Uno: “Hay que recargar la batería, pero no hay luz… ¿Y ahora qué hacemos?” Dos: “No sale nada en la pantalla… ¿Y ahora qué hacemos?” Tres: “No entendemos lo que dice esta vaina… ¿Y ahora qué hacemos?” Cuatro: “Este aparato se dañó… ¿Y ahora qué hacemos?” Cinco: “No podemos ayudar en la tarea… ¿Y ahora qué hacemos?” Seis: “Un ladrón se llevó esa jodienda… ¿Y ahora qué hacemos?”. (No es que sea agorero, pero imaginemos lo que ocurrirá durante el año escolar en esas jurunelas del campo, en esos barrios pobrísimos, en esas tan numerosas familias no internetizadas, para preguntarle al Ministerio de Educación: ¿Y entonces qué hará?).