Una de las exposiciones que más me han impactado fue aquella hecha por Jorge Schafik Hándal, líder emblemático de la izquierda salvadoreña, ante el Consejo de Redacción de la Revista Internacional en Praga, Checoeslovaquia. En ella, Schafik advertía sobre lo dañino que ha sido para el movimiento progresista el uso inadecuado de las palabras en sus discusiones, al tiempo de aconsejar que para avanzar en el entendimiento entre compañeros y/o aliados actuales o potenciales era necesario no dar demasiada importancia a las palabras hirientes. Esta referencia la hago a propósito de una soterrada y abierta discusión provocada los dos últimos artículos de Guillermo Moreno, ambos muy sugerentes, sobre la relación Marcha Verde y partidos.
Antes de referirme a esos artículos quisiera recordar a Schafik, un personaje fascinante, de viva inteligencia, coherente hasta su muerte. Lo conocí en Moscú en los años 70, en hotel Octubre. En el restaurante del hotel, siempre dicharachero, su carismática figura se movía con desenvoltura de mesa en mesa saludando a los compañeros. En los 80, nos encontramos en Praga donde yo era presentante del PCD en la Revista Internacional, y en los 90 en su residencia en San Salvador, una casa modesta, de gusto sencillo y exquisito. En su escritorio tenía un revolver con su cañón convertido en nudo: como la conocida caricatura alegórica a la paz. Con esa alegoría quería expresar que la política tiene su tiempo y que, parafraseando a Weber, quien no es capaz de asumir lo que hoy es posible, de cara al futuro corre el riesgo de ver esfumarse toda esperanza de cambiar un ominoso presente.
Moreno ha tenido la valentía de plantear claramente lo que muchos soterrada y/o abiertamente han planteado en la presente coyuntura política signada por el extraordinario surgimiento de la Marcha Verde: qué respuesta dar, desde la perspectiva de ese movimiento y de los partidos políticos, entre los que cuenta el suyo, a la hasta ahora ineludible fecha del calendario político, las elecciones del 2020; planteando la necesidad de que ambas componentes se confronten en torno a ese tema, al tiempo de avanzar algunas propuestas políticas alrededor de las cuales iniciar ese proceso de confluencia. Un planteamiento político para un momento político. Nada más.
Algunos se han pronunciado en contra de esa posición esgrimiendo argumentos políticos sustentados en el purismo de la ética de los principios, desconociendo que la generalidad de esos partidos, por lo menos los más importantes, son cuantitativa y cualitativamente partes esenciales de la Marcha Verde. A todos, arbitrariamente, los meten en un mismo saco y de paso a aquellos que no siendo de esas colectividades favorecen la propuesta de Moreno. Se dice que este se desdice de posiciones anteriores; recordando a Francesco Piccolo, diría que, en términos políticos, a veces se es infinitamente más virtuoso y útil desdiciéndose que persistir en una posición apegada a una ética de los principios que niega y hasta traiciona a una mayoría que cree que la única manera de salir del ominoso presente es a través de la unidad.
Con propuestas argumentadas Moreno plantea un debate que a la larga resultará ineludible, independientemente del deseo que un gobierno como el presente, salido de un proceso electoral ilegitimo, se mantenga por más tiempo al frente de la administración del Estado. El 2020, hasta el momento, no nos lo despinta nadie y tenerlo presente como posible escenario de lucha constituye una responsabilidad ética y política. ¿Que la institucionalidad en que se enfrentará esa fecha está maleada, viciada y pervertida?, nadie en su sano juicio lo niega, pero es difícil negar que en otros procesos en condiciones institucionales más adversas la oposición ha sabido imponerse como, por ejemplo, el Chile del pinochetismo, la España del franquismo y en esta República Dominicana con el balaguerismo de finales del 78.
El principal valladar que se debe saltar para ponerle freno a la presente estructura de corrupción e impunidad es el del sectarismo, el de la incomprensión de los tiempos de la política, la inconsecuencia de algunos sectores de la oposición que mantienen su asintonía sobre el significado y deseo de la generalidad de quienes ese sentimiento que expresa la Marcha Verde y el desconocimiento de eso que se llama la ética de la capacidad de respuesta, vale decir, asumir la ética de la responsabilidad de dar respuesta a problemas concretos impuestos por los tiempos de la política y de dar esas respuestas con argumentos adecuadamente expuestos. Como decía y hacia Jorge Safik Handal.