Definitivamente el margen de maniobra  del juego reeleccionista se le agota al presidente Fernández. También a sus actuales y potenciales oponentes se les  achica su capacidad de malabarismo como respuesta a esa maniobra, aunque en sordina, algunos dirigentes de diversos niveles se pronuncian por una línea de ruta que defina las inevitables fechas del calendario electoral para el próximo año.

Sin embargo, el Presidente lejos de tomar una clara posición frente al tema la reelección, persiste en su ambivalencia sobre ese tema, enviando señales equívocas que mantienen paralizado a sus potenciales y actuales oponentes y con ellos a todo el partido.

Es una persistencia en una posición, con su consiguiente daño a la vida interna e institucional del partido, sin que hasta el momento ningún jefe de grupo haya alzado su voz para exigir el fin del congelamiento de la actividad de los organismos partidarios, circunstancia  esta que contrasta con lo ha sido la historia de una colectividad política que se caracterizó por el dinamismo de su vida interna que le impregnó su fundador.

La militancia de ese partido viven un estado de angustia tal, que los más inclinados a afirmar que el Presidente no optará por la reelección, cuando se expresan en ese sentido no dejan de reflejar sus dudas y sus temores tanto verbal como gestualmente, lo mismo se nota en casi todos aquellos que la desean. Pero, lo que más inquieta tanto a los seguidores del Presidente, como a sus principales oponentes, son las cartas que dentro de poco esta está obligado a descubrir y las consecuencias que podrían tener los signos o figuras de esas cartas.

Con esa actitud, el Presidente se comporta como esos líderes anacrónicos que se pasan años dirigiendo los destinos de una nación y abandonan el poder dejando un Estado desvencijado y a su partido tocado por los gérmenes de su disolución. Eso les ocurre a aquellos líderes que se creen insustituibles e imprescindibles, un anacronismo que se produce cuando en ellos comienzan a prevalecer sus malos atributos y cuando quienes los rodean, sea en la conducción del Estado o del partido, son incapaces de alzar sus voces contra semejante circunstancia.

Por ese anacronismo, contrario a lo que parecería de sentido común en el país político de esta nación, la cultura de las discusiones y hasta de los pleitos en el PRD,  a la larga parece resultar  más beneficiosa para este, que el monolitismo peledeísta, el cual se piensa mantener a través de la invocación y practica del arbitraje indiscutido e indiscutible de Leonel en el actual proceso de escogencia de su candidato presidencial. Por ese anacronismo, entre otras razones, la brecha que antes separaba al PLD del PRD se ha ido estrechando, como quedó demostrado en la relación de votos partido/partido entre ambos en las últimas elecciones municipales y congresuales.

La incapacidad de discutir y de expresar libremente las opiniones esclerotizan al PLD. Las discusiones  y hasta los pleitos mantienen al PRD en tensión, vivo. Este último se ha forjado y crecido siendo oposición y fundamentalmente, ahí radica su fortaleza, el PLD ha crecido siendo gobierno y ahí, en gran medida, radica su debilidad, no actual pero sí potencial. Su cuerpo electoral se ha nutrido básicamente de una capa media disgustada y del proceso de disolución del partido reformista balaguerista y por el sesgo clientelar que le imprime a su política de subsidios a familias y gremios.

En ese sentido, en cualquier momento el cuerpo electoral puede sufrir una súbita mutación. Mientras más dura el tiempo para que el Presidente anuncie su decisión sobre el tema de la reelección mayor será el riesgo que corra ese partido de cara  los comicios del año próximo.

De igual manera, más se reduce el margen de maniobra del Presidente para salir del gobierno dejando un partido con un nivel de institucionalidad democrática que garantice la discusión de todas las posiciones, como forma de evitar un monolitismo formalmente fuerte, pero esencialmente frágil. También se le agota el tiempo a todo el partido, el cual tiene ante sí un proceso electoral al que debe dar  urgentes respuestas y cuyos resultados pueden hipotecar su futuro, no solamente el del Presidente.