Ayer soñé con la Virgen de Altagracia (jeans, blusa floreada, afro, sandalias y un macuto con textos feministas), que se me confesó: “Soy firme partidaria de un cambio profundo de las estructuras”. No me pidió rezar un Ave María ni nada de eso. Simplemente lanzó un discurso del carajo: “¡A mí no se me convence con rezar y arrepentirse!… ¡Pruebas! ¡Demostraciones concretas de calidad es lo importante!… ¡A mí ya no se me convence con una simple misa alienante! ¡Conciencia! ¡Esa debe ser la búsqueda de los altagracianos!”. (Mientras tanto, José, su marido, revisaba los aburridos diarios llenos de hipócritas confesiones de fe).