La popularización de la expresión, Nihilismo, la encontramos difundida en Rusia a partir de la obra de Iván Turgueniev Padres e hijos.
Esta novela abre una secuencia de relatos que marca toda la década de los sesentas del siglo XIX en esa literatura, novelas que intentan describir a los llamados hombres nuevos.
Sin embargo, quien elabora el concepto y lo nombra con la expresión: Nihilismo ruso fue Nietzsche, quien formula esta perspectiva ideal desde su lectura de los principales escritores de esa lengua por aquellos años e intenta describir la dialectica que entra en juego, y busca retratar las contradiciones que envuelve la relación de esta última generación con la anterior, la generación romántica.
El estado, la sociedad, y la literatura estaban, en los años sesentas del siglo decimonono, preocupados por describir en relatos posibles que reflejaran las características de los humanos calificados en dichas generaciones.
Los jóvenes eran los sujetos que se definían y contraponían a la generación anterior, vigente en la década de los cuarentas, que se llegaron a conocer como los hombres superfluos –derivados de un título que se origina en otra novela de Turgueniev, Diario de un hombre superfluo, publicada en 1850 [Ed. Nórdica, Trad. Marta Sánchez-Nieves, 2016.].
¿Qué características exhiben los hombres superfluos? Representan la imagen de un individuo empequeñecido humanamente; atrapado en su reducido mundo provinciano; sin espíritu de grandeza; un tipo mediocre y banal, empero, a la par, vanidoso y soberbio.
Asume una actitud despreciativa hacía los demás al sustentarse en el sentimiento de su propio valor y de su honor en cuanto miembro de la nobleza.
Adopta un conducta sin consistencia o sustancia ética; se consume en un estado de perturbación inerte: es ocioso, holgazán, retardado, falto de imaginación y creatividad; posee una personalidad emocionalmente poco desarrollada y sensiblera; a pesar de su arrogancia es hasta lo más hondo de sus entrañas un ser acomplejado, inseguro, timorato de ser y actuar; siente un terror pánico a proceder contra los designios de la autoridad y no osa actuar u opinar sobre lo que viene considerado socialmente indebido.
En el ámbito mental carece de peso, de formación, de consistencia. Es incapaz de conceptualizar y está dotado apenas de una corteza frágil, floja, superficial de instrucción intelectual, labrada desde un incoherente y descuidado educarse como autodidacta lento y aburrido, por lo que se manifiesta como un despreocupado e indolente dilettante.
Reconcentrado en su minúsculo rincón del mundo, subsiste como un ser caracterizado por una obstinada actitud de fisgón en un universo matizado por la pereza y el aburrimiento.
La literatura de la época presenta diversas versiones de este tipo humano, se enumeran entre ellas algunas novelas del propio Turgueniev, Rudin, Nido de hidalgos, y destaca la emblemática obra de Iván Goncharov (1812-1891), Oblomov, publicada en 1850.
Además, no tiene otra preocupación que trocar lo nimio en importante, compensando sus frustraciones con el maltrato a la servidumbre, a su mujer, a sus hijos o sucumbiendo en los vicios, en el alcoholismo y en la violación de jóvenes y atractivas siervas.
El hombre superfluo –no puede ser de otro modo– es un reflejo de las personalidades frustradas que crea la opresión ilimitada y castradora del autócrata Nicolás I, Zar de Rusia de 1825 al 1855. (1796-1855).
El primero en representar la otra tipología –contrapuesta a la que vengo describiendo–, la de los hombres nuevos fue de nuevo el sensible Iván Turgueniev, quien con la figura del joven nihilista Bazarov, traza la primera figura de la joven generación nihilista.
Después de él, Aleksej Pisemskij escribe Mil almas y Mar agitado, obras en las que, debido a la fuerza de las cosas, también se relata la historia de jóvenes arribistas, nihilistas de hecho.
En la revista El mensajero ruso se publica, por esos días, la novela antinihilista Marevo –Espejismo– de N. Kliushnikov (1841-1892); mientras que en la revista El contemporáneo, aparece en 1863, ¿Qué hacer?, que ya sabemos es la obra que relata la vida de la sociedad futura y resalta la estampa de Rachmetov, el duro nihilista que concibe Chernishenski. Por otro lado, entre otras, en el Anales de la patria se publica En el propio país.
En la revista de los hermanos Dostoievski, El tiempo o Época, se edita, Un asunto complicado, como obra antinihilista. Mientras que en la Biblioteca de lectura, otra revista, se edita, Sin salida.
