Asia y América Latina son las regiones del mundo de mayor crecimiento económico, donde están las economías emergentes, 11 de las del G20. No obstante, en un aspecto vital, que es la seguridad, existe una gran diferencia, mientras en Asia están los países y ciudades con más tranquilidad, seguridad y garantía de la vida del que respeta las leyes y normas de convivencia pacífica, en Latinoamérica, están los países y ciudades más violentas e inseguras del planeta, donde un pequeño grupo que viola todas las leyes y normas de convivencia tiene en vilo a los que sí cumplen con estas normas, que es la gran mayoría.
Según el estudio titulado “The Safe Cities Index 2015”, que elabora el prestigioso semanario británico “The Economist”, de las primeras 6 ciudades en el renglón “Seguridad Ciudadana”, 5 de las más seguras, están en Asia. Singapur encabeza la lista, le siguen Tokio y Osaka de Japón, Hong Kong, como Región Administrativa Especial de China y Taipéi, capital de Taiwán.
En el otro extremo está América Latina. De las 10 ciudades más violentas del mundo en 2015, 9 son latinoamericanas. De acuerdo a varios informes, las 10 ciudades con el mayor número de homicidios por cada 100.000 habitantes son: Caracas, Venezuela, San Pedro Sula, Honduras, San Salvador, El Salvador, Acapulco, México, Maturín, Venezuela, Distrito Central, Honduras, Valencia, Venezuela, Palmira, Colombia, Ciudad del Cabo, Sudáfrica y Cali, Colombia.
¿Por qué seguridad en unas e inseguridad y violencia en otras? Comencemos por lo primero. Singapur (que no es una dictadura como dicen algunos desactualizados, sino una república parlamentaria) se toma la aplicación de la ley muy en serio y además la policía está bien pagada y esto le permite ocuparse del bienestar de los ciudadanos. Así como en Singapur, en Japón, Taiwán y Hong Kong, existen leyes, algunas radicales, porque como dice la famosa expresión latina, “Dura lex, sed lex”, o sea, “dura es la ley, pero es la ley”, como la pena de muerte (excepción Hong Kong), para delitos con armas de fuego, el asesinato, tráfico de drogas, daños a niños etc., que deben cumplirse, sin injusticas, ni privilegios, o sea, todos y todas sin excepción, lo que ha permitido disuadir, enviar un claro mensaje de que quien viola la ley tendrá la sanción que se estipula, así sea la horca.
En cambio, en nuestra América Latina, es todo lo contrario, además del caldo de cultivo que significa la pobreza, desigualdades sociales, violación de la movilidad social (pasar de chancleta a avioneta de la noche a la mañana, sin estudiar y trabajar), el bombardeo consumista (tengo, luego existo), la falta de oportunidades para los jóvenes, la desesperanza etc, a eso debemos sumar las debilidades institucionales, leyes muy garantistas (aunque sin las capacidades técnicas para aplicarlas), violación de las normas sin consecuencias, policía mal pagada y poco depurada (lo que no justifica que incurran en delitos), contubernio en algunos casos entre el que comete el delito y el que se supone está para castigarlo.
En pocas palabras, mientras en los países asiáticos, las normas con claras y severas consecuencias para el que delinque, han logrado reducir los índices de inseguridad ciudadana (lo que se expresa en inversión extranjera, crecimiento económico etc), en Latinoamérica la disuasión del crimen, la violencia es casi nula, cuando no es lo contrario, o sea, la persuasión a cometerlo.
Reflexionemos, no para adoptar esos modelos, pero si para adaptarlos a nuestras realidades y posibilidades. Invitemos a los embajadores de Japón, Takashi Fuchigami y de Taiwán, Valentino Tang, (dicho sea de paso una alta funcionaria de la embajada de Taiwán en RD fue víctima de la violencia en la capital dominicana, por lo cual se redujo la asignación que tenía el Gobierno de ese país para la cooperación en este), para que nos hablen de la experiencia de sus países.
A los defensores radicales de los sistemas “garantistas de la vida”, promotores de la “defensa de los derechos humanos”, les presento el siguiente panorama, para que tomen sus decisiones: mientras en los tres países con aplicación de la ley sin discriminaciones, o sea, Singapur, Japón y Taiwán, las ejecuciones por pena de muerte, después de un debido proceso, no llegaron a cinco el pasado año 2015, en Venezuela, Honduras y el Salvador, murieron miles de ancianos, niños, mujeres, hombres de trabajo, todos inocentes, sin más juicio que la soberana voluntad del criminal. En los países asiáticos esas ejecuciones le evitaron miles de muertes violentas en las calles y le garantizaron la vida a la gran mayoría, lo cual se traduce en tranquilidad social y crecimiento económico.
Enfóquese en los hechos y la verdad que se sostienen en esos hechos, como decía el pensador inglés Bertrand Russell y respóndase las siguientes interrogantes: ¿dónde hubo más violación real de los Derechos Humanos, en Latinoamérica o en Asia?, ¿cuáles son las ciudades más seguras, las de Latinoamérica o las de Asia? En ambos casos la respuesta es obvia, lo que nos permite formular una tercera, ¿seguimos como vamos en Latinoamérica o adaptamos algunas medidas que han dado resultado en Asia?