Dedicado a Doña Candy Montilla de Medina. Primera Dama de la República.
En momentos en que aquí el control del COVID-19 colapsó en manos de hombres, urge ponerlo en manos de mujeres. No fue casual el hecho de que a la llamada nuestra y de ACENTO para salvar la vida de Ana Francisca, una enfermera del 911 y del Centro Médico Bournigal, de Maimón, Puerto Plata, diagnosticada tardíamente con COVID-19, fueran dos mujeres, altas funcionarias del gobierno las que respondieran rápida y generosamente al llamado: la doctora Margarita Cedeño, Vicepresidenta de la República y la licenciada Janet Camilo, Ministra de la Mujer. Y también la licenciada Annette Aboy, Relacionadora Pública de la Vicepresidencia. Las tres respondieron con urgencia movidas e inspiradas por la “sororidad”.
Tampoco es casual que siete mujeres estén al frente de algunos de los países que mejor están gestionando la pandemia. Son siete los países en los que, según datos periódicos de la Universidad Johns Hopkins, se registra (en proporción) un bajo número de fallecidos por COVID-19. Estas mujeres son Metete Frederiksen de Dinamarca; Katrín Jakobsdóttir, de Islandia; Sanna Marin, de Finlandia; Angela Merkel, de Alemania; Jacinda Ardern, de Nueva Zelanda; Erna Solberg, de Noruega; y Tsai Ing-wen, de Corea. ¡Una vez quedó demostrado el poder de la sororidad!
En los últimos días, medios como la cadena CNN o la revista Forbes -que publicó un informe basado en datos del Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés)- aseguraron que las respuestas de estos países han sido las "mejores" frente a la COVID-19.
Al decir de la socióloga Leta Hong Fincher, quien ha escrito sobre el liderazgo femenino para los diarios New York Times y Washington Post, “las mujeres en puestos de liderazgo están haciendo un trabajo excepcionalmente eficaz a la hora de gestionar la pandemia, ¿por qué no hay más?", sigue diciendo la especialista.
El término “sororidad” empieza a verse en las noticias políticas y sociales de los medios de comunicación. Se define como la relación de hermandad y solidaridad entre las mujeres para crear redes de apoyo que empujen cambios sociales, para lograr la igualdad. Según la RAE, la sororidad es la relación de solidaridad entre las mujeres, especialmente en la lucha por su empoderamiento. Es el equivalente a la “fraternidad” de los hombres.
La sororidad es el hermanamiento entre mujeres, no sólo en los espacios en los que se vulneran sus derechos, las violentan, las matan o en los que las obligan a hacer cosas que no quieren, sino en cualquier lugar. La sororidad es un concepto que debería ser más cotidiano. Hay que poner la “sororidad” al servicio de los derechos humanos, de la justicia social y de la democracia.
En nuestro país hay urgencia de sororidad. La sororidad tiene que entrar en el Estado. Actualmente en la gestión del gobierno del Estado Dominicano los hombres superan por mucho a las mujeres. Solo La vicepresidencia de la república y los Ministerios de la Mujer y de Educación Superior, Ciencia y Tecnología están desempeñados por mujeres. En el gobierno local también se da la misma desigualdad excluyente. De los 158 alcaldes electos en el 2020, el número de alcaldesas no supera el 5%.
Queda evidenciado que la República Dominicana tiene un gobierno machista, excluyente y poco femenino, que camina de espaldas a la fraternidad y a la sororidad, pese a que la población femenina representa con 5.314.411 mujeres, el 50,01% del total, frente a los 5.312.754 hombres que son el 49,99%.
En el campo de la salud se repite la misma desigualdad y el mismo paradigma machista excluyente. A pesar del alto número de mujeres excelentes profesionales y especialistas con que cuenta el país, también este campo ha sido asaltado y “dominado” por los hombres, no necesariamente “conquistado” por ellos. Sirva como ejemplo el hecho de que de las siete regionales del Sistema Nacional de Salud sólo una está dirigida por una mujer, nombrada ahora a raíz del COVID-19. Se trata de la doctora Nury Miguelina Vargas.
La nueva Directora Regional de los Servicios de Salud del Nordeste sustituye en el cargo al doctor del Ángel Federico Garabot, quién resultó positivo a la prueba de Coronavirus. Y comenzó con buen pie. Declaró que trabajará con el apoyo y la participación del Colegio Médico Dominicano (CMD), los gremios de enfermería, y de los grupos sociales y de la salud de la región y del país. Actitud inteligente y nutricia. Conciliadora, incluyente, “fraterna”, inspirada en la “sororidad”. Que, por demás, resulta “resiliente” en momentos muy críticos en que la provincia, la región y el país padecen la mayor “devastación de la vida” de los dominicanos debido al COVID-19.
En momentos en que la gestión de la prevención y control del COVID-19 en el país “colapsó” en manos de hombres, urge poner esta reverente y delicada labor en manos de mujeres. Hay que formar “santuarios” sanadores a nivel nacional, regional y local presididos y dirigidos por la Primera Dama y la Vicepresidenta de la República. Ellas tienen sobrada capacidad gestora y de gerencia de crisis. Y a este gran equipo hay que sumarle un “Consejo de Sabios y de Sabias” conformado por los mejores especialistas del país. Muchos de ellos han manifestado su deseo de servir. Y hay que proporcionarle toda la autoridad y todos los recursos humanos, económicos, tecnológicos y recursos instalados que sean necesarios.
Hágalo ahora Señor Presidente. Tenga confianza en las mujeres. Ellas bordaron la Bandera Nacional y expusieron sus vidas enfriando los cañones en múltiples batallas. ¡Dios se parece mucho a una mujer! Tal como expresa Mario Benedetti: “Si Dios fuera mujer la abrazaríamos/para arrancarla de su lontananza/ y no habría que jurar/hasta que la muerte nos separe/ya que sería inmortal por antonomasia/y en vez de transmitirnos SIDA, (COVID-19)* o pánico/nos contagiaría su inmortalidad”.
Hágalo ahora Señor Presidente. Cambie de manos el “sanatorio nacional” que ahora está en las manos cansadas de los ministros Gustavo Montalvo y Rafael Sánchez Cárdenas y las inoperantes “comisiones”. Ellos han hecho un esfuerzo titánico y continuado. Pero no han podido vencer el COVID-19, que está dejando en su camino cientos de muertos y miles de infectados, con todo el dolor, el sufrimiento, y el desgarramiento económico y social que esto genera.
¡Señor Presidente, confíele este sagrado deber a las mujeres! Ellas pueden. Guiadas por la fuerza aglutinadora de la “sororidad” y la “fraternidad” detendrán “a tiempo” las muertes y salvaran las vidas que nos está arrebatando el COVID-19. Hágalo Señor Presidente. Cambie el curso de las estadísticas de la vida y la muerte de los hijos de esta tierra. ¡Ponga el control del COVID-19 en manos de mujeres. ¡Está han demostrado que ellas pueden!
*Agregado por el autor del artículo.