Algo no hemos hecho bien que a pesar de tantos estudios realizados para diagnosticar nuestros males y recomendar soluciones y de un sinnúmero de diálogos, cumbres, comisiones, reformas legislativas y pactos suscritos, muchos de nuestros problemas no se han corregido, y en algunos casos se han agravado.
Y no se trata solo de insuficiencia de recursos, porque la lucha para el cumplimiento de la asignación del 4% del PIB para la educación como ordena la ley finalmente consiguió que así fuera, sin embargo a varios años de esa conquista y de suscribirse el pacto por la reforma educativa, la penosa conclusión es poco se ha avanzado para mejorar la mala calidad de nuestra educación y que seguimos teniendo falencias inexcusables en nuestro profesorado, pero un gremio politizado que con la fuerza que se negó a cualquier posibilidad de contratación de profesores foráneos para las escuelas públicas exige de todo, menos rigor y calidad de sus miembros.
Para corregir hay que penetrar hasta las raíces para arrancar lo malo, enderezar lo torcido, cambiar malas prácticas y crear una nueva cultura, lo cual es difícil, demora tiempo y exige mucho seguimiento y firmeza, porque casi siempre hay que enfrentar intereses y afectar a personas, lo que se complica en un país pequeño en el que impera no solo el clientelismo sino el amiguismo.
Ahora que nuevamente el tema de la reforma policial emerge luego de la abominable acción de policías que acribillaron el vehículo en que viajaban varias personas segando la vida de una joven pareja, y que se designa un grupo de trabajo para su transformación y profesionalización, lo que el presidente ha dicho hará “cueste lo que cueste y me cueste lo que cueste”, debemos mirar atrás para no repetir errores.
Y esto es fundamental, pues precisamente ese costo que casi nadie está dispuesto a asumir, y no solo se trata de las autoridades y políticos, por la presión tan grande que se ejerce desde los entes a transformar y gremios, sindicatos, organizaciones y personas que buscan mediar para mantener el estatus quo o proteger a algunos, es lo que generalmente impide que se produzcan los efectos deseados y que los intentos se conviertan en simples reformas de papel o cosméticas, con distinta forma pero el mismo viciado contenido.
Tenemos que revisarnos y hacer un análisis sincero de las causas de tantos intentos fallidos, de tantas reformas perdidas, de tanto fútil intento de poner pintura por encima, de tratar de esconder la basura debajo de la alfombra y los esqueletos en los armarios, y hacer un acto de contrición que nos lleve a abordar los problemas de forma responsable, y no solo a las autoridades sino a todos los ciudadanos, porque no habrán cambios mientras los problemas sean de todos pero las soluciones responsabilidad exclusiva de otros, o mientras los clamores de reforma se detengan frente al interés de cada grupo o persona, que farisaicamente clamarán por la solución de la paja del problema ajeno, pero no la viga del propio.
Si tenemos una mala policía, un sistema educativo de muy baja calidad, un deficiente sistema eléctrico, un defectuoso y desigual sistema de salud, un tránsito caótico, pésimos niveles de respeto de espacios públicos y de ornato, es porque detrás de cada reforma fallida hay un interés que no se quiso tocar, un gremio o sector económico que no se quiso afectar, un apoyo político que no se quiso perder, un tumor maligno que no se extirpó completo y volvió a crecer, un humilde padre de familia que se prefirió dejar por la libre ante el peso de la deuda acumulada y la escasez de respuestas, una falta de sanciones, una protección de “los nuestros”. Ojalá que esta comisión rebautizada como grupo de trabajo, pueda lograr lo que otros no consiguieron antes, asiéndose de la firme voluntad expresada por el presidente para recomendar, promover y dar seguimiento a todo lo necesario, esperando que no se trate de la misma obra con distintos actores e igual final.