Nueva York.-El guión y la narrativa del ataque a Paris son idénticos a los del  9-11 en Estados Unidos.

Ayer como hoy, fueron tres ataques separados simultáneos, Nueva York, Washington y Pennsylvania, en Paris atacaron un café una sala de conciertos y un estadio.

En Paris las autoridades alegan que encontraron el pasaporte de un sirio que habría ingresado a Europa como refugiado.

¿Quién carga un pasaporte en el viaje sin regreso de un ataque suicida?.

En Nueva York las autoridades alegan que encontraron pasaportes de ciudadanos de Arabia Saudí. Un pasaporte, papel y plástico, difícilmente sobrevive a las altas temperaturas que derritieron las columnas de acero de las Torres Gemelas.

Las historias son idénticas y causaron el mismo efecto.

Los pasaportes inculpan inmigrantes, desatan la xenofobia, la reforma migratoria era una prioridad estadounidense antes del 9-11.

Hoy, 14 años después, seguimos sin reforma y los inmigrantes son sospechosos otra vez, aquí y en Europa.

El ataque de Paris dificultará la situación para los refugiados sirios.

Ayer George W. Bush, un obscuro presidente derechista, se salvó de la irrelevancia total, levantándose como líder sobre los escombros de las Torres Gemelas, declarando su “Guerra Contra el Terrorismo”.

Hoy François Hollande, el obscuro presidente derechista francés, finalizando un mandato irrelevante, se levanta como líder, declarando su propia “guerra” al terrorismo.

Los ataques de Paris, por simples y rudimentarios, pueden convertirse en nuestra nueva “normalidad”.

Ayer limitaron libertades públicas e individuales, hoy vendrán por las restantes; quizá instalen cámaras en las colonoscopías para “protegernos” del terrorismo.

Retornamos al miedo, dirigido y administrado por un secreto departamento del terror, encargado de mantenernos siempre muy bien asustados, necesitando  la constante protección del “buen hermano mayor”.

Ayer el gran Benjamín Franklin dijo que quien entrega su libertad a cambio de seguridad, termina perdiendo ambas.