Nuestra sociedad amerita una nueva construcción de civilidad. Una cultura que forje en primacía la cooperación colectiva con el vínculo con las decisiones individuales. Necesitamos cultivar un nuevo modo de vida, donde las normas de convivencia social se constituyan en la interacción social de la confianza que exprese el signo laudatorio del humano, como ser social, trascendencia esencial de nuestro pasado en el largo trajinar de la evolución y de su historia.

Requerimos desconfigurar esta cultura individualista que se regodea con el poder sin importar la legitimidad y sus trampas, una cultura entrampada en la distancia del poder, que nos dibuja a veces en la genuflexión más abyecta. Necesitamos desaprender para internalizar aprendiendo la impostergabilidad de abrazar el cambio como leit motiv de la incertidumbre. La certidumbre, en la sociedad del conocimiento y del cambio, hoy, es la excepción. Estamos instalados en la perplejidad, en la duda y nada de certeza, como espacio que nos damos en la construcción de la esperanza, de la ilusión, que es la vida verdadera.

Urge desarrollar la Resiliencia, que como diría Andrew Zolli y Ann Marie Harly es la “capacidad de un sistema, una empresa o una persona para mantener su objetivo central y su integridad ante circunstancias que han cambiado dramáticamente”. Para Ben Schneider es “la forma de cultivar la capacidad de resistir situaciones extremas y salir airosos de ellas”. Incertidumbre, riesgos y volatilidad, sin embargo, compromisos y lucha por nuevas posibilidades. Es inexorable, al mismo tiempo, ahorcar esa costumbre de las resistencias a la transparencia, estrangulemos la complicidad social, el cinismo y la simulación y añoremos, augurando un nuevo espíritu cívico en el actual contexto.

Wiston Churchill acuñó como frase lapidaria algo que retumba en el concierto de nuestra sociedad “No hay peor error en el liderazgo público que promover falsas esperanzas que pronto se esfumarán”. Por ello, es inexcusable, una confianza institucional que apele a la cultura de la legalidad y de la legitimidad como eje primordial de la Gobernanza democrática. Resquebrajar esas modorras mentales que crearon los paradigmas de los Siglos XIX y XX. Modelos mentales que como mapas no nos sirven y que debemos generar ruptura y proceso. Es asumir una nueva manera de construir más y mejor Capital Social.

Es así como visualizamos la Teoría de Juegos, que no es más que el “estudio de las decisiones humanas en situaciones estratégicas”. Para los sociólogos, la Teoría de Juegos es la búsqueda de decisiones que tienen que ver con los bienes públicos, sinergizando las decisiones individuales en el marco de la cooperación. Es la necesaria colaboración entre los individuos para la provisión de bienes públicos.

En la sociedad dominicana hay una fuerte debilidad institucional que destruye y cercena todo el tejido institucional, que como clave en toda Gobernanza democrática, se convierte en un eje estratégico, en un eje transversal para todo el componente societal. Un tejido institucional endeble desdibuja la democracia a mediano y largo plazo. El Índice de Competitividad del Foro Económico Global 2015-2016, que obtuvimos un ranking de 95/140 en el Pilar Institucional, de indicadores, salimos así:

  1. Confianza del Público en los políticos 125/140;
  2. Favoritismo en las decisiones de puestos gubernamentales – 126/140;
  3. Malgasto del Fondo Público – 116/140;
  4. Comportamiento ético de las firmas – 130/140;
  5. Confianza en servicios policiales – 137/140;
  6. Crimen organizado – 112/140;
  7. Manipulación de Fondos Públicos – 134/140;
  8. Independencia del Poder Judicial – 1105/140.

Si a esa realidad fáctica de la referida medición le adicionamos la Teoría de Juegos, de los actores involucrados en la Administración de Justicia, el proceso y resultado no puede ser más pavoroso. La cúpula destinada a la gestión y administración de la Justicia, que al tiempo que actúan muy reactivamente juegan al Dilema del Prisionero, en la Teoría de Juegos. La categoría del Dilema del Prisionero en la Teoría de Juegos a su vez tiene dos dimensiones:

  • El que expone la coordinación entre las personas, que tienen intereses muy cercanos y a la vez han de compartir.
  • El de conflicto o de suma cero; cuya caracterización se centra en que las ganancias para unos actores, significa pérdidas para los demás interactuantes en el proceso.

Cabe resaltar que los resultados esperados en esta visión de interactuación, de relación, que va de lo positivo o de suma distinta de cero; hay un abanico indeterminado que se mueve entre la cooperación y/o el conflicto. Hay 5 formas de resolver un conflicto:

  1. Competencia (Ganar/Perder);
  2. Adaptación (Perder/Ganar);
  3. Evitación (Perder/Perder);
  4. Transigir (Ganar/Perder- Perder/Ganar);
  5. Cooperación (Ganar/ Ganar).

En nuestra sociedad, en la dinámica de la negociación en la Teoría de Juegos, se abrazan las dimensiones a, b, c y d, pero muy escasamente la e. Así mismo, se asume la Teoría del Prisionero, orientado ora por ignorancia ora por la concepción autoritaria del poder, se guían por el Conflicto. El Dilema del Prisionero es el juego de suma distinta de cero en el que nos pauta toda la problemática que encierra las acciones y decisiones colectivas.

Es la mirada incierta, la ceguera tubular en el que los actores no trabajan en cooperación, sabedores que la colaboración generaría resultados colectivos mejores para todos los actores involucrados y en consecuencia, gana la sociedad. Esta acción en los participantes coadyuva a una escalera mayor de confianza y el edificio del tejido institucional no se diluye ni pierde credibilidad.

Lo que dijo la Magistrada Yeni Berenice Reynoso de la pobre cooperación es un ejemplo elocuente del Dilema del Prisionero, en la visión del conflicto, en la de suma cero. Lo que expuso el Procurador Domínguez Brito acerca de que no creía en los Jueces de la Suprema Corte y que por eso no recurriría en casación ante el expediente del Senador, es otro Dilema del Prisionero. El apoyo que ahora le da al Presidente de la Suprema, el Procurador, sin ninguna explicación del cambio y sin que se advierta ninguna decisión que corrija el endeble tejido institucional, se corresponde con la Teoría de Juegos de Toma y Daca, en una cooperación sin convicción y sin confianza. Cuando el Presidente de la Suprema dijo que creía en sus jueces asumió una estrategia dominante. Lo mismo que cuando les pidió las renuncias a los dos jueces. Escogería el Dilema del Prisionero, del conflicto y dominación.

¡Ahora, el Toma y Daca es la fuente y fragua de una agenda que escapa a los actores del Sistema de Justicia. Una agenda de la REELECION que se bosqueja en el diseño al mismo tiempo, de un libreto del Partido. El tejido institucional se degrada y se pospone!