"No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo" (Albert Einstein).                                

Viendo los avatares cotidianos de nuestro entorno del cual formamos parte, sin tener que ser muy entendido, uno llega a la conclusión que, nosotros somos una sociedad “simulada” experta en postergar “crisis”. Nos encanta ser procrastinante, dejar todo para después. Vivimos de tentar el azar por si acaso la solución aparece por arte de magia, para que no cueste esfuerzos, es con sobrada razón que tenemos en el territorio nacional más de 100 mil bancas de apuestas y ente 40 y 60 mil tragamonedas, en donde más de 200 mil ludópatas que hacen sus ritos diarios al dios Manmón, se juegan más de 100 mil millones de pesos por año; mientras existen 11,843 centros educativos y 1,726 centros de salud. Qué pena! Cuántas crisis acumuladas por doquier!.

 Me atrevo a decir sin tapujos que, como sociedad, somos la suma de crisis innumerables que pugnan entre sí, desde la década de 1960. Lo peor es, que las oligarquías que hemos tenido, responsable de nuestra forma de ser y pensar y de accionar, han inventado una botica de remedios pasajeros para hacernos creer que la anestesia o el calmante es la cura real de la enfermedad, y olvidan que, la mayoría de las veces la cura duele tanto o más que la propia enfermedad. No es menor la crisis económica, que hemos heredado por décadas de quienes tienen control de los medio de producción, expresada en los niveles de exclusión y marginación, pobreza, brecha creciente entre una masa miserable y otra opulenta y exhibicionista; la crisis social, con rasgos de violencias en todos los niveles; la crisis ética, señalada con un tipo de los nuevos ricos que paren los gobiernos cada cuatro años y la sociedad, producto de la corrupción, el blanqueo de fortunas y otras fórmulas secretas para sobresalir a cualquier costo, aprendidas en “las escuelas para los no pendejos” de nuestro sistema capitalista.

Sin embargo, toda crisis es un proceso de purificación, de examen y de decisión, según el sentido más originario de la raiz sánscrita “kir, kri” y del término griego “krisis”, nos apunta el teólogo brasileño Leonardo Boff. La crisis, es el momento decisivo y grave de una persona, situación o colectividad…la puja de fuerzas, donde las fuerzas del orden, al parecer, ganan la partida a las fuerzas activas de creación, insiste Adriana Zambrini. La crisis es el enfrentamiento de poderes, del poder de control contra el poder de acción, en función de un orden que organiza la acción y por lo tanto el deseo. Es decir tensión del deseo contra el orden.

Detrás de la crisis, siempre aparece lo viejo en ruina y lo nuevo en gestación. Pero por la experiencia histórica cercana, nada desmiente el que a nosotros nos gustan las ruinas para sacar ventajas, nos fascina el caos, el desorden que siempre tiene un orden interno, los calmantes como los Agripinos mediadores, que tan mal servicio rinden a la sociedad. Le tememos a la cura, a lo nuevo, porque es un desafío. Y en los desafíos hay que aceptar las crisis tal y como son, analizar las energías que ellas portan consigo y que nos han de conducir a otros estadios superiores de trasformación. Preferimos las soluciones escapistas para no llegar a las raíces, intentando superar la crisis buscando refugios, negociando para provechos personales, mediáticos o prorrogándolas, o ensalmándolas.

Son nuestros peores enemigos aquellos que apaciguan nuestras crisis, porque esas posiciones no nos ayudan a aceptar realidades, ver nuestras posibilidades, discutir nuestras diferencias y nuestras aproximaciones y luego avanzar a partir de allí hacia una sociedad que nos incluya a todos.

 Zambrini, vuelve tajante sobre el tema y advierte dentro de las entrelíneas, que en las crisis: “El que no se somete e intenta entramar con una realidad siempre cambiante, afirmar su diferencia, es marginado y clasificado como amenaza”. Y peor, sigo su cita, lo hacen “Nutrirse de afectos de desencanto, angustia, miedo, dolor, otorgándole la seguridad de que ningún cambio es posible, y que sólo hay que dejarse llevar por la certeza de lo imposible… Lo heterogéneo, lo móvil, lo cambiante, es vivido como amenaza frente a un poder que requiere de la masificación homogénea de lo mismo. Todo pensamiento o acción creativa, que proponga otra relacionalidad de los signos, que produzca lenguaje, que desestabilice las verdades únicas, es vivido como una fisura al sistema e inmediatamente resignificado como un atentado contra la paz. Una paz que al decir de Negri "queda signada por la fatiga de la lucha y la usura de las pasiones. Se reduce a la condición miserable de la mera supervivencia".”

Nuestras crisis plantean desterrar las soluciones arcaizantes o reformadoras, pues no han dado resultados valederos los ensayos llevados a cabo en esa dirección. El camino son las transformaciones, los procesos permanentes sin detenernos en metas conseguidas, sino con apertura a la novedad en una constante y permanente búsqueda.

A nuestro país, igual que a cada una de nuestras comunidades, le ha hecho daño abortar, perpetuar, postergar tantas crisis. Porque aunque parezca utópico permitir el desarrollo de las crisis, produce lo nuevo. Por algo será que los que detentan los poderes les temen a las crisis, y siempre están detrás de los parchos y los parcheros para contenerla. Aprendamos del parto de las mujeres, es el mejor ejemplo, para los que aspiran que algo cambie. Sino hay crisis, no hay alumbramiento de una nueva criatura.

  “Aquí tenemos que preocuparnos menos por colgar etiquetas y más por comprender motivaciones y hallar causas y efectos…hay quien no ve el pinar por fijarse en los pinos. Hay quien alaba el pinar mientras los pinos se pudren. Nosotros aquí tenemos que ver el pinar y los pinos porque, después de todo, sin pinos no hay pinar” (Bruno): La última mujer y el próximo combate, de Manuel Cofiño López, premio novela, Casa de las América, Cuba (1971).

Difiero desde lo más profundo de mi corazón y desde mi pequeño macuto de convicciones de los ensalmadores, postergadores, negociadores de crisis, por eso sigo los trazos clarividentes de Albert Einstein sobre la Crisis: "No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar 'superado'. Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla."