Morir es una consecuencia del valor presente de la vida, una manera relativa del ser no ser racional ni contemplativo. ¿Tiene alguna utilidad la muerte, la partida, cuando es una manera de crear un árbitro  interactivo para el devenir? ¿Por qué resistirnos a la muerte, a ese valor agregado de la existencia que limita nuestro tiempo?

¿Morir es la relación de hostilidad que al final nos queda con Dios, o es su presencia transformada en obediencia? Si es así, la vida es una dádiva de su "valor-divinidad", el lado oscuro de su razón, la prevalencia de sus designios, la voluntad inconclusa de la eternidad.

Morir es ser llamado a comprender a la conciencia, a ser otro tiempo en la luz; usurparle al sueño  las quebradas de sus ángulos en el río azul que es nuestro huésped inesperado.

Cuando se  muere se abre una nueva puerta y se cierra una que, pensábamos,  era la de salida. Esta puerta última entonces se convierte en un testigo; un testigo que no explica, critica o manifiesta nada, porque no se puede llamar más a ella para abrirla.

La nueva puerta es la del credo ut intelligan, la de la iluminación consentida sin objeciones, porque objetarla equivaldría a renunciar al alma redentora. Del lado de esta puerta, a la derecha, sólo existe la contemplación anímica, refractarios de amor, viejas leyes que desde el principio y el verbo son el  resultado de la síntesis de los dogmas y de las promesas efímeras que el infinito encarna.

Del lado izquierdo, de esta nueva puerta, hallamos las alturas, los avisos de lo temporal, la subordinación del corazón, el universo sin identidad, el sutil encanto de la ilusión, lo que ocurre con significados pre-establecidos, los lazos de amor, el quizás y el después, el logos, la respuesta esperada, el dualismo de la caída.

Cuando caminamos hacia la muerte, porque caminamos hacia ella día tras día, y día a día, estamos  merced de las elucubraciones de no querer conocer la dirección hacia esa puerta; nos afligimos  porque no estamos a gusto con esa cosmología, con esa regla que se convierte en una esfera; una esfera que descansa en cada uno con un significado espiritual.

¿Por qué esta ley que todo lo transforma? ¿Por qué tener esa alianza con la naturaleza que no hemos pedido? ¿Por qué la creación, la presencia inmediata del cosmos nos llama a comprender la felicidad de la muerte, si nos negamos a tener una aprehensión de que se vive viviendo y que se muere, también, viviendo…?