Respecto al tema de la narración de Crimen y castigo y a las diversas materias que abarca el relato y sus particularidades se podrían escribir bibliotecas enteras.

Copia del ejemplar de El mensajero ruso en que se publica el primer capítulo de la novela, No. III, en el índice.

En efecto existe, a nivel mundial, una bibliografía crítica incontable, que comprende –en casi todas las lenguas, desde la publicación del libro–, cientos de miles de profundos y detallados estudios que analizan múltiples aspectos del texto y hay, además, millones de ensayos individuales específicos, que versan sobre las múltiples menudencias de la obra.

Por la importancia que esta circunstancia conlleva he dedicado tanto tiempo en intentar desmenuzar los intríngulis de este gran monumento de la historia y del arte de la humanidad.

La novela se puede leer, como toda obra de arte, en varias claves. que la interpretan como alguna metáfora de ciertos aspectos de la existencia humana.

Como muestra de uno de los tantos aspectos de que trata el volumen reproduzco un fragmento del parlamento de un personaje que expresa una veta de las ideas predominantes en el momento del surgimiento del capitalismo salvaje.

Habla un representante de la perspectiva filosófica de la nueva generación, que durante toda su existencia combatirá nuestro escritor.

El trozo se podría asumir hoy como representación del origen de las ideas de un defensor del neoliberalismo más destructivo de la dignidad humana que prevalecen ahora: Si, por ejemplo, hasta ahora me decían: ¡Ama al prójimo!, y yo lo amaba, ¿qué es lo que ha ocurrido? […] Pues que he cortado mi caftán a partes iguales, lo he compartido con el prójimo y ambos nos hemos quedado medio desnudos. Como dice el refrán ruso: Quien muchas liebres sigue, tal vez cace una y, muchas veces, ninguna. Pero la ciencia dice: ante todo ámate a ti mismo, ya que todo en este mundo está basado en el interés personal. Si te amas sólo a ti mismo, podrás arreglar tus asuntos como se debe y tu caftán se mantendrá entero. Y la verdad económica añade que cuanto mayor sea el número de asuntos particulares bien dispuestos en la sociedad y, por así decirlo, de caftanes enteros, tanto más sólidos serán los fundamentos de la sociedad y tanto mejor se organizarán en ella los asuntos públicos. Por consiguiente, al adquirir bienes única y exclusivamente para mí, asimismo los adquiero para todo el mundo y hago que el prójimo reciba algo más que un caftán rasgado. Y no ya por una única generosidad personal, sino como consecuencia de los logros generales. La idea es simple, pero, por desgracia, ha tardado demasiado tiempo en surgir, pues estaba tapada por la exaltación y la ensoñación. [Fiódor Dostoievski, Crimen y castigo, trad. Sergio Hernández –excelente traducción–, Akal, básica de bolsillo, No. 136, España. Edición digital, pp. 395-397, en la edición en papel.]

Sobre la trama de la novela transcribo un documento histórico sumamente importante para comprender su propósito.

Se trata de la carta que Dostoievski dirige a un publicista muy conocido, de ideas conservadoras, Michail Nikiforovich Katkov –1818-1887–, periodista ruso, propietario de la revista mensual, El mensajero ruso, de tendencia eslavófila, a quien propone la edición de la obra en la que aún trabaja, para publicarse en un formato de revista, durante doce meses, en el curso de un año.

La misiva está escrita en Wiesbaden, Alemania, sede de un famoso casino, donde había perdido todas sus pertenencias. Lleva fecha de septiembre de 1865, y la escribe para indagar – con diligencia previsora, antes de concluirla– sobre la posibilidad de publicar el escrito en la revista y para convencer al posible editor relata el argumento del relato.

El texto parcial del documento es el siguiente: La idea de la obra –le asegura a Katkov– hasta donde puedo juzgar, en nada contradice [la política] de la revista de usted; antes bien al contrario. Es el informe psicológico de un crimen. La acción es contemporánea, y se desarrolla en este mismo año. Un joven, expulsado de la universidad, de origen pequeñoburgués y que vive en la mayor pobreza, por imprudencia y falta de convicciones sólidas, cayendo bajo la influencia de las extrañas ideas "inconclusas" que flotan en la atmósfera, decide romper de un solo golpe con su lamentable situación. Se ha decidido a asesinar a una anciana, la esposa de un consejero titular, quien presta dinero por interés. La anciana, estúpida y enferma, es avara y cobra réditos tan altos como un judío; es malvada y devora las vidas de otros, torturando a una hermana menor a la que ha convertido en su sirvienta. No es buena para nada.¿Por qué debe vivir? ¿Sirve para algo?, etc. Estas preguntas perturban a nuestro héroe.

