“El poder no cambia a las personas, solo revela quienes verdaderamente somos”. (José Mujica).
Dedico este artículo a Francisco Álvarez Valdez, con cariño y admiración.
La discusión en nuestro país acerca del rol de la sociedad civil es grimosa, no alcanza la dimensión del suelo saturado del agua pedregosa. Sencillamente, parte significativa de la sociedad política no entiende conceptualmente que son las organizaciones sociales y mucho menos, internalizan su praxis en una sociedad democrática.
Como diría Rosa Rita Álvarez en el libro La Sociedad civil dominicana “la sociedad civil es el pueblo organizado”. Es la expresión vívida de una sociedad que apuntala sus intereses, gritos, llantos, dolores, deseos y necesidades en la puja organizada. Son los ciudadanos fraguados en sus intereses y motivaciones para conseguir objetivos comunes, colectivos. El elemento nodal que caracteriza a la sociedad civil es el arquetipo de la fortaleza del ser como alma colectiva. De allí que la columna vertebral de su epigénesis sea el espacio socio-relacional. No se concibe desde una poltrona individual. Ella es, a fin de cuentas, un recurso social para alcanzar resultados y bienestar compartido.
El hilo conductor, desde la sociedad civil, es influir, movilizar y defender determinados intereses. De allí que existan dos tipos de sociedad civil: Protección y Promoción. Cuando hablamos de las iglesias, de las universidades, de los medios de comunicación, de los colegios, del CONEP, de ANJE, de FINJUS, de Participación Ciudadana, de CONATRA, de FENATRADO, de PROFAMILIA, del Centro de Rehabilitación, de asociaciones de comerciantes, todos son sociedad civil. Como señalan Anthony Giddens y Philips W. Sutton la sociedad civil es la “Esfera de la sociedad compuesta por todas aquellas redes, asociaciones voluntarias, empresas, clubes, organizaciones y familias que están formados por ciudadanos al margen del gobierno”.
La sociedad civil es más antiquísima que la eclosión de la sociedad política en sí misma. La sociedad política es una consecuencia del surgimiento del Estado. El Estado es la sociedad políticamente organizada en la dimensión de la esfera pública, de los intereses de todos y todas. Ahora bien, tanto una como otra son expresión de la evolución humana y del grado de desarrollo económico, social e institucional de una sociedad determinada. Dicho de otra manera, el alcance de la sociedad civil está medida por el desarrollo material e institucional. Hay una estrecha relación: la fortaleza de la sociedad civil empuja a las reconfiguraciones, cambios y confluencias de la sociedad política, que no es más que lo enteramente público que gravita en el cuerpo de la sociedad.
La dinámica de la sociedad civil está configurada, mediada, por los niveles o no de la democracia. En un país con dictadura no se concibe la sociedad civil, sobre todo de promoción, porque ella es intrínsecamente forjación y esencia de la democracia. A más autocracia, a más dominación sin participación, menos sociedad civil. Igualmente, en una sociedad como Canadá, allí donde existe un fuerte Estado democrático de derecho, un verdadero fortalecimiento institucional, difícilmente encontramos organizaciones como FINJUS y Participación Ciudadana dada su naturaleza, misión, visión y propósitos. Se desprende que nos encontramos que el entorno económico, político, social, institucional, es la espina dorsal para que emerjan las organizaciones de la sociedad civil.
Por eso los sociólogos estudian la sociedad civil desde la Sociología política que es “la rama de la sociología que se encarga de estudiar y comprender las relaciones de poder que se establecen en una sociedad, principalmente entre los gobernados y los gobernantes, pero también entre los propios gobernantes con relación al apoyo o aceptación que le brindan los gobernados y entre los gobernantes para alcanzar una mejor posición frente a los gobernantes, para que sus demandas sean atendidas con mayor eficacia”.
