Vuelvo a tocar este tema a raíz de una pregunta que hace a LIDOM el abogado Pelegrín Castillo en su cuenta de Twitter.  Al cuestionar a la entidad sobre cuándo acabarán con el mercado negro y los precios exorbitantes en los juegos más populares, Jannio Guzmán le escribió que ya se había presentado una solución en este artículo de mi autoría Oferta y Demanda de Taquillas Licey vs. Águilas  Aproveché ese intercambio para explicar a futuros abogados en un curso de Fundamentos de Economía la solución tan simple de ese caso en el Estadio Cibao, donde supongo también opera la reventa de taquillas en las inmediaciones de ese recinto que, desde hace tres años, disfruta aquella fama de “Valle de la Muerte” que se esfumó por casi una década angustiosa.

La demanda total de taquillas para cualquier juego de las Águilas, en el estadio donde con toda razón trompetean la exclusividad de equipo sede que no tiene su gran rival, es la suma de la demanda de cada fanático que establece para cada precio posible la cantidad que estaría dispuesto a comprar, en un momento determinado, por ejemplo, a las 4:00 de la tarde del día antes del partido. Esto es así independientemente de sí está abierta o no la posibilidad de realizar transacciones en ese día y a esa hora. En ese, o en cualquier otro momento, pagar por ver jugar a ese no menos glorioso equipo es una actividad que compite con otras y a la que se le asigna un lugar en el orden de preferencias de cada individuo.  La comparación de las demandas de Jannio y Osmaily por asientos de preferencia sirven para aclarar este punto.

En la primera imagen se presenta una tabla con la cantidad de taquillas que estos fanáticos estarían dispuestos a comprar a diferentes precios para el partido de Águilas y Estrellas en el momento que se indica.  Jannio no revela tanto interés en ese juego como Osmaily.  En su caso estaría dispuesto a comprar taquillas si las consiguiera a un precio igual o menor a 150 pesos. Si el precio fuera 100 pesos compra cuatro y arma un coro invitando a tres primos; y de bajar el precio a 50 o menos compraría seis taquillas para disfrutar con más amigos ver a las águilas oscurecer, como de costumbre, a las estrellas.  Osmaily, sin embargo, tiene una preferencia que se presume poco común por este tipo de partido: estaría dispuesta a comprar una taquilla de preferencia a dos mil pesos. Su demanda, obviamente, muestra que si el precio es menor también la compra; para el rango de precios entre 200 y 100 compra dos y cuatro en el caso de precios menores a 75 pesos.

En la imagen se ven estas preferencias mostradas como las curvas de demanda, ambas cumpliendo con la ley de demanda que nos explica que mayores cantidades de un bien se adquieren a medida que disminuye su precio, ceteris paribus.  La suma de todas las demandas individuales, la del mercado, tendría ese mismo comportamiento y tanto esa agregada como las individuales pueden ser conocidas solo por Dios, el único que puede entrar a nuestras mentes y saber todo lo que pensamos. Lo único que simples mortales pueden conocer es la cantidad de taquillas vendidas que se debe corresponder con el número de asientos ocupados.  Y de los dos fanáticos que nos han revelado sus preferencias podemos afirmar que cuando abra la boletería uno de ellos compra: Osmaily, porque al precio de oferta uniforme de taquillas de preferencia (400 pesos) pagaría por una.

En esa modalidad de vender partidos de pelota al mismo precio sin importar la popularidad de los equipos que se enfrentan es que está la razón de ver juegos a los que asisten, principalmente, familiares o prestamistas de los peloteros y otros donde se hubiera podido llenar una instalación cinco veces más grande que el Estadio Cibao. A la liga no le ha interesado encontrar el precio de equilibrio que llenaría los estadios para todos los juegos, aquel precio al cual si se le sube o baja un peso se quedan asientos vacíos o fanáticos queriendo entrar después que todos están ocupados, respectivamente.

La curva de oferta de las Águilas Cibaeñas para las 5,000 taquillas de preferencia, el dato suponemos en nuestro ejemplo, es una línea recta paralela al eje de la cantidad de taquillas hasta el punto en que llega a la máxima capacidad y que nace en el precio fijo a que se venden las boletas.   En cada juego que no las vende todas en la serie regular, la única información que tiene es el punto de la curva de demanda del mercado para los fanáticos que comprarían a 400 pesos, una cantidad que se forma con los que sólo pagan boletas a ese precio o los que compran a ese precio pero estuvieran dispuestos a comprar aunque fuera mayor.   En el juego de Águilas vs. Estrellas de nuestro ejemplo si se venden 500 no hay forma de conocer el precio al que se venderían las demás. En la segunda imagen hay dos curvas de demanda de mercado teóricas con diferentes precios al que se llena el estadio (a 100 y 75 se venden las cinco mil). La demanda agregada real es imposible conocerla porque no se permite que se forme un precio de equilibrio. Lo único que sabe la liga es que el precio es menor que 400 pesos porque quedaron taquillas esperando fanáticos.

