"Nacemos  humanos, pero  eso no basta. Tenemos  que llegar a  serlo".

                                                                               (Fernando Savater).

Los que hoy somos baby boomer (1949-1968) o Generación del Silencio (1930-1948, en algún momento de la trayectoria vital, y no tan vital, fuimos jóvenes. Esa evocación existencial, anidada en lo biológico, ha de verificarse en el contexto social, económico y político en que nos hemos visto envuelto en la vida social.

Las generaciones constituyen el perfil de los cambios societales, epocales, que reflejan el estadio de desarrollo de las sociedades. Implica, pues, señales, que se reflejan en códigos, en un hacer, en un pensar y en un decir. Dan, por así decirlo, el juego existencial del carácter distintivo, diferenciador, en cada peldaño de la historia.

La generación es la estirpe, pincelada de cada momento histórico, económico. Llevamos la ropa crucial de nuestra génesis, pero al mismo tiempo, tenemos que adaptarnos, para que la evolución no sea el llevar el saco pesado del retraimiento. Como individuo, podemos y debemos, mientras estamos vivos, trascender y asumir la generación del momento; incluso, como personas, a menudo logramos realizar, conectar e integrar con los desafíos de la misma. Sin embargo, cada generación supera a todas las anteriores, como escenario colectivo, social.

En la sociedad dominicana la taxonomía de las generaciones, se cristaliza así:

  1. Generación Hibertum, que es antes del 1920, tenemos una población de 21,025 personas.
  2. La Generación del Silencio, que nacieron entre 1920 y 1944. Ahí hay 525,817 hombres y mujeres.
  3. La Generación Baby boom, que vinieron al mundo entre 1945 y 1964. Un total de 1,417,812 hombres y mujeres.
  4. La Generación X, que está comprendida entre 1965 y 1977. Tenemos 1,891,548.
  5. La Generación Y o Millennials, que va de 1981 y 1993, hay 2,398,186.
  6. La Generación Z, que nacieron entre 1994 y el 2010. Nos encontramos con una población de 3,190,893.

Esto quiere decir que tenemos alrededor de 4.5 millones de dominicanos que oscilan en rangos de edades entre 40 y 18 años para el 2020. Esos 4.5 Millones, corresponden a las Generaciones Y y Z. Dos generaciones, una con el inicio de la digitalización y, la otra, con la expansión masiva de Internet, esto es, la generación completamente digital; cuyo rasgo más ostensible es la irreverencia. Dos generaciones del Smartphone, la tableta, el WhatsApp, el Facebbok, el Twitter, el Instagram, el Snapchat, Youtube, Netflix, Spotify, etc. etc.

Con necesidades, deseos y sueños muy diferentes a los de la generación del Silencio y Baby boom. Estas, ambas, son analógicas. Usan esos medios, esas tecnologías, pero, en gran medida, conducidos y dirigidos por las generaciones virtuales. Porque una generación es, al decir de Nuria Vilanova e Iñaki Ortega “un conjunto de personas que, habiendo nacido en fechas próximas y recibido educación e influjos culturales y sociales semejantes, adoptan una actitud en cierto modo común”. Es, en esas dos generaciones, donde hay un 32.5% de jóvenes que no tienen empleo; donde hay un 22.5% de Ni Ni; donde de cada 100 mujeres embarazadas, 23 son niñas y adolescentes, que nacieron antes del 2010.

Esas dos generaciones conforman expectativas, empero, al mismo tiempo, cuasi una fractura social, por el fracaso social, ante la inequidad y la exclusión que acusa la sociedad dominicana. Generaciones, en el cuadro de la desesperanza: 42% de los jóvenes, en los próximos 3 años le gustaría emigrar; y, un 60% entre los jóvenes de 18 a 25 años. La incertidumbre es su horizonte y la perplejidad, es el espanto frente a los acontecimientos económicos sociales que la ahogan: falta de oportunidades, frente a un liderazgo político referencial negativo, que nadando se ahogaron en la orilla, ante la ausencia de la ética política y de la necesaria tachadura del corpus normativo de la institucionalidad.

Hay una metamorfosis prolongada que se agita, sin visión ni compromiso, que cual Caín se solaza en el individualismo descarnado, haciendo más que utopía, una retrotopía, sin sonido ni tono.