No nos gusta que nos digan, o señalen cuando hacemos algo mal, algo malo, o mal hecho. Queremos que nos aplaudan siempre, aunque a conciencia sepamos que no lo estamos haciendo bien. Una de esas cosas que no hacemos bien es continuar viviendo en una sociedad feudal en pleno siglo XXI. Es que tenemos tecnología de punta, usamos celulares de última generación y “accedemos a la educación virtual”, así que ¿cómo puedes decir que vivimos en una sociedad feudal? Pues podemos usar con las manos el celular, pero la forma en que usamos la mente, como pensamos, es en la forma en que se hacía hace más de 300 años. Sigue siendo más cómodo continuar con las mismas prácticas, las mismas dinámicas sociales, las mismas enseñanzas y los mismos aprendizajes, porque así lo tenemos fácil para alcanzar los objetivos INMEDIATOS, ya ves que lo que pase después, no importa, se seguirá resolviendo como antes.

Y qué raro, porque el año pasado habíamos deseado tener un gobierno que hiciera un CAMBIO, que fuera UN CAMBIO, pero, ¿para que cambiara qué? Ah, sí, cierto, cambiaron los rostros de los funcionarios públicos con altos sueldos, y accedieron a los estamentos estatales algunos que antes no podían acceder por diferencias en sus militancias partidistas. Y a pesar de que el cambio ha sido de hechos con las manos, de quién hace las cosas, pero no que las haga de forma diferente, entonces se pretende que unos cavernícolas congresistas aprueben leyes correspondientes a la visión social del siglo XXI cuando sus cerebros piensan como en el siglo XV, enajenados por las ideas religiosas de la Edad Media.

Queremos hacernos la idea de que vivimos en el siglo XXI tapando parches, en este caso, pretendiendo que energúmenos cavernarios aprueben leyes que liberen a las mujeres de su dependencia del hombre, cuando nosotras mismas entendemos que debemos depender de ellos. Las historias de entrevistas que publica en Listín Diario la periodista Marta Quéliz son desgarradoras. Y es que ¿hay que ser periodista para sacar a la luz el significado y la realidad de lo que significa vivir y sufrir la violencia machista en la mentalidad feudal de las mujeres que vivimos en este siglo XXI? Meter preso a un violador, o dejar que alguien lo mate puede parecer una solución al problema, pero sigue siendo un parche para un problema que nos tira el muro encima. Quien debiera decidir, discernir sobre si se lleva a término un embarazo ocurrido en esas condiciones y con esas terribles consecuencias para la existencia de esas personas, debiera ser quien sufre esa desgracia, y no por ser enajenada por las creencias religiosas, diferenciemos, por favor, la fe en Dios y la creencia en la religión que manipula y enajena con claros objetivos de control del poder a las poblaciones, para que la persona agredida pueda decidir con libertad.

Pero y entonces, ¿qué hacemos? Ya dijimos que nos acomoda seguir pensando como feudales. Qué tal si no solo manejamos el celular con las manos, sino que abordamos desde un enfoque diferente. No esperando que los energúmenos cavernarios del Congreso nos liberen, ¿sino provocando nosotras nuestra propia liberación? Usar la fe para enajenar a la población me parece el primer problema a enfrentar en el proceso. La fe debe ser un instrumento de libertad que aporta energía al ser humano, sea hombre o mujer, para enfrentar los avatares de la vida, y no para producirlos y sufrirlos. El conocimiento del desarrollo bio-psico-social del individuo, desde su nacimiento y durante todas las etapas de la vida en una información de primer orden que deben conocer todas y cada una de nuestras mujeres si queremos evitar que ellas dependan de la decisión de la madre, del cura o de la comunidad para el abordaje de su vida sexual en libertad.

Los y las psicólogas pueden ayudarnos a separar en nuestra mente, nuestra conducta y nuestro desenvolvimiento social, a la mujer de la madre en el proceso de formación de los hijos, para que el amor por nuestros hijos, y nuestros deseos de que los varones ANDEN ACABANDO, o que se “amarren sus gallinas, porque mi gallo anda suelto”, como ejemplo, no sirva de fundamentación para la conducta machista de violencia e irrespeto hacia las mujeres que NOSOTRAS MISMAS COMO MUJERES PROHIJAMOS EN LA FORMACIÓN DE NUESTROS HIJOS. Así mismos es como lo están viendo, es difícil el cambio, pero cuando no abordas las causas de un problema, las consecuencias no serán nunca diferentes, y seguirán las violaciones, seguirán los feminicidios, seguirá la violencia intrafamiliar siendo la forma de ser de la sociedad, y ningún energúmeno cavernario, criado de esa forma, aunque llegue a una alta posición en el Estado, abandonará el lastre de haber aprendido que la mujer es para vejarla porque Abraham y Jacob así lo dispusieron.

Nada de lo que queremos que cambie en nuestra sociedad cambiará, si no cambiamos nosotros, cada uno, si no dejamos de mover nuestros celulares con las manos y empezamos a mover nuestra vida con el cerebro, despertar y darnos cuenta de que ya no estamos en la Edad Media, sino en el siglo XXI. Y recordar siempre la enseñanza de nuestro insigne estadista Benito Juárez: “el respeto al derecho ajeno es la paz”.