Volvemos, hemos vuelto a conmemorar el 25 de noviembre, a recordar a nuestras Mariposas, siempre vivas, siempre presentes. Su recuerdo, símbolo de lucha por disminuir, por desaparecer la violencia como tal, la violencia contra las mujeres, como manifestaciones de la violencia social de toda índole que sufre nuestra sociedad.

La violencia con que hablamos y nos comportamos frente a nuestros semejantes está originada en los estereotipos, los prejuicios, los deseos de dominar, de imponer y de imponernos frente a lo que no es, o no se hace según nuestro criterio o nuestra voluntad. Está originada en la intolerancia, en el irrespeto, el desprecio y el desamor por el otro. La discriminación, la exclusión y la injusticia sociales son igualmente factores detonantes de la violencia social y familiar que vivimos y sufrimos cada día.

Y mira lo fervorosos que somos para detentar, mostrar y demostrar fe o creencias “pro vida”. Así mismo deberíamos ser pro respeto y pro tolerancia. Enseñar en la familia, en la escuela y en la iglesia, REALMENTE, el amor, el respeto, la empatía, la tolerancia, es parte de lo que nos hace falta para disminuir y terminar con la violencia. Romper con los estereotipos, los prejuicios y el irrespeto a los demás. Vivir, gozar, disfrutar y amar y respetar la diferencia será siempre un buen aporte en la lucha para erradicar cualquier forma de violencia. Miremos en nosotros mismos, en cada uno, y hagamos la diferencia. Verán que podremos lograrlo. Es el mejor homenaje permanente que podemos hacerle a nuestras Mariposas.