Todo en la vida tiene fecha de vencimiento incluyendo, desgraciadamente, a las personas.
La edad ha sido el termómetro que indica cuando una persona pasa de una etapa a otra y se ha llegado a ciertos límites en relación a los años, donde las circunstancias cambian y no siempre para bien.
Un pelotero de 38 años, aunque es joven, es considerado un veterano que debe ir pensando su retiro aduciendo que la edad ya no le favorece. Cuando se llega a los 35 años, edad que constituye el final de la juventud, conseguir trabajo se va tornando más difícil. Visto así parece que las personas tenemos fecha de vencimiento.
Los productos que compramos en el súper mercado tienen fecha de vencimiento y consumirlos después de la fecha asignada constituye un riesgo para la salud.
En lo único que no parece existir fecha de vencimiento es en dos facetas de la vida dominicana: ser chofer de carro público y en la política.
Sobre el primer caso lo atribuyo a la pobreza que existe en nuestro país, a las debilidades de una seguridad social que aún no termina de consolidarse y que obliga a las personas envejecientes a trabajar aún en el ocaso de su vida.
Es penoso ver a un señor cuya edad ha marchitado su lozanía conduciendo un vehículo de transporte público en altas horas de la noche exponiendo su seguridad personal y su estado de salud.
En el plano de la política es donde la fecha de vencimiento no tiene límites. He crecido mirando los mismos líderes políticos de los diferentes partidos. En el PRD se observan las mismas figuras de hace más de cuarenta años sin que se aviste la mínima voluntad de preparar el relevo generacional.
En el partido oficialista todavía existen funcionarios que se mantienen en puestos públicos desde el primer triunfo del PLD y como si esto fuera poco ya han dictado la sentencia: pretenden gobernar hasta el 2036.
Aunque se ha dicho que realizarán una fábrica de presidentes, senadores, diputados y demás, que nadie se llame engaño pues la señal ya se ha visto “a los nuevos que se aguanten porque habrá oportunidad para todos” ha dicho el perínclito que apenas con tres años fuera del poder no ha soportado la adicción a las lisonjas, aunque disfrazan de unidad las muecas grotescas de gruñido y envidia que se vive a lo interno.
Lo mismo pasa en el PRM, una partido que a mi juicio nació dividido. Pienso que Hipólito Mejía no debió presentarse como pre-candidato y cerrar fila en torno a Luis Abinader.
El gran Einstein definió la locura como aspirar a resultados diferentes haciendo siempre lo mismo. Locura es creer que este país será diferente o que se producirán cambios significativos con los mismos líderes y los mismos partidos que nos han desgobernado.
Aspiran a perpetuarse en el poder, animados por una malversación de la alternabilidad y con una amplia tendencia a no sentirse caducados y como cualquier dinosaurio se niegan a fosilizarse y continúan en el escenario público sin reconocer que su fecha de vencimiento les ha llegado hace tiempo, inclusive para los oficialistas que consideran tener poco tiempo en el poder.
Y señalo también a los oficialistas porque el vencimiento no lo podemos ver solamente en los líderes, sino en las propuestas que representan cuya fecha de vencimiento hace tiempo se le llegó, pero desgraciadamente seguirán porque las pocas alternativas no han sabido negociar. Ya lo dice la Biblia “Los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz”.