El rector de la Universidad Iberoamericana (UNIBE), doctor Julio Amado Castaños acaba de sugerir, públicamente, que el Gobierno intervenga a las escuelas de formación de maestros de las universidades dominicanas.

Hay dos hechos que les dan fundamento a esa sugerencia:

Primero, que con frecuencia gran número de aspirantes a un nombramiento como maestros de escuelas públicas reprueban los exámenes de evaluación impartidos por el Ministerio de Educación de la Republica Dominicana (MINERD).

Y, segundo, que la baja calidad de la educación básica dominicana es consecuencia, entre otros factores, de la precaria formación académica de gran parte de los maestros de nuestros niños.

He tenido una larga experiencia directa sobre este problema debido a que hasta hace escasos meses fui profesor de física de la UASD y aparte cursos para estudiantes de ingeniería y carreras afines, también impartí física para maestros de educación básica en ejercicio o que aspiran a conseguir un nombramiento oficial del MINERD.

Las cátedras de física pueden ser una excelente ventana para explorar la preparación general recibida por los estudiantes durante el bachillerato.

En la física, la construcción de conceptos y explicaciones verbales o escritas de fenómenos cotidianos o abstractos es inevitable y ponen a prueba las posibilidades de razonamiento lógico del estudiante.

Además, aunque la física no es matemática, “una física sin matemáticas es hojalatería”, solía decir un venerable maestro español. En consecuencia, en la dinámica de enseñanza y aprendizaje en el aula el dominio o la ignorancia de los fundamentos de las matemáticas por parte del alumno siempre sale a flote.

En esta última década mi experiencia con el desempeño de los estudiantes fue terrible, y cada año la situación era peor. Lo primero es que la cultura científica general conque llegan a la universidad los jóvenes provenientes de los liceos públicos o de colegios privados “pobres” es casi nula o muy superficial. Ante el más leve cuestionario se descubre de inmediato que durante la fase preuniversitaria los maestros pasearon al estudiante por todas las esquinas de la ciencia, pero no se pararon en ninguna a beber con sosiego un sorbo de sus leyes y aplicaciones.

Es común observar que al nuevo bachiller todo le “suena”, pero de nada se recuerda, nada sabe.

Pero, lo más grave es la incapacidad casi absoluta de los bachilleres para resolver un problema o ejercicio práctico que se le plantea. Típicamente los exámenes de física o de química, por ejemplo, incluyen una parte de preguntas “teóricas” y otra de ejercicios y problemas”; cada vez son más los estudiantes que solo trabajan las preguntas y dejan intacta la parte de problemas. Es difícil separar esta deficiencia de las responsabilidades de quienes fueron sus maestros.

Lo que se desprende de los resultados desastrosos de los exámenes de evaluaciones que hace el Ministerio de Educación a los graduados de educación es que en gran medida las deficiencias intelectuales con que llegan desde el bachillerato no se corrigen en la universidad de donde finalmente salen “igualitos”.

Es un círculo vicioso, porque esos aspirantes a maestros llegan a las universidades súper mal formados y allí reciben un “paño con pasta”, un título, un anillo y regresan a las escuelas a “enseñar”.