Un repaso a las páginas de nuestros medios de comunicaciones escritos, por solo quedarme en los impresos, desde periódicos, revistas de contenidos y otras publicaciones de igual naturaleza, nos arrojan hoy un triste panorama de las ideas, de los espacios en el que las ideas se mueven y del nivel del debate dominicano, dejándonos como conclusión su debilidad y ausencia en algunos casos, de este importante ejercicio intelectual de toda sociedad que se denomine moderna, desarrollada y democrática.
Con raras excepciones, los medios de comunicación se han transformado en instrumentos de atomización de lo frugal, y al revisarlos, parecieran promoción y publicidad del comercio y la vida social dominicana, muy distante del papel de un medio de comunicación en las sociedades, donde el poder social y sus diferentes formas de expresión, se alza con la mayor cuota de influencia sobre la gente a través de los diferentes recursos materiales y de influencia que posee.
Sabemos que el problema no es exclusivo a los medios, pueden entrar en esta reflexión las universidades, y muchas iniciativas culturales donde lo crítico como lenguaje expositivo es visto como rebeldía sin sentido o simplemente postura politizada, frenando todo nivel de complejidad que la sociedad y sus acciones generan en el día a día y como parte de una necesaria contradicción de fuerzas, ideas y posiciones de grupos e individuos.
Lo farandulero se hace cargo de la comunicación, lo que en otros países le llaman prensa rosada son los temas que se debaten y la autocensura de muchos, la indiferencia de otros y la anomia de muchos, hacen que el escenario del debate se desnaturalice, se cualquierice y se desvíe hacia temas frugales que opaquen lo esencial, lo trascendente, lo verdaderamente complejo que por supuesto, requiere un nivel de pensamiento estructural más abstracto.
Con muy poca frecuencia se producen encuentros para analizar la conducta, las ideas y el devenir social nuestro. Las universidades se han cambiado en sus inquietudes y ofertas académicas, con lo cual tampoco me opongo, siempre que se deje el espacio de las ideas y el debate. No necesariamente el debate de agendas previas o establecidas por organismos internacionales o el poder político, sino el debate que surge del estudio de la realidad social que hace emerger sus contenidos y entramados para que se conozcan en la sociedad.
El salto, en reconocimiento honesto, ha sido abismal entre el pasado de apenas 30-40 años a la regresión intelectual actual. En ese pasado reciente, el país disfrutaba de más de cuatro Suplementos culturales y revistas de altísimo contenido donde se ejercía un periodismo de rigor y referencial ético-profesional incuestionable. Hoy nos duele ver lo que se produce en nuestra prensa nacional como contenido y organización de la información, a qué le damos prioridad hoy en los medios de comunicación, cuál es su agenda, cómo se debaten los temas, quién pone los temas, cómo se produce el debate en los medios de comunicación, cuál es el nivel.
Luego de todo esto solo nos resta decir, que hay poco espacio para las ideas no reguladas por el poder social y político, no hay motivación de entrar en el juego de muchos y entonar la melodía que se quiere oír. Tampoco hay interés de quienes manejan los medios, de que esto sea de otra manera y por demás, el resultado es una sociedad con poco interés por el estudio, la lectura, el libro, la investigación y el debate; en una palabra, en una sociedad pobre de espíritu que podrá alcanzar un crecimiento económico exponencial y un gran desarrollo de su infraestructura, pero no un desarrollo intelectual competitivo y desafiante.