Muchos afirman que, dividida la oposición no puede ganar las próximas elecciones y todos o casi todos afirman que, dividido el PLD no gana esas elecciones. Esa circunstancia ha creado un estado de ánimo en el ambiente político, dentro y fuera de las fuerzas en pugna, que va desde el pesimismo paralizante de muchos, al optimismo ingenuo de no pocos. En general, los vacíos de poder y los equilibrios de fuerzas en pugna tienden a durar poco, máxime cuando estos se producen en la antesala de torneos electorales, los cuales tienen plazos fatales. De cara a los próximos comicios, en cuestión de días, de alguna manera el PLD está obligado salir de su encrucijada y la oposición encontrar una forma de unidad.
Tanto el uno como la otra están en una encrucijada, y si bien lo que es igual no es ventaja, ese aforismo esta vez no es consistente. El dilema del PLD es casi insalvable, la imposición de la reelección de Danilo se torna inviable y de imponerse, tal como están las cosas en ese partido, sería a costa de la división y los resultados en términos electorales serían mortales y catastróficos en términos institucionales/organizativos. La opción Leonel no pasa sin arreglos formales o informales con Danilo y en cualquier caso, las bases en que se sustentaría ese eventual pacto podrían ser mortales para las eventuales aspiraciones de aquel en particular, y en general para el proyecto continuista del PLD.
La crisis del PLD ese partido es más difícil de superar que los obstáculos que debe superar la oposición para para encontrar su imprescindible unidad, pero en la política, como en todas las ciencias sociales, ninguna variable que apunta hacia un resultado es inmutable. La crisis del PLD, lleva a sectores de la oposición a pensar que su victoria en la próximas elecciones es ineluctable, porque esa crisis así la decreta. En ese sentido, algunos minimizan la necesidad de la formación de una gran coalición de partidos y fueras sociales para derrotar el continuismo de la corrupción y otros, por particulares razones, ralentizan la intensidad de su participación en los trabajos que se realizan para terminar de formar dicha coalición.
Si los actores de una determinada coyuntura no actúan sostenidamente apoyados en sus propias fuerzas (si unidas a otras, mejor), si no construyen variables que sean manejables para conseguir sus objetivos, podrían cosechar inapelables derrotas. Reitero, de todas las coyunturas electorales pasadas, la presente no sólo es la de mejor potencialidad para derrotar al PLD, sino para que en el Congreso y los municipios haya una presencia de sectores políticos sociales, productivos e intelectuales representativos de deseo de la mayoría de la población de que la orgía de poder y al carnaval de sueldos lujosos de familiares, hijos y/o allegados de funcionarios de ese partido y/o de sus gobiernos llegue a su fin.
Pero eso dependerá de la voluntad de TODA la oposición de hacer política unitaria y de la audacia de aquellas fuerzas de perenne pequeñez de zafarse de esa situación haciendo política unitaria para lograr una relevancia electoral que se corresponda con su significado ético/político. Lo mismo vale para las nuevas agregaciones políticas, muchas de ellas que sobrevaloran sus posibilidades electorales y que no parece que hayan calibrado lo que ha sido la experiencia de las fuerzas políticas antes referidas. Los procesos electorales de las últimas décadas han estado signados por la extrema polarización entre dos fuerzas políticas de una larga tradición de enconada lucha entre ellas que ha calado con profunda fuerza en cultura política de las masas dominicanas.
Esta circunstancia ha sido un factor de mucho peso para la existencia de un bipartidismo que su fortaleza y duración es casi absolutamente desconocido en la región de América Latina y El Caribe, y que ha lastrado los intentos de algunas fuerzas emergentes de romperlo para convertirse en .alternativas con peso electoral. Y es que todo bipardismo jalonado por la historia, crea una cultura, un reflejo político en las masas que la única manera de romper esa situación es si una de las fuerzas que lo componen por alguna razón, generalmente inesperada, sufre un colapso sin que su referencia social y política tenga la posibilidad de recomponer el cuadro bipartidista en breve tiempo o de recomponerse en otra fuerza o con otro nombre.
Una activa actitud unitaria de las fuerzas con real voluntad de cambio del país, a través de una gran coalición, podría ser factor determinante para superar esa suerte de equilibrio catastrófico, real y/o perceptual, enunciado al inicio de este artículo, e iniciar una nueva lógica en discurrir de nuestro sistema político. En ese sentido, es pertinente recordar que en nuestra historia política ha sido en los contextos de mayor apertura democrática donde mayor ha sido el desarrollo de los movimientos sociales y políticos y del pensamiento social.