Una de las características del mes de junio es la celebración del Día del Maestro. Es una conmemoración que concita poca atención de la sociedad en general y mucho menos de los medios de comunicación. Es así. El desvelo, el esfuerzo y la dedicación de miles de maestros pasan totalmente desapercibidos y sin reconocimiento alguno. Ninguno de los maestros que trabajan por vocación, con responsabilidad ética y con sentido humanizante, busca que se le tome en cuenta; no le interesa aparecer; se preocupa más por ser; no le interesa la alabanza; busca, ante todo, colocarse a un lado para que sus estudiantes aparezcan y se desarrollen; para que los aprendizajes de sus alumnos, de sus pares y de las comunidades en las que intervienen, sean consistentes y se proyecten. Así de humilde y de fecundo es el maestro verdadero. De esos maestros hay muchos dentro de la República Dominicana y fuera del país. Esto es importante comunicarlo, compartirlo y disfrutarlo.

Nos preguntamos por qué volvemos a celebrar el Día del Maestro en un entorno de desvalorización extrema del maestro dominicano. La poca acogida que tiene actualmente el maestro en la sociedad forma parte de un problema complejo. Esta falta de valoración no es espontánea, no es casual. Son diversos los factores que inciden; y los más influyentes se vinculan con el débil carácter profesional que evidencian muchos maestros en el ejercicio de la función docente; con la formación insuficiente de otros, que convierte al sector magisterial en un grupo caracterizado por la falta de rigor científico en su tarea, por la falta de credibilidad pedagógica y social, por ser una figura ausente del debate social y educativo en el país; y, más aun, en la región.

La poca valoración del maestro se agrava por los conflictos éticos que genera el comportamiento de maestros que irrespetan la dignidad de los estudiantes, del centro educativo, de su comunidad y de sí mismos. Muchos de los que se conducen así han llegado al sector educación por haber realizado un trabajo eficiente en las campañas políticas y en los partidos de los Gobiernos que se alternan en el poder. Estos no son maestros, no se comportan como tal; son invasores que adoptan una postura mimética en el sector y hacen un daño múltiple, pues opacan la cultura institucional, desorientan a los estudiantes, instrumentalizan el quehacer educativo, acentúan la actuación ambigua y bloquean el desarrollo integral de los estudiantes. Para erradicar a los que funcionan desde una postura anti educativa, habría que respetar los concursos, conferirles mayor rigor y, sobre todo, incorporar al sector educación al que aprobó el concurso aunque no forme parte del partido gobernante. Este trabajo pasa, además, por la institucionalización del sistema educativo dominicano.

Pero, no todos los maestros se comportan de este modo. Por ello, es tiempo ya de

que la sociedad combine sus marcos de exigencias para los maestros con una actitud y una postura más justa y motivadora hacia un alto porcentaje que está dando lo mejor de sí, en el aula, en el centro, en la comunidad y más allá de sus propias fronteras. Es tiempo de que se deponga la mezquindad y el descrédito contra el magisterio dominicano. Es tiempo de que se separen de este sector los que no contribuyen con el desarrollo de los estudiantes, de la institución educativa y de las comunidades. Es tiempo de que los maestros que están convencidos de los valores y de los nobles intereses que los mueven, se expresen y proyecten su obra. Sí, en expresión de Santa Teresa, la humildad es la verdad. Entonces, los maestros que trabajan, que aportan significativamente, ya no deben callar más. Con libertad y corresponsabilidad compartida deben comunicar sus experiencias; deben compartir sus hallazgos; deben presentar sus innovaciones, aun sean pequeñas. Lo importante es el bien que representa cada acción de esta naturaleza.

De igual modo, los medios de comunicación tienen que ser más diligentes para publicar y para destacar el trabajo de miles de maestros en favor de una buena educación; a favor de aprendizajes de calidad; a favor de un país más desarrollado y justo; en favor de un diálogo sistemático con la sociedad para buscarles solución a los problemas de la educación y de la sociedad. Maestros así los encontramos desde Educación Inicial hasta Educación Superior. Asimismo, los medios de comunicación del país deben abrirle espacio a los temas educativos, no solo coyunturalmente, sino como política editorial, para que presenten una visión más integral de la realidad de los maestros y de sus aportaciones al desarrollo socioeducativo, económico, político y cultural.

