Goliat acusando a David de ser un bully.

Un país con 900 bases militares en 130 países lejanos de sus playas, incluyendo a las de Colombia, Curazao y Aruba, con su Cuarta Flota Naval controlando el mar Caribe, acusa a Venezuela de ser un peligro para su “seguridad nacional”.

“Venezuela no es una amenaza sino una esperanza”, reza el anuncio en el New York Times del 17 de marzo del 2015 pagado por el gobierno de Venezuela y dirigido al pueblo de los Estados Unidos de América.

La historia se repite una vez más. Aquella frasecita que causó la guerra interminable del Medio Oriente (Irak, Afganistán, Siria y el Estado Islámico) se repite a sí misma: “armamentos de destrucción masiva”.

Resulta y viene a ser, sin embargo, que la patria de Simón Bolívar no es Ucrania ni es Libia ni es Túnez; ni es Siria, ni es irán y ni siquiera se parece a Egipto.

Venezuela invierte el 1.5% de su Producto Interno Bruto (PIB) en sus fuerzas armadas, mientras que los EEUU, con casi tres trillones de dólares al año, gasta el 4.5%, sumando más del presupuesto militar global de todos los países del mundo.

“Venezuela está activamente poniendo en práctica una doctrina militar que incluye el uso de armamentos de destrucción masiva contra los Estados Unidos”, declaró fríamente ante el Senado estadounidense el “experto” en asuntos latinoamericanos, Douglas Farah. Y todo el mundo tan campante. Es como decir que en los jardines de la Casa Blanca descendió una flotilla de platillos voladores de Marte. ¡Ojalá llegara pronto ese dia!

No nos sorprendamos, porque en este mundo surrealista en que vivimos cualquier cosa es aceptada como un hecho consumado. Lo blanco puede ser negro y lo bueno, de repente, puede tornarse en malo cualquier día de la semana. Y todo el mundo se lo traga y la vida continúa su agitado curso.

Es la repetición de aquella otra película surrealista del 1986, cuando Ronald Reagan, como protagonista de otra cinta del celuloide entre vaqueros e indios decía por la televisión que los sandinistas nicaragüenses se estaban acercando al Río Grande. La frase específica del presidente era que “los sandinistas estaban a dos días de Harlingen, Texas”. Y, como nadie sabía dónde quedaba el Rio Grande ni, muchísimo menos dónde quedaba Harlingen en Texas, todo el mundo se lo creyó como si nada y continuaron mirando otras películas.

Parecía que estaba delirando, como parecía que estaba delirando Lyndon B. Johnson cuando en el 1965 envió a miles de marines a invadir a la Republica Dominicana invocando también el mantra de la “seguridad nacional”.

Ahora le ha tocado el turno a Barack Hussein Suetoro Obama.

Reagan se refería a los “freedom fighters” (los llamados “luchadores por la libertad”) con el mismo desparpajo que ahora Obama se refiere al peligro que representa Venezuela para los Estados Unidos.

Cuando el Congreso le impidió a Reagan seguir ayudando masivamente a los “contras”, su administración se inventó la operación hoy día conocida como “Iran-gate”, cuando le vendía ilegalmente armamentos a Irán y destinaba esos fondos a la lucha contra la Nicaragua de los años 80.

Lo interesante del caso es que, mientras Barack Hussein Suetoro Obama públicamente le dice al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, que no gobierne a base de decretos (cartuchazos) presidenciales, él está haciendo exactamente eso, gobernando a través de cartuchazos (las “órdenes ejecutivas” que los Republicanos llaman “ilegales e inconstitucionales”). La última ha sido precisamente la Orden Ejecutiva del 9 de marzo de este año, declarando a Venezuela una amenaza contra la “seguridad nacional” estadounidense, y anunciando un “estado de emergencia”.

No es ninguna coincidencia que unos días antes Obama había dicho, como lo más natural del mundo, que “a veces el gobierno estadounidense le “retuerce las manos a algunos gobiernos que se niegan a hacer lo que nosotros necesitamos que ellos hagan” (palabras textuales). A los pocos días se llevó a cabo otro intento de golpe de estado en Venezuela y el presidente Maduro acusó directamente a los EEUU.

Algunos han dicho que la razón principal del súbito viaje de Thomas Shannon, consejero especial del Departamento de Estado, se debió a la búsqueda del apoyo dominicano en vísperas de la reunión de los Jefes de Estado en Panamá. Sin embargo, no olvidemos que el amor y el interés se fueron al campo un día y más pudo el interés que el amor que le tenía a Petrocaribe.

Estas incongruencias han hecho que Venezuela hoy día esté en pie de guerra. ¡Qué curiosa contradicción! En lugar del descontento en las calles lo que hay son miles de milicianos ofreciéndose a defender su patria. El tiro, otra vez, salió por la culata.

Un amigo venezolano me acaba de decir, en el inconfundible vernáculo maracucho:

“¡P’tras ni pa cogé impulso!”.