La remuneración de los docentes dominicanos es muy baja; también lo es la formación real que muchos exhiben, la cual repercute en los aprendizajes de los estudiantes de las escuelas públicas, y plantea al MINERD fortalecer esa formación, para mejorar la calidad de la educación preuniversitaria.
La experiencia y la investigación confirman que un factor clave para obtener una educación de calidad es contar con docentes de calidad, y esa escuela no los tiene en cantidad suficiente. Por tanto, no propicia los aprendizajes que los alumnos requieren, para situarse en la perspectiva que establece la Unesco en el Informe Delors de que: “…no vale educar para saber, sino educar para vivir… que incluye el saber pero va más allá”.
Como la calidad de la educación dominicana está en los niveles más bajos, se requiere de una gran transformación, para cumplir su papel de promotora del desarrollo personal, social y cultural. Y esos cambios dependen de la formación académico-pedagógica de los docentes, pues resulta inexplicable que los maestros estén bien capacitados para su trabajo, como opinan algunos, y el producto sea tan deficiente, según las evaluaciones nacionales e internacionales.
Al margen del conflicto ADP-MINERD por el aumento salarial, el ministerio debería destinar del actual presupuesto un porcentaje significativo, para producir una mejora salarial importante a ese colectivo.
El MINERD debe mejorar las condiciones de vida de los docentes; pero al mismo tiempo tiene que garantizar, a como dé lugar, una educación de calidad. La fórmula mágica quizás no exista, pero es posible conformar una estructura salarial justa, que no premie a los irresponsables en su compromiso de enseñar y educar.
Independientemente de cómo se calcule y se asigne el nuevo salario, existen varios aspectos que deben ser iniciados o retomados con vigor, si se quiere caminar hacia la reclamada educación de calidad:
Primero, despolitizar las escuelas, con el ministro y los viceministros de la cartera ya es bastante;
Segundo, aplicar un programa de capacitación permanente que supere las deficiencias de los maestros y profesores;
Tercero, aplicar un programa de acompañamiento y supervisión permanente a los docentes, gestado desde las mismas escuelas;
Cuarto, modificar el apoyo académico-pedagógico que “ofrecen” los técnicos nacionales, regionales y distritales a los docentes, para que se realice siempre a los mismos maestros;
Quinto, acordar con la ADP que las actividades que requieran la presencia de los docentes se realizarán fuera del horario escolar;
Sexto, iniciar y continuar progresivamente la selección de los directores de escuelas mediante concursos, que incluya un plan de trabajo para un período no mayor de dos o tres años. La permanencia indefinida estanca e impide el dinamismo que debe primar en la gestión, entre otros aspectos.
Se propone la creación de un complemento salarial para la función directiva, y cuando concluya recuperará su puesto anterior con el salario del mismo.
El reconocimiento a los docentes comienza por un salario decente, porque no es posible motivar un mejor trabajo en las aulas con los bajos salarios actuales; y sin la formación necesaria para ofrecer una educación de calidad, y esta enseñanza sólo es posible con docentes bien capacitados.
Aumentar el salario docente es imprescindible, aunque no asegure la calidad educativa, pues se sabe que el dinero sólo motiva a los individuos que están motivados. De manera que el salario es sólo una parte de la motivación hacia el trabajo.
Estudios demuestran que utilizar dinero como único motivador no es una solución cien por ciento confiable, pues este tipo de recompensa no motiva las personas a trabajar mejor, porque el dinero no se recuerda.