En 1863, Dostoievski, publica Memorias del subsuelo, que puede considerarse como una especie de prólogo del grandioso relato Crimen y castigo, del 1865. Las Memorias… consisten en una refutación filosófica del pensamiento de Chernishenski. Todo ello gira en torno al personaje dominante de ese momento histórico: el hombre nuevo [Cfr.: Victoria Thorstensson, The dialog with Nihilism in Rusia Polemical Novels of the 1860s-1870s, University of Wisconsin-Madison, 2013].
A esta generación se la conoce también como los Raznochintsy, son los nuevos intelectuales que provienen de las provincias, que no hacen parte de la nobleza, que han asistido con sus recursos a la universidad, y que emanan como elementos de otros estractos sociales tales como la pequeña burguesía, mercantes, bajo clero, hijos de campesinos, funcionarios de rango menor, que se afirman como una clase social en la segunda mitad del siglo decimonono.
El estrato raznochintsy surge debido al desarrollo del capitalismo, que crea una gran demanda de sujetos educados como especialistas.
A partir de la década de 1840, la raznochintsia tuvo una influencia considerable en el desarrollo de la cultura y la sociedad, y después de la abolición de la servidumbre constituyen el principal estrato social que emerge como intelectualidad burguesa.
Los demócratas entre los raznochintsy, que habían producido varios líderes destacados del movimiento de emancipación de la reforma campesina de 1861, desempeñaron un papel destacado en el movimiento revolucionario posterior a la reforma.
V. I. Lenin denomina a la etapa democrático-burguesa de la lucha por la liberación en Rusia, que dura aproximadamente desde 1861 hasta 1895, la etapa de los raznochintsy. De entre ellos surgen legiones de jóvenes radicales que comienzan a organizarse en celulas subversivas.
Por ejemplo, en mayo de 1862, coincidiendo con el Úkase imperial de la liberación de los siervos de la gleba viene publicado un manifiesto radical que se autodesigna como La joven Rusia.
Allí se incita a derrocar de forma violenta a la monarquía y a proceder a la instauración de una república democrática. Esta fue la primera proclama, a la que sigueron otras, que cada vez reflejan un carácter más extremista, fanático y rotundo con el derramiento de sangre opresora mediante la instauración del terrorismo como metodo de lucha politica.
Como origen de esta acción fue señalado por el rumor público Chernishevski. Tanto fue insistente ese cuchicheo, que Dostoievski, que lo conocía, lo visito para exhortarlo a que no consintiera en propiciar desordenes y ni tramas conspiratorias.
Aquel le juró que no tenía nada que ver con el asunto, y prometió hacer un llamado colectivo a la cordura y la calma, ya que realisticamente este modo de reaccionar contra el Estado solo serviría al gobierno para acrecentar medidas opresivas y reaccionarias, y desatar una intensificación de la represión mediante el empleo de la tortura, la cárcel y las ejecuciones.
Nietzsche, quien fue el pensador occidental que introdujo en el pensamiento de su época el término Nihilismo, también se refiere a la perspectiva rusa, que primariamente expresa en el aforismo 347, en el quinto libro de la Gaya Ciencia o Ciencia Jovial, que contiene en embrión, uno de los temas capitales del desarrollo ulterior de su pensamiento hasta su último libro, Ecce homo.
En el texto a que me refiero, que Nietzsche concluye y remite a su editor en diciembre de 1886, habla de un Nihilismo a la moda de Petersburgo, que define como un modo de creer en el no creer que conduce hasta el martirio.
Para el pensador alemán, el nihilismo surge con el problema que trae la decadencia del cristianismo con la aparición de la época moderna.
Se basa fundamentalmente en la exposición del llamado hoy, proceso de secularización de la existencia, que se constituye a través de las transformaciones que provocan la superación de la tradición, el declive de los valores religiosos, el surgimiento del nuevo imperio de la técnica, la matematización de la existencia con la imposición de horarios de trabajo, planes detallados para mensurar la edificación de la vida, la cuantificación de la existencia y la realidad, el desarrollo de la industrialización, la despoblación del ámbito rural, la sobrepoblación de las ciudad traumatizadas por la miseria y los arrabales que pueblan los recien llegados y la imposición como valor supremo, lo útil.
Este fenomeno, el pensador alemán lo designa con una brillante metáfora, que expone en el famoso aforismo ciento veinte y cinco (125) de la Gaya ciencia, que es una verdadera obra maestra de estilo deslumbrante, donde Nietzsche trata de forma poética, mediante una insuperable alegoría, que designa bajo el título: El loco, en que trata sobre La muerte de Dios como idea clave del nihilismo.