Ahora vamos con el juego más taquillero frente a los Tigres del Licey. En la tercera imagen volvemos a presentar las demandas de nuestros dos fanáticos, una imaginaria que representa el resto de los fanáticos interesados y la del mercado que agrega la de cada uno. Noten que ahora Jannio y Osmaily estarían dispuestos a pagar precios mucho más altos para ver este juego que siempre, como advierten los narradores, “no es apto para cardíacos”.  A cinco mil pesos los dos compran una y a 400 pesos comprarían, de ser posible, 25 taquillas cada uno. ¿Para regalar amigos y hacer el coro más grande? Claro que no, ambos lo que buscarían con eso es aprovechar el baratillo ingenuo que ocurre en todos los juegos de gran demanda. Acapararían para vender a ese precio a sus amistades o para especular vendiendo a terceros a precios más altos en el mercado de reventa que se forma fuera del estadio.

Sus dos demandas, ajustadas a un máximo de cuatro, se suman a las de los otros fanáticos para tener la curva demanda agregada. Ese límite de compra es una prueba de que la liga sabe que está vendiendo por debajo del precio de equilibrio.  De hecho es probable que reciban demandas para especular de personas queriendo comprar bloques de hasta mil taquillas, pero no puede vender todas las disponibles a los primeros cinco de la fila por razones reputacionales. Por eso recurre a uno de los tantos esfuerzos inútiles de evitar precios de mercado con tope a las ventas individuales, regalando oro de a poquito a los fanáticos cree encontrar genuinos compradores no van a revender.  También sabe del exceso de demanda a su precio fijo porque cuando se agotan sigue recibiendo ofertas de compra que va contabilizando para escribir en las redes: “Después que se vendieron todas, recibimos ocho mil solicitudes entre llamadas y mensajes por correo durante una hora.”

En la tercera imagen, jugando al Ser Supremo conoce las preferencias individuales, hemos graficado la curva de demanda del mercado. Esta indica que al precio de 400 pesos se aspiraba comprar 15,000 taquillas cuando había sólo 5,000 asientos disponibles: diez mil fanáticos se están quedando con las ganas, a las 4:00 de la tarde del día antes del partido.  Ninguno se quedaría velando taquillas si LIDOM permitiera la formación de precios de equilibrio para cada partido, presentando una curva de oferta vertical (línea roja) que parte desde el eje de cantidades en el número máximo de boletas que se pueden vender. En este caso se forma un precio de equilibrio en RD$2,000 por taquilla y los ingresos superan en ocho millones los de vender en 400 pesos cada una de las boletas, que son las ganancias dejan duda razonable sobre el proceso desinteresado en su venta a precio fijo como si fuera cualquier otro juego.

Ahora bien, esos fanáticos que estaban dispuestos a comprar 10,000 taquillas, el exceso de demanda, no abandonan sus aspiraciones de ser testigos de otra batalla épica entre los dos equipos más populares del béisbol. Al minuto que se enteran están agotadas van a buscar la forma de enviar señales a los propietarios legítimos de las cinco mil vendidas de que tienen interés en comprar. El origen del mercado de reventa taquillas es el mismo que en cualquier otro: la ordenación individual de preferencias que sirven de guía para una acción que mejore su bienestar.  Cada fanático sin taquillas establece los precios a los que estaría dispuesto comprar; cada dueño legítimo de una boleta, que se presumía era un genuino comprador iría al partido, ordena los precios a los que renunciaría a ella por la mayor utilidad de la compensación monetaria que recibe.

Hay personas que ven en esto una oportunidad de facilitar el intercambio y empiezan hacer ofertas para adquirir a un precio y vender frente al estadio con ganancias, hacen así una labor de intermediación de la misma naturaleza que el agente de bienes raíces o el corredor de valores.  Una en que también se da el mismo proceso para encontrar el precio que logra “el encuentro de las mentes”.  Nadie toma en serio al comprador que ofrece 405 pesos, ni al vendedor que advierte no venderá a menos de 4,000. En el sube y baja se llega al precio de equilibrio en este mercado en que unos recibirán dinero por transferir el derecho de propiedad adquirido para entrar al estadio, recibiendo cada participante una satisfacción o utilidad mayor por lo que está recibiendo que por lo que está entregando.

El mercado de reventa, que llaman con desprecio el negro, es un mecanismo maravilloso que permite al que no pudo conseguir taquilla “subsidiada” la oportunidad de adquirirlas si en sus preferencias el disfrute de esta actividad está valorada a un precio igual o mayor al de equilibrio.  Y al que la adquirió a ese precio inferior al de mercado, cortesía del baratillo de LIDOM, la oportunidad de decidir entre ir al estadio o vender la propiedad de su boleta al precio de equilibrio que le daría una ganancia monetaria.  Y ese mercado de reventa va a existir siempre, aún si la liga pasa a un mecanismo de subasta al mejor postor, porque ese precio de equilibrio de 2,000 pesos es para un momento específico, cuatro de la tarde, el día anterior del juego.  Una hora después o el día del partido las preferencias pueden cambiar: fanáticos que antes no pagaban 2,000 pesos estarían dispuestos a llegar a 2,500; quien pagó 2,000 pesos podría poner las suyas en ventas si recibe oferta por 3,000 pesos y así arranca de nuevo este precioso mecanismo de coordinar voluntades al que debemos hacer cada vez más libre de ataduras reglamentarias y perjuicios. “La defensa concluye, Su Señoría.”