En las últimas semanas nos hemos acostumbrado a leer diariamente en la prensa de nuevos records alcanzados por la pandemia del COVID-19. Niveles de desarrollo que hace cuatro meses, cuando ya se estaba empezando a apreciar la gravedad, posiblemente subestimada en las semanas anteriores, de lo que estaba ocurriendo en Europa, nadie hubiera imaginado.
Hace dos meses y medio, el Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS) afirmó que “lo peor no había pasado” e hizo un llamado a comportamientos responsables tanto individuales como de los países. Hace dos semanas, el 25 de junio, el director para Europa de la OMS, subrayó que había indicaciones de nuevos brotes en treinta países europeos y más recientemente hubo otra declaración preocupante del Director General acerca de esta tragedia.
Para estimar qué nos depara el futuro se puede recurrir a modelos epidemiológicos. Lamentablemente, aunque estos modelos incorporan el inevitable aplanamiento de la curva de los contagios, en la mayoría de los países los datos cumulativos correspondientes no ofrecen ninguna indicación de cuándo esto ocurrirá y de si el proceso ha comenzado.
Así las esperanzas están ligadas a tener una vacuna, y, por mientras, solamente se puede tratar de controlar los efectos de la pandemia experimentando la eficacia de medicamentos, con problemas que tampoco se deben subestimar de disponibilidad (piénsese en el caso de la compra de remdesivir por Estados Unidos de casi la totalidad de la producción de Gilead entre junio y agosto) y con medidas de mitigación cuyo cumplimiento y sostenibilidad son limitados por razones psicológicas, sociales y económicas.
Hay que esperar la vacuna para alcanzar, sin costos en vidas, una inmunidad de rebaño, la misma que se alcanzaría dejando difundir la pandemia, pero con un costo en vidas elevado. Ejemplos de esta última política son pocos, de compleja interpretación en el caso de Suecia, y con los resultados que se conocen en Estados Unidos y Brasil.
La diferencia entre las dos alternativas es gigantesca. Si, como umbral para que la pandemia termine, se asume una reducción del número de los susceptibles (término con que se identifican los que pueden contagiarse) a algo entre el 35 y el 60-65%, digamos el 50%, de la población, sin vacuna y sin progresos en medicamentos, difícilmente la tasa de mortalidad de la pandemia diferiría mucho de la actual (alrededor del 4.5%).
A nivel mundial, esto daría lugar a 195 millones de fallecimientos, cantidad igual en promedio a lo que se estima causó la gripe española, que, hay que recordar, se desarrolló en medio de una guerra mundial y con mucho menor resiliencia de los sistemas sanitarios.
Obviamente, alguna de la hipótesis que llevan a una tal proyección podrían no ser verificadas, y los fallecimientos podrían ser mucho menos, pero siempre exageradamente numerosos.
Los resultados que dan los modelos dependen de las hipótesis que se hacen. La serie histórica de los datos no. Esto no significa que los datos no presenten incertidumbres, pero, a pesar de las limitaciones que en el caso de esta pandemia han sido a menudo subrayadas, siendo tal vez la más importante la presencia de los contagiosos asintomáticos, su seguimiento temporal puede ser tratado con métodos científicos.
Los modelos epidemiológicos coinciden en sugerir que en su etapa de desarrollo una epidemia tiene un desarrollo esencialmente exponencial. Sin entrar en detalle sobre qué quiere decir esencialmente, digamos que para intervalos de tiempo limitados podemos ignorar ese adverbio. En estos intervalos se puede asumir que el andamiento sea lineal, y el carácter exponencial se manifiesta por la variación de la pendiente de la linea recta que representa el número de casos acumulados pasando de un intervalo al siguiente.
Una descripción equivalente podría usar exponenciales en cada intervalo, y se observaría que sus exponentes irían disminuyendo. Un tal comportamiento se puede definir como sub-exponencial, y, en cierta medida, corresponde a registrar la disminución del número reproductivo básico.
Hemos usado esta aproximación (intervalos de dos semanas y andamiento lineal o sub-exponencial) para estudiar la aceleración de la pandemia durante las últimas seis semanas e intentar proyectar el análisis a un mes de distancia. Con respecto a la extrapolación al futuro hay que subrayar que una tal proyección asume que las condiciones no varíen demasiado en el tiempo.
