Cuando en mis actividades cotidianas, compartiendo con otras personas de mi comunidad profesional, de ocio o incluso de familia política nueva de algún pueblo del norte de España, me preguntan, por mis orígenes les vuelvo a comentar que no solo soy dominicano, el caso es que si vuelvo a nacer lo sería de nuevo.
Esto ya lo he dicho, y escrito desde mi mesa de trabajo en este exilio afectivo que vivo en Madrid, de hecho hace exactamente dos años que escribí sobre el tema en un artículo con tintes parecidos al de hoy: https://acento.com.do/opinion/dominicano-8589140.html.
Coincidencias de la vida que uno de los articuladores – externos a mi familia- de este profundo sentimiento de dominicanidad que arde en mi pecho, ha partido hace apenas un par de días: Juan De Dios Ventura Soriano.
Hoy algún lector exigente o incluso los directores del medio (cosa que estos últimos nunca han hecho y no creo que hagan), podrían tirarme de las orejas por salirme de mi temática dominical; pero con el perdón de ambos – frente a los que he asumido esta grata responsabilidad semanal- hoy mi corazón no puede sentirse más dominicano, y en el deber de escribir lo que escribo hoy y en primera persona. Quizás este sentimiento multiplicado se deba a la necesidad psíquica de compensar la partida de Don Johnny. No le conocí, pero su Pitaste, su merengue hasta la tambora, su Matilda, sus amoríos, la necesidad de bailar como el pingüino o comer filete a falta de patacón pisao, me hacen sentir como que lo tenía metido en casa o en el coche a modo de banda sonora vital. Mucho antes de comenzar a utilizar a The Doors o Pink Floyd como fondo musical o elemento de alegría o inspiración para diseñar un espacio o predimensionar las estructura de un edificio, ya Bobiné y La Agarradera corrían por mis venas.
El caballo mayor, el único negro que bota miel por los poros, el hijo del pueblo, la industria nacional de la alegría; Johnny Ventura quiso ser arquitecto. No lo fue, en cambio estudio locución y entrado en años hizo Derecho, pero lo que, desde luego, llegó a ser fue el gran arquitecto del merengue de la segunda mitad del siglo XX y el referente histórico de todos los tiempos en materia de música popular dominicana. Ahora mismo no me llegan a la mente otros pilares de nuestra cultura popular contemporánea, pero lo que tengo claro es que Don Johnny se cuenta entre los 5 pilares de esa cultura identitaria popular dominicana.
Viva Johnny Ventura arquitecto cultural del siglo XX, referente de identidad para todos los tiempos, para la República Dominicana. No le conocí, eso que me faltó, como tantas otras cosas.
Me despido y hago mías las letras de Don Huchi, y que El Caballo nos regaló para la eternidad:
Me llaman Juan Carlos Sánchez y González, nacido y criado en Quisqueya, que para mí es la más bella tierra que ha dado natura; si vuelvo a nacer, vuelvo a ser dominicano.