I: El problema. Una vez establecido en trabajos anteriores que Spinoza rompe con la dicotomía cuerpo-alma, materia- espíritu y expuestas las implicaciones de su afirmación axiomática: Deus sive substantia sive natura (Dios como substancia o como naturaleza), conviene abordar esta pregunta: esa sustancia, ¿es compatible con una utopía democrática o bien se reduce a su aparente naturaleza totalitaria?

La pregunta es tanto más acuciante cuando se sabe que, según la profesora Elsa Saint-Amand Vallejo, -la lectura de cuya tesis doctoral (1) no me canso de recomendar-, la idea espinosista de la libertad coincide “con la más férrea determinación necesaria de las ocurrencias”.

Para explicar ese dilema entre utopía democrática y libertad, de un lado, y del otro lado una substancia monista, indivisible y uniforme, inicio la exposición prestando atención al dinamismo inherente a la realidad substancial.

II: Libertad. La libertad en Spinoza no tiene nada que ver con la autonomía del individuo y el libre albedrío judeo-cristiano. Su acepción de “libertad” coincide con la estabilidad, con la armonía dentro del marco político del Estado. Ni el ser humano ni ningún ser de la naturaleza se escapa a la necesidad de materializar armoniosamente toda la potencialidad de su naturaleza.

Así como la supuesta libertad del vuelo de los pájaros está determinada por las leyes de su naturaleza, por igual, para Spinoza, “ser libre no es estar indeterminado, sino estar auto determinado para actuar, dentro de un sistema necesario bajo el control de leyes naturales”. Autodeterminación que equivale necesidad: necesidad determinada por la propia naturaleza de llegar a ser libre, no de ser libre.

III: Utopía. Pero precisamente, y aquí aparece la novedad de la comprensión espinosista, esa predisposición y capacidad de liberación, de autorrealización necesariamente conforme con su naturaleza, la alberga y potencia la utopía, vivida de manera individual en el mundo político del Estado idealmente democrático.

Nos lo advierte el doctor Francisco José Martínez en el prólogo de la obra de la profesora dominicana Saint-Amand, “las posibilidades de liberación del ser humano es lo que constituye (el) lado utópico” de Spinoza.

En otras palabras, puesto que la realidad substancial espinosista es dinámica, capaz de perfeccionarse, de desarrollarse e incluso de incardinarse e integrar cada potencialidad en un conjunto o multitud, puede hablarse de “utopía materialista”.

Utopía -“materialista”- porque lo sustancial constituye la totalidad y, como tal, no apela a algo fuera de sí y, para persistir en su plenitud total, tampoco tiene necesidad de recurrir a un Dios providente o a algún plan teleológico externo a las leyes de la naturaleza.

La realidad materialista es “utópica”, a causa de la potencialidad intrínseca que todo ser natural, como el ser humano, tiene que realizar, materializar.

Ahora bien, ¿en qué se diferencia la utopía espinosista así concebida de la de otros autores en el mundo occidental?

IV: Individuo-Estado. El pensamiento de Spinoza es inconfundible. Se diferencia de cualquier autor que como Maquiavelo e incluso Hobbes, expongan una comprensión realista del mundo político. Y también de cualquier perspectiva -proveniente de la República platónica y de la Ciudad de Dios agustiniana, o bien de la Política aristotélica y su derivación tomista en el bien común- que dependa de una concepción ideal de lo que teleológicamente debe ser y no de lo que exclusivamente de lo que es. 

Resguardándose de lo real y de lo ideal, e imbuido siempre de la inmanencia de su concepción metafísica de la substancia- Spinoza recurre a su concepción de la utopía en el campo de la política.

Según el filósofo holandés, en el mundo real de la sociedad humana no existe otra utopía que la democrática.

De acuerdo a él, la democracia es el sistema político de un Estado también político en el que la potencia unificada de la multitud llega al poder y por eso mismo promueve el desarrollo de una naturaleza humana superior. La ventaja comparativa de este régimen político reside en el despliegue efectivo de un mundo real en la que los objetivos individuales no implican daños a otros seres humanos.