Se decide a matarla para lograr la felicidad de su madre, que vive en la provincia, para rescatar a su hermana –quien vive en la casa de un terrateniente– de las lascivas proposiciones del jefe de esta familia noble –proposiciones que amenazan con arruinarla–, para terminar sus estudios e irse al extranjero y, entonces toda su vida será recta, firme, inconmovible al cumplir con su obligación humana para con la humanidad, con lo cual a la postre borrará su crimen, si es que en realidad se puede llamar un crimen a esta acción emprendida contra una anciana sorda, estúpida, maligna y enferma, quien ni siquiera sabe para qué está en el mundo y que, tal vez, de todos modos habría muerto dentro de un mes.

Reconstrucción artística del asesinato de Raskólnikov


Aunque sea terriblemente difícil cometer crímenes como éste –es decir, casi siempre quedan piezas sueltas y surgen testimonios, y siempre hay que dejar mucho al azar, que casi siempre traiciona al culpable–, él logra realizar su empresa, pronto y bien, de manera totalmente accidental.

Transcurre casi un mes después de esto, hasta la catástrofe final. Nadie sospecha ni puede sospechar de él. Aquí es donde se desenvuelve todo el proceso psicológico del crimen. El asesino se encuentra ante problemas insolubles, sentimientos insospechados le atormentan. La verdad celestial y la ley humana lo abruman, y acaba viéndose obligado a denunciarse a sí mismo. Esta obligación nace en él por necesidad de reconciliarse con sus congeneres, porque, aun cuando perezca en la Catorga. Le tortura la sensación de aislamiento y separación de la humanidad que experimenta desde que comete el crimen. La ley de la verdad y la naturaleza humana lo [texto ilegible]… El propio criminal decide aceptar el sufrimiento para expiar su crimen.

En mi cuento también insinúo la idea de que el castigo jurídico prescrito para el crimen atemoriza al criminal mucho menos de lo que creen los legisladores, en parte porque mal provocado moralmente lo exige. Yo he visto esto aun entre personas muy incultas, y en las más terribles circunstancias [Memoria de una casa de muerte]. Ahora quise mostrarlo especialmente en un miembro educado de la nueva generación, de modo que el concepto sea más claro y más palpable.

Varios casos recientes me han convencido de que mi tema no es muy excéntrico. En especial, porque el asesino es un joven culto, de origen burgués y hasta de buenas inclinaciones.

El año pasado, en Moscú, supe del caso –un caso real– de un estudiante expulsado de la universidad después de los disturbios, que decidió atacar la oficina de correos y matar al cartero. Aun se encuentran en los periódicos muchos testimonios de la inaudita falta de convicciones que conduce a cometer hechos terribles. –Ese estudiante del seminario, quien mató, de acuerdo con ella, a una muchacha a la que había citado en un cobertizo, fue capturado una hora después desayunándose tranquilamente, etc–.

Imagen que retrata el momento en que Raskólnikov decide su arrepentimiento y entregarse a la justicia. Cuadro de un pintor de la época.

En pocas palabras, estoy convencido de que mi tema se justifica en parte por nuestra propia época. Se comprende que yo haya omitido, en esta actual versión de la idea de mi cuento … el tema principal [lo que pueden significar los detalles de la trama]. Puedo garantizar que la obra se apoderará del lector, pero respecto a la ejecución artística no me corresponde a mí juzgar. Muy a menudo ha sucedido que, por las eternas prisas, escribo cosas muy, muy malas. Sin embargo, esto no lo he escrito con prisa sino con pasión. Intentaré, aunque sólo sea para mí mismo, terminarlo de la mejor manera posible. [F. Dostoevskij, Lettere sulla creatività, trad. al italiano de Gianlorenzo Pacini, trad. al español, LOBF, pp. 66-69, Feltrinelli, Milano].

En la comunicación Dostoievski señala que el protagonista provendría de una familia pobre burguesa. Esto se confirma por el hecho de que la familia de Raskolnikov carece de cualquier medio, aparte de una insignificante pensión de viudedad. Sin embargo, en el primer borrador de la novela encontramos una indicación sobre el posible origen noble del protagonista.

¿Cómo es la figura física de Raskólnikov? Al inicio de la obra el autor habla: de los finos rasgos del joven. Por cierto, era éste notablemente apuesto, de magníficos ojos oscuros, pelo castaño, estatura más alta de la habitual, esbelto y bien proporcionado. [Crimen y castigo. Akal, ibidem, p. 31, en papel].