Consideramos, también, que los maestros que tienen una identidad clara de su vocación al magisterio, de su compromiso ciudadano, no pueden quedarse pasivos ante un desprestigio tan marcado y progresivo. Estos maestros tienen que darle un vuelco de 360 grados a esta manera de pensar sobre ellos y de tratarlos. Para lograr este cambio, pueden dar paso orientados a dinamizar la participación en el centro educativo; a fortalecer su participación en las actividades y en las organizaciones de sus comunidades de procedencia; a intervenir en los medios de comunicación local; y articulándose a organizaciones de la sociedad civil que les dan seguimiento a las políticas sociales del país; construyendo espacios de reflexión-debate-análisis y elaboración de propuestas socioeducativas para mejorar la vida de los estudiantes, de las madres, de los padres, de los centros educativos y de los maestros. Es necesario conformar redes de maestros que desarrollan su capacidad de producción intelectual, que se ponen al día de los avances de las ciencias, de las tecnologías y de los sistemas educativos del continente y del mundo.

Los maestros tienen el compromiso de que el próximo año el mes de junio refleje un concepto y un tono diferente con respecto al magisterio dominicano. Los maestros son los primeros que tienen que tomar la decisión de cambiar la falta de reconocimiento y de respeto que se les tiene. El esfuerzo no solo tienen que hacerlo desde fuera, también se debe hacer desde dentro. Esto requiere que los maestros se sientan orgullosos de serlo; se sientan urgidos al cambio de actitud y de práctica; se asuman como sujetos claves para el progreso del país, de los estudiantes y de los centros educativos.

La Asociación Dominicana de Profesores tiene también una tarea que cumplir en este orden. Desde la misma Asociación se le debe poner mayor cuidado a los aspectos que fortalecen la dignidad de los docentes y que favorecen su reconocimiento social. Destacamos, en primer lugar, el respeto a sus derechos dentro de la Asociación; la oferta de oportunidades para una formación actualizada; la posibilidad de una participación real en los procesos de la Asociación; el derecho a la información transparente y a tiempo; el cumplimiento de los marcos éticos que rigen la función docente; y, sobre todo, un acompañamiento sistemático que eleve la motivación e impulse el desempeño eficiente y eficaz de los docentes y gestores de los centros educativos. La Asociación Dominicana de Profesores deberá, además, revisar qué hace para que estos actores de los centros educativos del sector público tengan un nivel profesional acorde con los avances científico-tecnológicos en el mundo actual. Desde luego que tanto los docentes como la sociedad esperan más de la ADP en este renglón.

Deseamos que el tema del Maestro vuelva a tener una resonancia especial en el país y en los medios de comunicación. Esto se convierte en un desafío comprometedor para todas las personas que forman parte del sector educativo. Conquistemos una manera nueva de ejercer la profesión docente, al tener como foco central en el desempeño profesional la constitución de sujetos, el fortalecimiento de la democracia, la participación corresponsable, la producción intelectual cualificada; y la solidaridad local y universal.

El mes de junio deberá tener otra resonancia; y, particularmente, deberá poner en evidencia que los maestros están vivos, que respiran y son capaces de reconstruirse a sí mismos y de impactar positivamente los espacios y contextos en los que interactúan. Sí, junio ha de seguir siendo emblemático, pero no todo se agota en este mes. Los demás meses cuentan. Los demás meses forman parte de la cotidianidad y de la vida de los maestros. Por ello es mejor trabajar para que todos los días sean emblemáticos; para que cada día constituya una razón nueva para que los maestros se enamoren de su profesión, la ejerzan dignamente y en todo momento se pongan al servicio del bien en nuestro país.