Los partidos son organizaciones, instituciones permanentes, cuyo objetivo central es llegar al poder, de la forma en cómo debe ejercerse el poder, con sus ideas, valores (ideología) acerca de la cosmovisión de la sociedad con todos sus intereses y motivaciones. Son ciudadanos que se organizan desde el partido para llegar al Estado, generando como elemento sine qua non el espacio de la esfera de lo público. Por lo tanto, han de ser puente, canal expedito para orientar, pautar, defender y lograr las necesidades de la población de una sociedad.
Enfaticemos entonces en ¿qué es la sociedad civil? Es la piedra angular de la democracia, es el enclave fundamental que decanta el grado de desarrollo del sistema político en una sociedad. La sociedad civil son organizaciones sociales cuyo objetivo es defender intereses y demandas comunes para bien de la colectividad que representamos. Somos puente entre la sociedad y el Estado. ¿Por qué el amor y desamor entre sociedad civil y los poderes públicos, esto es, el Estado? Porque ambos luchamos en los mismos escenarios públicos para satisfacer las necesidades de los distintos actores de la sociedad como un todo. Para Wilfredo Lozano, quien nos la define cuasi gráficamente, es “el campo de articulación de intereses ciudadanos que al tomar posición sobre problemas centrales de la vida pública establecen una relación particular con el Estado que afectan las acciones propiamente políticas”.
La sociedad civil al decir de Sergio de Piero “constituye esferas de las relaciones entre individuos, entre grupos y clases sociales que se desarrollan fuera de las relaciones de poder que caracteriza a las instituciones estatales”. Ellas, en consecuencia, deben empujar el necesario vínculo, matrimonio que ha de existir entre lo legal y lo legítimo; entre lo abstracto y lo material. Cuando se da un divorcio permanente, entonces, nos encontramos frente a una sociedad política en crisis de legitimidad y por esta vía, se llega a una falta de la calidad de la democracia, a una antesala permanente de crisis de gobernabilidad, a lo que don Juan Bosch llamaría una permanente arritmia histórica.
La socio-génesis de la sociedad civil son los valores de la libertad y de la igualdad, como preámbulo de la sociedad moderna. Nosotros, desde la sociedad civil y concretamente desde Participación Ciudadana, aspiramos que el capital institucional que forma parte de los indicadores de gobernabilidad y que abarca la efectividad gubernamental, la calidad regulatoria del estado, el imperio de la ley y el control de la corrupción, avancen hacia peldaños superiores para un mejor país, más inclusivo, con más justicia social y con menos inequidad y mayor transparencia, axioma de una mejor democracia. La sociedad civil contribuye a neutralizar a que el ogro filantrópico, de que nos hablara Octavio Paz, se expanda.
Somos organizaciones sociales con participación política, por lo tanto, somos agrupaciones ciudadanas “cuyo objetivo es defender intereses y demandas comunes, manifestándose y presionando a los poderes públicos a fin de que estos elaboren políticas favorables a dichos intereses y demandas. Estas organizaciones se diferencian de los partidos políticos porque no tienen la pretensión de tomar el poder y gobernar, sino solo la de influir en quienes gobiernan”.
¿Qué ocurre entonces con los actores políticos frente a la sociedad civil? Una mirada se debe a lo que Todd Rose decía “La parte más difícil de aprender algo nuevo no es integrar las nuevas ideas, sino abandonar las viejas”. No entienden que los órganos de arbitraje, de control y regulación no deben ser dirigidos por actores que forman la comunidad política, pues ello genera conflictos de intereses y fractura en la legitimidad. Es más, el mismo hecho que se ventile públicamente en el Siglo XXI la posibilidad de que un miembro de un partido en la Junta, Tribunal Superior Electoral, Tribunal Constitucional, Cámara de Cuentas, es una muestra de la falencia y recesión de la democracia dominicana, de la poca visión de los partidos políticos.
¡No alcanzan a comprender lo que nos diría William Bruce Cameron “No todo lo que cuenta se puede contar, y no todo lo que se puede contar, cuenta”!