Hasta ayer creía haber visto todo en este cómico país (lo alegre, lo triste, lo dulce, lo amargo, la colorida danza de una mariposa al vaivén de la brisa y el alucinante zumbido de las alas invisibles de un picaflor). Pero no. Creía conocer todo lo humano que contiene (pasiones y bondades, ideas y renuncias, búsquedas y pérdidas, pesadillas y sueños). Pero no. Es que me faltaba ver algo más allá de lo insólito (y perdónenme que baje de lo sublime a lo pedestre): ¡Una botella de ron en cada caja de ayuda alimentaria de la Presidencia! (Como decimos los dominicanos en el colmo del asombro: ¡Ofrézcome!).