Hay diversas interpretaciones sobre los factores que determinaron que en el aún inconcluso tollo electoral, el PLD haya perdido la más importante de todas las alcaldías en liza: la de Santo Domingo, Distrito Nacional. Pero, en última instancia, lo más trascendente para esta ciudad es haberse liberado del alcalde que mal la administró durante 14 años, lo cual significa una valiosa oportunidad para regenerarse y para el principal partido en cuya boleta se presentó el alcalde triunfador, una valiosa coyuntura en su calendario de futuras luchas políticas y electorales. 

Las ciudades, generalmente las capitales, constituyen la más importante  y compleja empresa de un país, son  el lugar de las grandes contradicciones: allí se produce más riqueza, bienestar y oportunidades que en las áreas no urbanas, pero es el lugar donde la pobreza tiende a ser más generalizada y ofensiva. De cómo una gestión municipal y/o una fuerza política  enfrenten esa realidad dependerá el éxito político o no de ambos para ser aprovechado en sus respectivos futuros.

El nuevo alcalde de Santo Domingo tiene grandes desafíos, el primero es de orden institucional, muchos son las institucionales del Estado que intervienen en la ciudad, generalmente sin consultar con el alcalde; eso lo obliga a asumir realmente sus competencias y exigir respeto. Debe enfrentar diversos temas que ocupan la atención de la gente: el tránsito, el transporte público, privado y de mercancías, la limpieza, el uso de los espacios públicos, la seguridad, la imagen física de la ciudad, los recurrentes conflictos en el uso del suelo, los drenajes pluvial y sanitario, la marginalidad, etc.

Otros temas de igual trascendencia parecen no preocupar a las autoridades de los poderes local y central, tales como la inexistencia de un Plan Regular, el sostenido proceso de expulsión de la población de grandes áreas de la ciudad hacia la periferia debido cambios de uso del suelo sin regulación y al alto costo de las viviendas, determinando la tendencia hacia el despoblamiento de muchos barrios. Ejemplo: Villa Juana, tenía cerca de 43 mil en 1981, actualmente ronda los 25 mil, lo mismo le ha sucedido al casco histórico, que de cerca de 16 mil, tiene actualmente algo menos de 8 mil y la tendencia de las áreas a ser monofuncionales: (casi sólo residencial o comercial).

Eso lo agrava el hecho de que la provincia de Santo Domingo cierra el DN con una pinza que le impide crecer espacialmente, por lo cual debe aprovechar al máximo sus áreas evitando su sostenido deterioro y despoblamiento, algo nefasto para para su economía y su vida social, porque limita sus potencialidades como empresa que debe jalonar el desarrollo del país y sus posibilidades de aprovechar las oportunidades que les brindan las grandes infraestructuras viales que la unen a los polos turísticos. Esto planea una necesaria cirugía urbana para reorientar y reposicionar el mayor activo económico, cultural e histórico del país: esta ciudad.

En  la buena gestión de ese activo, así como de ciudades como La Vega, Moca, Haina, San Francisco y PuertoPlata,  descansa el futuro  político de cada uno de sus alcaldes y en gran medida, el futuro de los partidos que los presentaron como candidatos, de cara a próximos procesos electorales. Los alcaldes electos en esas ciudades deben verse en espejo de Roberto Salcedo, alcalde de Santo Domingo, que se desvinculó de la ciudad que debía administrar, que  hizo lo último que puede hacer un alcalde: vivir desaparecido, casi totalmente fuera de la ciudad. Contrario a lo que define el poder local,  el más cercano al ciudadano, Salcedo vivió aislado, en una burbuja, en un estado de suma irresponsabilidad y el resultado fue el hartazgo de la población contra él y contra una gestión cuyo balance es globalmente negativo.

La oportunidad de Santo Domingo, descansa pues en su nuevo alcalde, en la capacidad de este de vincularse positivamente con la población con las fuerzas políticas que integraran el Concejo de Regidores y con el  partido que encabezó la alianza política que lo presentó como candidato.