En un escrito de juventud, Tractatus brevis, estando aún influido por el Banquete de Platón, Spinoza afirmaba que el amor (platónico) nos es esencial. A pesar de lo cual, no escapa a una lectura atenta que en esas páginas deja traslucir en el primer párrafo de la obra cierto influjo de Nicolás Maquiavelo. Al igual que el florentino, el judío sefardita declaraba que no pretendía escribir ninguna utopía, pues no hay que tomar a los hombres tal y como deben ser, sino tal y como de hecho son. Solo que para éste, los hombres no son debido a sus circunstancias, sino a su sustancia.

A partir de ahí se explica el esfuerzo conceptual espinosista por reconciliar metódicamente lo real con lo ideal, lo que es con lo que debe ser, por medio de su concepción de una utopía democrática, por antonomasia materialista, pues asume la realización de la potencialidad de los individuos, y utópica, por la plenitud de dios o lo que es lo mismo de la substancia inmanente en y para sí, y por sí misma.

Con ese desafío intelectual por delante, años más tarde, en la obra cumbre de su madurez intelectual, Ethica, Spinoza incorpora la teoría del derecho natural y del contrato político de Hobbes. Su concepto de derecho natural es de tono netamente naturalista. «Por derecho natural entiendo yo las mismas leyes de la naturaleza o las reglas según las cuales todo acontece, es decir, la fuerza de la naturaleza».

Las implicaciones -significativas e inequívocas- no se hacen esperar. Sujetos humanos y objetos naturales, ambos, están igualmente reducidos a una sola y misma realidad. De no ser así, las leyes que los rigen no serían las mismas.

Significativamente, esa concepción espinosista rompe con lo que parece ser un axioma en del pensamiento contemporáneo; a saber, los objetos analizados por las ciencias naturales no pueden ser confundidos con los seres humanos que estudian las disciplinas sociales. No son intercambiables, confundibles ni reducibles entre sí.

Pero si para Spinoza el mismo derecho, con sus leyes y reglas, es idéntico y común a todo lo que existe (objetos naturales y sujetos humanos), no se debe a que él no supiera diferenciarlos, sino que su interés se focaliza en rescatar el dinamismo inalienable de la única substancia o naturaleza o dios inmanente a y en todo. 

Predominando ese propósito, ¿dónde queda parada en la utopía materialista y democrática?

Siguiendo a Hobbes, el Estado político según Spinoza descansa en una pura convención. Ni la ley ni el derecho y tampoco la justicia, la costumbre y la moralidad tienen existencia previa al advenimiento del Estado político. Dadas las condiciones de incivilización del estado de naturaleza, los particulares tienen que pactar y concertar entre sí para limitar sus caprichos, vilezas y ambiciones desmedidas.

Solo que, distanciándose del filósofo inglés, Spinoza no cree que con dicho acuerdo el individuo haga a la comunidad una cesión definitiva de sus derechos naturales. El Leviathan arbitrario y autoritario no tiene cabida en su sistema filosófico. El individuo espinosista siempre puede volver a reclamar el consentimiento que ha voluntariamente otorgado a otros, si así se lo exige su instinto de conservación, de modo que sus derechos naturales son intransferibles y aseguran un proceso constante de democratización.

Ese subterfugio salvaguarda la potencialidad inherente a la utopía democrática de Spinoza. Ahora bien, aun cuando quiera asumirse que basta con ese sutil procedimiento nominal para cubrir el amplio espectro de realidades que cubre el término “democracia”, es hora de retomar en este somero recorrido del pensamiento espinosista la que a mi entender es la cuestión de fondo.

A causa de la unicidad indivisible de la substancia, tal y como se manifiesta en la vida cotidiana de todas las creaturas, e incluso y sobre todo en medio del Estado democrático, qué o quién es el verdadero actor en el gran teatro de este mundo, ¿el sujeto humano o un gran hermano impersonal denominado dios o substancia y que, por eso mismo, necesariamente se expresa por medio de seres naturales cuya libertad no es más que necesidad?

Por razones de espacio, dejo la pregunta en suspenso y trataré de responderla en una próxima entrega.    

Nota:

  1. Saint-Amand Vallejo, Elsa: La Utopía Materialista de Spinoza, Santo Domingo, Editora de la UASD, 2018.