En el mundo actual, sobre todo en el de la política, existe una significativa cantidad de temas cuyas complejidades y aparentes paradojas son de difíciles respuestas, dada las limitaciones de los elementos analíticos hasta el momento desarrollados por las ciencias sociales en sentido general, la insuficiencia de los viejos supuestos del paradigma marxista y a los pobres niveles de articulación de las fuerzas de sociales cuyos temas les interesan y afectan.

Cómo explicar. que a pesar del surgimiento numerosos y esporádicos  movimientos de protestas y de indignación contra un capitalismo en profunda crisis, los sectores de clase más conservadores del sistema que se cuestiona, encuentran sistemáticamente las formas de consolidarse. Cómo explicar, por ejemplo, que en Medio Oriente, sobre las ruinas de gobiernos corruptos y despóticos, pero laicos, surjan gobiernos del Islam político, una burda e interesada interpretación del Islam, que entronizan gobiernos de carácter religioso igualmente despóticos y corruptos: Egipto y Túnez recientemente, y en  los casos  del Irán del Sha y del Irak de Hussein anteriormente.

Cómo explicar que después del Mayo francés, en 1969, justo un año después de su inicio y en medio al embrujo de esos días memorables, los socialistas y los comunistas perdieran 61y 39 diputados respectivamente, obteniendo de ese modo la derecha francesa una mayoría absoluta que duró hasta este año. Cómo explicar que en medio de la justa indignación convertida en movimiento en la Plaza Sol de Madrid, la derecha española arrasara en unas elecciones municipales y ahora, con un candidato que no es ni sombra del candidato del PSOE en cuanto a talento y talante, parece que tendrá una aprobación de la población que le dará una mayoría absoluta en el Congreso.

Cómo explicar que en Chile, independientemente de la mezquindad de una izquierda que rechazo su candidato mejor situado, una población que mayoritariamente aprobaba a su presidenta socialista, votó mayoritariamente por una derecha que no ha tardado en mostrar sus colmillos. Cómo entender que en los Estados Unidos, en nombre de ese opio que embrutecedor que con esmero cultivan: el individualismo, se rechace una cobertura de seguridad social que por primera vez en toda su historia, protege a una significativa cantidad de gente que vive en la indigencia en ese rico país.

Cómo explicar que en nombre de un antinortemericanismo sin perspectiva de clases, se defiendan sistemas negadores de los más elementales principios de la Revolución Francesa, como Irán, Libia en su momento y un largo etc., que se defiendan bandas terroristas y nacional/xenófobas como ETA, y a grupos inicialmente guerrilleros, que hoy cometen acciones propias de bandoleros.

Cómo articular las fuerzas alternativas al sistema, en un mundo de 7000 millones de habitantes, de los cuales 1000, millones viven en el mundo de la informalidad, sin seguridad social, con brutales formas de insolidaridad social y de explotación a niños, mujeres, y envejecientes.

Aquí, las respuestas son más fáciles, no así las soluciones. Cómo explicar que la población vote y siga votando por tantos diputados, senadores, síndicos y regidores corruptos y por los partidos que los presentan como candidatos, cómo justificar la laxitud ética de muchos intelectuales que se suman, conviven y ofrecen sus talentos para apuntalar el presente gobierno, el más corrupto de cuantos hemos tenido.

Y cómo entender, que como una suerte de respuesta a un sistema político y de partidos cada día más fuertes, los grupos autollamados alternativos hagan tantos esfuerzos para la desunión: cerca de 60 grupos, grupitos y "peñas" que se dicen de izquierda, algunos de ellos erigidos en jueces para calificar y/o descalificar a los otros. Cómo presentar tres candidaturas presidenciales sabiendo que tendrán resultados tan pobres que hundirían aún más las esperanzas de la gente en una alternativa al presente estado de cosas.

Las respuestas a estas preguntas no son fáciles ni sus soluciones no pueden darse solamente en el marco de la teoría, resulta imprescindible una práctica que ponga la política en primer plano, haciendo colectiva la indignación y no un medio para expresar la desesperación individual. De ese tipo de práctica podría surgir la conciencia de la fuerza real del o de los movimientos y la posibilidad de formas de alianzas políticas que impidan que del rio de la revuelta siga pescando la derecha.