“Si te dijera, amor mío, que temo a la madrugada, No sé qué estrellas son éstas, que hieren como amenazas…”

Luis Eduardo Aute

Algunos nos preguntamos si esto es un sueño, un mal sueño…o un chiste de mal gusto, con una retorcida relación con el inconsciente,  ajeno a la realidad. Parecería que cada mañana, al levantarnos, podremos vencer la escala arquitectónica y reconquistar nuestra ciudad. Pasado el desayuno, se constata que ya nuestra realidad es ésta y que nos queda el teletrabajo, para resucitar nuestro ánimo laboral, la moral e incluso la economía familiar;  y salir solo si hace falta una aspirina o una barra de pan.

Hemos perdido lo bueno que teníamos esperando algo mejor y lo que tenemos hoy (por lo menos por los próximos 15 días), deja como un mal chiste nuestras peores pesadillas.

Zizek, en su libro de chistes XXXX, nos cuenta algo que cuando menos nos llama a reflexión:

En la medida en que el melancólico se lamenta por lo que todavía no ha perdido, en la melancolía encontramos una subversión cómica inherente del procedimiento trágico del lamento, como en el viejo chiste racista sobre los gitanos: cuando llueve, son felices porque saben que después de la lluvia siempre sale el sol; cuando luce el sol están tristes porque saben que después del sol, en algún momento lloverá.

Hemos tenido que vivir lo peor – no tan solo en términos de salud, que ya es bastante,  sino en cuanto al batacazo económico- para ver que lo que teníamos era bueno y, desde luego,  necesario de mejorar… Ahora solo queremos volver a lo que teníamos, y las aspiraciones de un desarrollo sostenible, de economía circular se quedan en un plano secundario; incluso siendo este el mejor momento para replantearnos las cosas.

En los breves paseos al supermercado, hemos escuchado a los pajaritos del campo habitando la ciudad, y hemos olido el verde de los árboles de la sierra al doblar nuestra manzana. Ya no es que hemos recuperado a las ciudades de la combustión vehicular y que se han devuelto sus paseos, aceras y calzadas al peatón; es que nos hemos quedado sin pito y sin flauta.

¿Nos puede servir esto de reflexión? Ha tenido que pegarnos una pandemia y trastocar muy/mucho nuestros hábitos de producción de bienes y servicios para darnos cuenta que no hemos ido bien; para ver que solo ahora, sin nuestra presencia los pajaritos cantan y las flores se levantan en la propia urbe. Hemos extraído al ser humano de su realidad urbana y se han revitalizado nuestros espacios metropolitanos…Pero esta no puede ser la fórmula, no debe ser la fórmula.

Nos queda pendiente cambiar pronto nuestro sistema actual, creemos que estamos a tiempo para que el interés colectivo real se imponga. Richard Rogers lo recogía breve y magistralmente en sus Ciudades Para Un Pequeño Planeta, citamos:

Una ciudad ecológica, donde la relación entre espacio construido y paisaje sea equilibrado y donde las infraestructuras utilicen los recursos de manera segura y eficiente.

Una ciudad  compacta y policéntrica, que proteja el campo alrededor, centre e integre las comunidades en el seno de vecindarios y optimice su proximidad.

Hoy la vemos ecológica e incluso compacta y policéntrica, a causa de los confinamientos; pero así y con todo, sin seres humanos, vacía,  no nos gusta tanto….

Nota: El autor escribe desde Madrid.