Pareciera que a veces uno asume ante la vida una actitud conformista y excesivamente pacifista cuando se le permite al tiempo poner todo en su lugar. Nada más apartado de la verdad. No es sencilla la dosis de paciencia y de madurez que se requiere para desechar el sentimiento de venganza que nos invade cuando nos sentimos traicionados o cuando entendemos que el destino nos falló.

Ante las traiciones y los fallos, quizás por un asunto de instinto y la naturaleza del ser, uno atina en el momento a querer imponer justicia por su propia cuenta; devolver el daño y obligar al otro a meterse en nuestros zapatos para que ocupe ese lugar. Y es ahí donde la razón y el tiempo juegan un papel protagónico. Razón, para pensar con la cabeza en orden y tiempo para dejar que haga lo suyo y lo que mejor sabe hacer, curar.

Resulta casi inevitable no dejarse invadir por la rabia, la ira, el desánimo y la soberbia cuando uno siente que la vida le ha fallado, que las cosas no han salido cómo uno esperaba y que los planes se derrumban. Difícil enfrentar la vida con buena cara cuando pasamos por una mala racha, y toca admitir que todos hemos pasado por eso y que en el fondo, bien sabemos que se trata de un rato.

Pero la vida es tan sabia que nos regala la hermosa capacidad para aguantar esos embates y la sabiduría necesaria para aprender de ellos. Nos prepara con esas recaídas, por supuesto cuando se asumen con inteligencia, para levantar los pies cuando avistamos la piedra. Y si se piensa, esos errores resultan a veces la mejor universidad en el afán de la vida.  Uno termina conociendo la verdadera esencia de los demás y puede que termine hasta aliviado de habérsele zafado de abajo a las ruedas de tremendo camión.

Despotricar contra los demás, desdeñar, descalificar y salir al mundo a hablar mal del otro, especialmente en tiempos de redes sociales, que ofrecen una libertad tan maravillosa como desmedida, sólo deja en evidencia la miseria humana que habita en su corazón.

Abandone ese sentimiento tan feo de revancha, deje las puyas e indirectas, no le dedique espacio a sus adversos y déjeles ese odio a quienes sí tienen espacio en su corazón para cargar con ello. No saque cuentas de sus fracasos, en su lugar, concédase la oportunidad infinita de seguir intentándolo sin reservas. Invierta esa voluntad en gestionar su propia felicidad y entréguele las llaves al tiempo para que él se haga cargo de todo. La vida se trata de ser felices, no de andar tirando cálculos.

Hay que tener paciencia, si no la tiene, cultívela. La vida no es cuando usted quiera. Todo toma su tiempo, es sólo cuestión de sentarse y esperar.

“Siéntate y espera que el enemigo pasará por tu acera”

Proverbio chino