Durante la presente semana hubo varias declaraciones de autoridades del mundo del desarrollo, que expresan la importancia del fortalecimiento de la salud pública. El lunes, el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Ghebreyesus, insistió en la importancia de invertir en un sistema robusto de salud pública, para afrontar epidemias como la actual, pues ésta “pasará, pero no será la última”. El director regional para Europa advirtió la necesidad de una “seguridad sanitaria nacional fuerte”, añadiendo que “ninguna pandemia se ha ganado sólo en el hospital”.

Unos días más tarde, el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, señaló que el coronavirus es la principal amenaza a la seguridad que el mundo enfrenta en la actualidad, haciendo un llamado a todos los países para avanzar en sus esfuerzos por la paz mundial.

El jueves 17, la Junta de Monitoreo de la Preparación Global (Global Preparedness Monitor Board – GPMB), una entidad independiente de monitoreo y rendición de cuentas para asegurar la preparación para crisis de salud mundial ofreció unas declaraciones ante la reunión de ministros de finanzas del G20. Este organismo evalúa las políticas mundiales relativas a la capacidad de respuesta ante epidemias, trazando rutas para un mundo más seguro. Fue creado en el 2017 y es presidido por la Dra. Gro Harlem Brundland, ex Primera Ministra de Noruega y ex Directora General de la OMS. En la citada declaración pública, la GPMB expresa que, a finales del 2019 publicaron el informe “Un mundo en desorden”, en el cual advertían la falta de preparación mundial y los peligros que representaba una pandemia respiratoria que podía matar millones de personas y destruir el 5% de la economía mundial, produciendo crisis generalizadas de inestabilidad e inseguridad. No se imaginaban que, pocos meses después, sus peores temores se harían realidad.

El retorno de la inversión en preparación para una pandemia es inmenso. Tomaría 500 años gastar en preparación lo que el mundo está perdiendo hoy a causa del Covid-19

En octubre de 2019 se publicó el Índice Global de Seguridad Sanitaria (GHS – Global Health Security Index) que constituye “la primera evaluación integral y comparativa de la seguridad sanitaria, así como de la capacidad de respuesta” en 195 países. El propósito del índice es producir métricas sobre seguridad sanitaria que puedan ser monitoreadas en el tiempo, “estimulando cambios que mejoren la capacidad internacional para abordar uno de los riesgos más omnipresentes del mundo: los brotes de enfermedades infecciosas que pueden provocar las epidemias y pandemias internacionales”. (https://www.ghsindex.org/).

El índice GHS evalúa la seguridad sanitaria y las capacidades de los países en 6 categorías, a saber:

  • Prevención de la aparición o liberación de patógenos
  • Detección temprana y notificación de epidemias de posible preocupación internacional.
  • Respuesta rápida y mitigación de la propagación de una epidemia.
  • Sistema de salud suficiente y sólido para tratar a los enfermos y proteger a los trabajadores de la salud.
  • Cumplimiento de las normas internacionales para mejorar la capacidad nacional, planes de financiación para abordar las deficiencias y adherirse a las normas mundiales.
  • Entorno de riesgo general y vulnerabilidad del país a las amenazas biológicas.

El Informe general del índice GHS, publicado en octubre de 2019, concluye que la mayoría de los países no están preparados para un evento biológico catastrófico a nivel mundial, incluidos los que podrían ser causados ​​por la propagación internacional de un patógeno nuevo o emergente o por su liberación deliberada o accidental.

Según el GHS, los países mejor preparados son Estados Unidos (con 84%) y el Reino Unido (con 74%). En la región de América Latina y el Caribe (ALC), el mejor preparado era Brasil (con 60%). Esos tres países estrellas en preparación para epidemias han tenido resultados nefastos en su respuesta al Covid-19. ¿Qué tienen en común esos países? Un liderazgo nacional populista e incoherente, que ha transmitido mensajes contradictorios, que ha subestimado la pandemia y que no se ha fundamentado en la ciencia.

Es imprescindible invertir en un “sistema robusto de salud pública”. Y esto no significa hacer más hospitales públicos ni mejorar los existentes, aunque eso sea necesario para otros fines. En la República Dominicana, la expresión “salud pública” tiende a confundirse con la gestión pública de las entidades proveedoras de servicios. Pero, en realidad, esta expresión significa el cumplimiento de las llamadas funciones esenciales de salud pública, relacionadas con el seguimiento de la situación de salud, la vigilancia epidemiológica, la promoción de la salud, la participación de la ciudadanía, el desarrollo de políticas y planificación, la regulación y fiscalización, la promoción del acceso equitativo de la población, el desarrollo de los recursos humanos, la garantía de calidad, la investigación en salud pública y la reducción del impacto de las emergencias y desastres. Estas funciones, a cargo del Ministerio de Salud Pública, han sido descuidadas y pobremente financiadas a través de las décadas. Quizás por eso la puntuación obtenida por el país en el GHS sólo alcanza el 38%.

Volvamos al GPBM para insistir en la importancia de asignar los fondos necesarios a estas funciones. La declaración de esta semana del organismo indica que “el costo de una pandemia eclipsa los costos de preparación. El financiamiento es clave para poner fin a esta pandemia y protegernos de la próxima. El retorno de la inversión en preparación para una pandemia es inmenso. Tomaría 500 años gastar en preparación lo que el mundo está perdiendo hoy a causa del Covid-19”.

Hacemos un llamado a las nuevas autoridades para cambiar el rumbo y hacer algo distinto en el sistema de salud dominicano. Demos, por fin, prioridad a la salud pública, contribuyendo con esto, a la seguridad nacional.