El periodo estudiado va del 10 de junio al 8 de julio y lo subdividimos en tres periodos de dos semanas, para cada uno de los cuales hicimos ajustes lineales.
Las primeras dos tablas comparan los resultados para los diferentes periodos, presentando los valores de la pendiente m de la recta Y=mx+b que reproduce mejor los datos. Recordamos que el valor de m tiene una interpretación inmediata como ajuste al incremento diario del número de contagios.
La primera tabla se refiere al dato mundial global y a los diez países no latinoamericanos de mayor desarrollo de la pandemia.
Como se puede ver cuatro países (incluyendo Brasil cuyo dato se presenta en la tabla siguiente) contribuyeron a casi dos terceras partes del promedio mundial de casos entre el 25 de junio y el 8 de julio. Éste es el dato negativo que emerge de esta tabla, mientras el positivo (cum grano salis) es que para seis de estos países el promedio del aumento del dato cumulativo en las últimas dos semanas es menor que en las primeras dos.
La segunda tabla se refiere a los diecinueve países latino americanos. de mayor desarrollo de la pandemia y los resultados son bastante más preocupantes. Ya se comentó el dato de Brasil que es uno de los países con mayor número de casos diarios.
Solamente en cinco países el dato del periodo entre el 25 de junio y el 8 de julio es mejor que para el periodo entre el 28 de mayo y el 10 de junio. Además, tres de estos países tienen un bajo número de contagios así que el aspecto positivo de este dato vendría únicamente de Perú y Chile, que, sin embargo, siguen teniendo un número relativamente elevado de casos.
De este análisis se deduce que para los países latinoamericanos y, entre los otros diez, para EE.UU, India, Sur África y Arabia Saudita, la curva de los contagios es exponencial, aunque posiblemente subexponencial.
¿Qué pasará si no hay cambios en las condiciones, comportamientos y medidas de mitigación de estos países? ¿Cuántos casos acumulados podemos esperarnos a un mes de distancia, digamos el 15 de agosto?
Una posible respuesta la puede dar la extrapolación de la curva exponencial que ajusta los datos que hemos analizados.
Para ello presentamos tres escenarios, utilizando, respectivamente, para el ajuste exponencial las últimas seis (A), cuatro (B) o dos semanas (C) y presentando la extrapolación solamente para los países, en cada grupo, más afectados.
Los resultados de la proyección de los contagios al 15 de agosto en los tres escenarios se presentan en la tabla siguiente (en millones de casos).
¿Qué tan significativas son estas proyecciones? Por un lado, dependen de la estabilidad de las condiciones durante el periodo analizado y en el que vendrá. Esto puede implicar que la indicación que dan es más bien un límite inferior, dada la tendencia a reducir las medidas de mitigación. Por otro lado, es fácil entender porqué, en algunos casos, haya diferencias significativas entre los tres escenarios. Son casos en los cuales se evidencia el carácter subexponencial del andamiento de la curva.
Conocer estas previsiones puede motivar los ciudadanos a auto aplicarse las medidas de mitigación, independientemente de las normas legales. Es lo que ocurrió en Suecia donde, según algunos analistas, la política de no medidas fue compensada por comportamientos responsables sociales.
¿Es posible verificar hasta qué punto este procedimiento es efectivo?
Para estimar la capacidad predictiva de esta aproximación calcularemos el número de los contagios al final del periodo (8 de julio), estimado utilizando los datos de las tres semanas entre el 28 de mayo y el 17 de junio, y lo compararemos con el dato real.
En la tabla siguiente presentamos los resultados de esta comparación.
El acuerdo es razonable, también porque la tendencia a sobre estimar el valor real tiene una explicación fácil recordando lo que se comentaba sobre el carácter sub-exponencial de las curvas que implica que en las extrapolaciones el exponente de la exponencial será por lo general mayor que el válido durante el periodo de extrapolación.
Estos resultados no necesitan comentarios.
Estamos en una situación endémica. Hay que convivir con la pandemia, lo cual implica contactos, encuentros etc.. Esto requiere de parte de TODOS ser responsables reduciendo lo más posible CUALQUIER comportamiento que pueda contribuir a difundirla.
Si el 15 de agosto los casos en el país serán el 20 % menos gracias a comportamientos sociales responsables, habrá entre 1000 y 1800 personas vivas más.