera”. Sin embargo, la sabia combinación de lo uno y otro es lo virtuoso.
Para responder la pregunta de manera apropiada, pertinente y validada deberemos recorrer caminos ya trillados en el ámbito nacional, como el Pacto por una Educación Digna, el Pacto por una Educación de Calidad, la Estrategia Nacional de Desarrollo, las ponderaciones se grupos y sectores académicos, empresariales y sociales, esfuerzos todos que deben revisados, actualizados y fortalecidos.
En el plano internacional o regional podemos nutrirnos, entre otras, de las orientaciones de iniciativas tales como Metas Educativas 2021, emanada de la XX Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno Iberoamericanos, celebrada en Mar de la Plata, Argentina en el 2010.
Dicha iniciativa compromete a los Estados miembros a “dar una respuesta satisfactoria a demandas sociales inaplazables: lograr que más alumnos estudien, durante más tiempo, con una oferta de calidad reconocida, equitativa e inclusiva y en la que participen la gran mayoría de las instituciones y sectores de la sociedad, consciente de que la educación es la estrategia fundamental para avanzar en la cohesión y en la inclusión social”.
Es posible que usted esperara conocer mi respuesta. De la misma manera también espero por la suya para que junto a las otros muchos la expresemos comunitariamente en voz alta, en “voz pública”, entretejiendo la crítica, el cuestionamiento y el compromiso, a sabiendas de que una educación anticuada, parcial, simplista o inadecuada constituye un peligro nacional. Formular la pregunta es encender la alarma para que no sea así.
Sigamos preguntando y respondiendo, conscientes de que no preguntar es la peor de las respuestas.