Durante la tiranía trujillista, si hubo un pueblo de indeclinable resistencia, ese fue el de San Francisco de Macorís. Cuando fue necesario enfrentar a los golpistas del 63, San Francisco de Macorís ofrendó en las montañas sangre de sus hijos. Cuando hubo que combatir el despotismo balaguerista, San Francisco de Macorís estuvo en la primera trinchera de combate. Y ahora, cuando hay que actuar sin tibiezas contra los ladrones y quienes los protegen, de nuevo San Francisco de Macorís reitera su ejemplo de buena ciudadanía. Si todo este país fuera San Francisco de Macorís hace mucho tiempo que aquí otro gallo cantaría.