La primera vez les pedí a los Reyes Magos el traje del Llanero Solitario, pero me trajeron una pelota. La segunda vez pedí una bicicleta, pero me trajeron otra pelota. La siguiente vez pedí un avión que volara de verdad, pero me trajeron una tercera pelota. La cuarta vez insistí –ya malhumorado- en todo lo anterior y, además, una muñequita de carne y hueso, pero ¡otra vez la maldita pelota! (“Esa muñequita búscatela tú mismo”, me dejaron dicho). Ahora les pido una paz grande y justa para todos los pueblos… (¡Si me traen otra pelota juro que los estrangulo!).