Los equipos de la liga de béisbol profesional dominicana tienen un precio fijo por áreas en todos los partidos, sin importar que los fanáticos las demandan de manera diferente para cada uno. No permitir que se forme un precio de equilibrio al que vendan todas las boletas, es la causa del deprimente espectáculo de ver estadios vacíos cuando no se enfrentan los equipos más populares del espectáculo. De igual manera que cuando éstos se enfrentan, se tenga que formar el precio de equilibrio en el llamado mercado negro. Ahí se crea un arbitraje de ganancias tan sustanciales que dan origen a la leyenda urbana de contubernio entre la administración y los principales acaparadores. A continuación una ilustración gráfica de la situación.
En la primera imagen, en un juego con poco atractivo en que se vendan 200 taquillas de preferencia, a RD$400 pesos, de las 2000 que están disponibles para cada partido, con certeza sabemos que esa combinación precio-boleta ($400,200) es parte de la curva de demanda agregada de los fanáticos para ese partido. Si es un juego de Escogido y Toros, por ejemplo, por la Ley de Demanda sabemos que existen fanáticos que estaban dispuestos a pagar un precio mayor por las boletas (la parte roja de la curva de demanda D1a), pero esa información es privada. Lo que es información pública es el precio de oferta único que se anuncia en la estafeta de boletería.
La Ley de Demanda también explica que a precios menores a $400 más fanáticos estarían dispuestos asistir a ese partido. De hecho, hay un precio al que se demandarían las 2000 boletas de preferencia, y a otros menores se demandarían más taquillas que las disponibles para vender. Pero el precio máximo al que se pude vender una taquilla y el precio de equilibrio que iguala la oferta y demanda donde se venden todas, no lo conocemos. La curva de demanda puede ser cualquiera de las dos presentadas (D1a; D1b) y que cruzan por el punto $400-200.
En el caso de un juego popular, el dueño del estadio vende todas las taquillas, pero ese punto de RD$400-2000 es casi seguro no sea un punto de la curva de demanda. Si existe un mercado negro activo, lo que nos dice la curva de demanda es que a ese precio de RD$400 por preferencia la demanda real de taquillas era mucho mayor a la oferta de boletas. Tal vez 3000, 4000 o 5000, los puntos marcados como ejemplo. Como no se genera información confiable del precio al que el mercado negro logró vender las boletas, no hay forma de saber por donde anduvo la demanda real.
Cambiar a un mecanismo de subastas, sin embargo, despejaría esas dudas y permitiría tener estadios llenos, porque las boletas se venderían en el precio de equilibrio donde se interceptan las curvas de oferta y demanda. La segunda imagen lo explica.
La curva de oferta de boletas es ahora vertical, S2. Ya no es horizontal, porque la liga venderá todas las taquillas al precio de equilibrio. En el caso del juego que antes era de “poca venta” al precio fijo de $400, en una subasta se puede encontrar la información de que a $75 se venden 1800, a $50 hay demanda por 2200 y a $60 no queda una sola en boletería. Al precio de equilibrio de $60 llegan al estadio todos los que estaban dispuestos a pagar ese precio o más por ver jugar a Escogido y Toros del Este.
La curva de demanda, D2, para el partido Licey-Aguilas noten que está a la derecha de la de Escogido-Toros, indicando que a cada precio de boleta de preferencia siempre habrá mayor demanda para el juego con los equipos estelares de nuestro béisbol. Para el precio de $400, por ejemplo, cuando en uno se demanda 200 taquillas en el otro la aspiración es comprar 4000, el doble de la cantidad en existencia. El mercado de reventas de taquillas se daba precisamente por eso: personas que lograron adquirir una taquilla a $400 que van al estadio y se encuentran con cientos de personas dispuestas a ofrecerle un intercambio donde podrán multiplicar varias veces el valor que pagaron por su boleta. Una transacción completamente legítima entre adultos que llegan a un acuerdo para un traspaso de propiedad. ¿Qué hay de malo? Disgustarse por eso se debe al mismo pecado capital de estar molesto porque anoche fue Gerard Piqué que durmió con Shakira: envidia.
Con el mecanismo de subasta, la liga ahora reconoce que ver jugar al Glorioso con las Águilas vale más que $400 en preferencia. Comienza a buscar “los mejores postores” y el precio de equilibrio se forma en $3000. Cuando aspira a venderlas a $3500 se le quedan algunas en la boletería; a $2500 le pedían más de las disponibles. A $3000 se van todas. Ese es el precio de equilibrio al clausurar su subasta competitiva. Todo el que valoró más estar en el estadio que preservar sus tres mil pesos y ver el partido en su casa, está feliz con su boleta. El que quería pero no quiso pagar ese precio, indica que tiene otros usos más favorables para ese dinero: invitar la novia a verlo en un Sport Bar con cervezas y alitas de pollo picante.
Si eso es así, ¿por qué no lo hacen? Eso es para otra historia.