Slasher es un subgénero del cine de terror siniestro cuya primera característica es la presencia de un psicópata o asesino en serie que suele asesinar/torturar a sus víctimas de una manera violenta y brutal, generalmente usando herramientas o instrumentos como cuchillos, sierras eléctricas, hachas, etc. La palabra slash viene del inglés acuchillar, descuartizar. En la descripción de Freud lo siniestro alcanza su expresión terrorífica a partir de algo conocido, cuasi familiar, no de algo extraño y ajeno.   

¿Qué tiene que ver con el tema Venezuela?

Desde mi punto de vista hago abstracción y lo relaciono con el cine y la propaganda política, dos cuestiones que ocupan mi tiempo.

Pues bien. Cuando defiendo a la Venezuela chavista y al gobierno presidido por Nicolás Maduro Moros, enseguida me vienen con muletillas tales como: “eso es porque no vives en Venezuela. Los chavistas han acabado con la democracia, hasta con el comunismo. Como tú no vives allá es lógico que salgas a hablar bien de tus camaradas. Vete allá para que sufras lo que sufrimos los que vivimos allá”. ¿Mi respuesta? (también tengo mis muletillas) “Fulano de tal que dirige tal periódico tampoco vive ni visita a Venezuela y no pierde oportunidad para darle funda a los chavistas y al dictador Maduro. Y lo mismo hacen los comunicadores de radio y Tv, los articulistas intelectuales que no cogen vacaciones y se unen al ejército antichavista y antimadurista como si se tratara de una misión heroica y noble para llevar la democracia al pueblo venezolano. Y le hacen coro al gobierno estadounidense”

Yo pregunto, ¿tiene más validez el argumento de quienes no viven en Venezuela, tildan su actual proceso como un ´régimen dictatorial´, y satanizan todas sus acciones que procuran defender sus conquistas sociales?

Sí. Quienes estamos a favor o en contra y no vivimos en Venezuela, opinamos y apoyamos y hacemos causa común con quienes viven en Venezuela y están a favor o en contra.

¿Y los slasher?

Hay una identidad en quienes apoyan y anhelan una intervención militar o los actos terroristas contra Venezuela. Esa identidad es colindante con los slasher de la política que actúan sin motivaciones razonables, y lo hacen con plena conciencia de criminales, de psicópatas.

Esos slasher tienen un público que gusta de maniqueo. Gente que se ubica en términos del bien y el mal, del infierno y el cielo.

Así como en el cine de terror siniestro y en el mismo de terror psicológico, los slasher se valen de una narrativa que busca generar empatía de la gente con el padecimiento del pueblo venezolano “provocado por el dictador Maduro”. En acciones que desdicen la honestidad periodística y su pluralidad, se arman de herramientas como fake news o en orientarse con una sola campana para difundir sus timoratos sofismas. Forjan desconfianza, pánico, suspicacia con respecto al chavismo, y cuanto epíteto sea posible para que la audiencia que les sigue se le haga difícil distinguir entre lo real y lo absurdo, que no tenga cómo discernir si lo que dice el gobierno de Venezuela es fantasía y que por el contrario sí es real lo que fabrica la tal errática  oposición. 

Es impresionante constatar la formidable plataforma (de gran pegada en la opinión pública) que han creado burguesía y oligarcas de allá, acullá y aquí valiéndose de tanques pensantes especializados en sociología, psicología y economía. Afincan sus bases en quienes andan joceando para que no se les limiten más sus beneficios en Venezuela y en quienes tienen sus negocitos individuales de grosera ilegalidad.

De manera que no es casual que voces y plumas de gran crédito fijen su oposición con ideas de comerciante en un cuerpo de peón. 

Peones que opinan, comentan, preñan de ambiente gore y desprecian a quien saque la cabecita en apoyo a los revolucionarios venezolanos.

Los actuales dirigentes del gobierno venezolano marchan por un largo y penoso viacrucis, y veo justo mostrar admiración por la madurez e inteligencia en la lucha por alcanzar un estado superior como nación que busca su propio destino.