Muchas veces he pensado, sobre todo en los momentos de pocas esperanzas, que las ferias de libros que se celebran en nuestro país o para dominicanos, son estrictamente para los que amamos la escritura, para los escritores… Usualmente tenemos la preconcepción de que no hay tantos dominicanos que valoren las letras…
No sé si seré yo la única que piensa que las cosas están cambiando.
Tal vez, solo quiero créelo y sea esta utopía algo que está sucediendo en mi mente. Si es así, les pido disculpas, pues este estado de éxtasis y de pensamiento positivo que me invade, suele repetirse cada vez que visito una feria del libro. Y me ha vuelto a suceder recientemente al ir a la feria del libro de New York, organizada por el Comisionado de Cultura. He salido de esta pequeña y grande feria, más enamorada aun de la palabra y su poder.
Es cierto que no todo en las ferias sea de acerca de los libros y quizás hay personajes que entiendan que un libro de economía no deba estar en una feria, tampoco otras expresiones culturales… Pero todo depende del punto de vista. Por ejemplo, una obra de teatro, antes de ser puesta en escena fue un libro, también lo fue una película, ¿o no? Una canción fue antes que música, un poema.
Sí, ok!!!, digamos que soy la más benévola del mundo, quién sabe. Pero pararse y observar desde afuera, sentarse sobre prejuicios o concentrase en el gentío que pasa y hace bulla, son insignificancias, que finalmente no notas cuando te integras, abres los ojos y te das cuenta de la explosión que sucede adentro, donde la palabra se vuelve acción, se comparte y se vive.
Más de 100 eventos relacionados a los libros de una u otra forma, para todas las edades, en dos días. Exposiciones, conversatorios, recitales de poemas maravillosos, presentaciones de libros… Me pareció muy bueno.
Estoy inmensamente agradecida con la vida por haberme puesto allí, en aquel especial evento que celebra el libro en toda su expresión. También estoy agradecida por el esfuerzo de los organizadores y por el valor de todo aquel que decidió apoyar, que finalmente obtuvo su recompensa multiplicada en aprendizaje, magia, amistad y alegría.
Cada vez que salgo de una feria del libro, de haberla disfrutado plenamente, entiendo que el mundo ha cambiado un poco, para bien.