Nombrar cónsul en Sevilla, España a una hermana de la vicepresidente Raquel Peña que no lo necesita porque es una mujer rica, de mucho éxito y según tengo entendido, profesionalmente, muy capaz.
En Franckfurt, Alemania, sale como cónsul un hijo de Tony Raful, poeta, historiador, político y miembro del Parlacen. De un hijo de Tony lo menos que se espera es que esté bien educado, sea conocedor de la política y sobre todo, de la historia.
Para Marsella, sur de Francia va de cónsul una hija de Ramón Alburquerque quien, recientemente hizo público su disgusto con el Presidente Abinader. Ramón es un político de muchos años, ex ministro, ex legislador etc.
En Brasil y como embajadora va la hija de un poeta, la esposa o ex esposa de Orlando Jorge Mera Ministro de Medio Ambiente, hermano de Dilia Leticia y padre de Orlando Jorge Villegas que es diputado. Todos o casi todos podrían ir de cónsul honorario si es que se trata de servir y no de servirse.
¿Qué es lo malo entonces, por qué se ha enojado el país -de mala manera- por estos nombramientos? Trataré de explicarlo, no justificarlo.
En primer lugar hay un problema de percepción. Acabamos de salir de un gobierno que dilapidó enormes recursos públicos entre familiares y amigos en montos, amplitud y condiciones que no son comparables con estos 4 nombramientos y en verdad otros mas que no son cargos diplomáticos. No hay comparación posible, pero la gente está enojada con el gobierno. Yo también lo estoy pero primero tengo que decir lo siguiente:
No hay prueba ni evidencia alguna de que estas personas vayan a tener un desempeño deficiente. Todo lo contrario, aunque no los conozco personalmente, tengo suficiente referencias para hacer constar que esas personas lo harían mejor que aquellos que sustituyen. Sin embargo, la gente está disgustada y no poco; no ve ni admite esa posibilidad.
Mucha culpa recae sobre los familiares de esas personas. La capacidad que tiene un funcionario para meter presión a favor de un nombramiento no debe subestimarse y mientras mas cerca está del presidente, mayor es la capacidad y se convierte en algo parecido a una cantaleta que asfixia. Por lo tanto, y en todos los casos, los familiares que impulsaron esos nombramientos estaban pensando en ellos y solamente en ellos; han prestado un flaco servicio al país, a su gobierno, a su partido y en concreto al Presidente.
Por su parte y sabiendo la temperatura de ese tema en la opinión pública, el presidente debió posponer esos nombramientos y además hacerlo con cuentagotas, algo a lo que naturalmente esos familiares se iban a resistir. Pero el presidente es él y suya es la responsabilidad última.
Tampoco debió el presidente dejar que estos nombramientos, que repito, presupuestalmente son insignificantes, coincidiera en tiempo y espacio con la incompleta limpieza de la administración publica donde aun quedan decenas de miles de botellas, miles de pensiones lujosas, cientos de sueldos igualmente lujosos e injustificables. Para rematar, tampoco debía ni podía el presidente hablar de nuevos impuestos hasta haber agotado el saneamiento de la administración pública donde falta aun demasiado por hacer.
Finalmente, parecería que nos acercamos a un sistema de castas. En las fuerzas armadas, generales, jefes titulares etc. ya son hijos, nietos o sobrinos de otro jefe militar. En los negocios, una cantidad enorme de gerentes, presidentes de empresas son igualmente hijos o nietos de los dueños fundadores y ahora en la política -y para infortunio general- está ocurriendo lo mismo.